La psicóloga e instructora del programa “Volar sin miedo” explica las claves de una iniciativa que Binter desarrolla desde hace más de dos décadas para ayudar a quienes sufren ansiedad al viajar en avión.
«El miedo a volar no siempre tiene que ver con el avión», dice Marisol Jiménez Espino, psicóloga e instructora del curso “Volar sin miedo”, que Binter Canarias organiza desde hace más de 20 años. Según explica, muchas personas sufren ansiedad anticipatoria incluso antes de acercarse al aeropuerto, y en muchos casos, el detonante no es una mala experiencia de vuelo, sino una asociación entre el entorno aéreo y sensaciones corporales de malestar: «El miedo se ancla a los síntomas, no al avión».
«No es un curso mágico»
El curso, que tiene lugar en Gran Canaria y Tenerife, combina la intervención psicológica con información técnica sobre aviación. «No es un curso mágico», advierte Jiménez, pero sí una experiencia diseñada con precisión para que las personas aprendan a regular su ansiedad y reconozcan qué ocurre en su cuerpo. La metodología incluye técnicas de respiración, trabajo con el sistema nervioso autónomo y estrategias de reaprendizaje sensorial. «Utilizamos el cuerpo como vía para enviar al cerebro un mensaje distinto», afirma.
El tándem perfecto
Una de las claves del programa es el trabajo conjunto entre profesionales de la psicología y del sector aéreo. «El tándem perfecto», lo llama Jiménez. En las sesiones participan pilotos y tripulantes de cabina que explican cómo funciona un avión, qué significan los ruidos y qué procedimientos de seguridad se siguen en cada vuelo. Esta parte técnica, dice la instructora, es fundamental para que las personas ganen confianza: «Cuando entiendes lo que ocurre, el cerebro deja de inventarse historias».
Experiencia práctica
El curso incluye también una experiencia práctica: un vuelo real entre islas acompañado por el equipo de instructores y profesionales. «Hay personas que llevan décadas sin volar», relata Jiménez. «Después del curso, no solo vuelan, sino que no paran. Recuperan libertad». En algunos casos, los familiares regalan el curso como un último intento para superar una limitación que condiciona la vida cotidiana. «Nos dicen que ha sido el mejor regalo que han recibido».
Las temidas turbulencias
En su experiencia, entender las turbulencias es otro paso clave. «No hay caída», insiste. «Solo movimiento ondulatorio. Si tú acompañas ese movimiento, el cerebro lo interpreta de otra manera». Ese tipo de reaprendizaje corporal es aplicable también a otras situaciones de estrés. «Este curso ofrece herramientas para volar, pero también para vivir mejor», resume Jiménez. Y recuerda una frase que un participante dejó grabada en su memoria: «Gracias por darme la llave de la libertad».