La propietaria de la tienda «Artesanía La Rodeta» en Vilaflor, Rosa María Dorta Fumero, pide «proteger a las manos que la hacen posible».
La propietaria de la tienda «Artesanía La Rodeta» en Vilaflor, Rosa María Dorta Fumero, destaca la importancia de que la técnica artesanal canaria de la roseta haya sido declarada Bien de Interés Cultural (BIC) porque «reconoce por fin el valor de un trabajo que se ha hecho toda la vida en las casas» y porque ayuda a que las nuevas generaciones «no pierdan una seña de identidad de Tenerife y de Canarias»: «El BIC es un paso enorme, pero ahora hay que proteger a las artesanas, no solo a la técnica», afirma.
Producción a mano y riesgo de relevo
Dorta explica que la roseta es un trabajo «muy delicado y muy lento» que exige saber tensar, rematar y combinar hilos sobre una ruedita o soporte, y que eso hace que no sea fácilmente industrializable. «No es como comprar un mantel hecho en serie: cada pieza es distinta porque cada artesana tiene su mano», dice. Por eso advierte de que el principal riesgo no está en la declaración administrativa, sino en que no haya relevo: «si las que sabemos no enseñamos y si las jóvenes no se animan, el BIC se quedará en un papel».
La roseta como identidad local
La artesana recuerda que en los pueblos de las medianías de Tenerife, y especialmente en Vilaflor, la roseta formaba parte del ajuar y era un complemento de fiestas y celebraciones. «Era una manera de decir: esto lo hice yo», cuenta. Por eso valora que la declaración como BIC visibilice también el papel de las mujeres que, durante décadas, hilaban y cosían en casa para vender o para vestir a la familia: «Se está reconociendo a las mujeres que trabajaron desde la sombra y eso me parece justo», subraya.
Más apoyo y formación
Dorta considera que ahora toca «aprovechar la ola» y convertir el BIC en oportunidades: talleres en los colegios, cursos gratuitos en los municipios del sur, apoyo a las tiendas y a las ferias. «Si una chica joven ve que puede vender sus piezas y que la gente las valora, la va a aprender; si no, se va a otro oficio», señala. Reclama además que las administraciones compren piezas de roseta para regalos institucionales, porque eso «da salida económica y hace que las artesanas se animen».
Turismo y valor añadido
La responsable de «Artesanía La Rodeta» afirma que los turistas «se quedan mirando» cuando ven hacer la roseta en vivo y que ahí hay otra vía de futuro: mostrar la técnica, explicar su origen y vender piezas con denominación de procedencia. «No es lo mismo una roseta hecha aquí que una copia de fuera», dice, por lo que insiste en diferenciar el producto artesanal canario del producto barato de importación: «Si queremos que la roseta sobreviva, hay que pagar el trabajo que hay detrás», insiste.
Tradición viva
Para Dorta, la declaración como Bien de Interés Cultural llega «en buen momento», porque aún hay maestras vivas que pueden enseñar y porque el sur de Tenerife ha recuperado el orgullo por su artesanía. Advierte, no obstante, de que la mejor protección es que la técnica se use: «la roseta tiene que estar en los trajes, en los manteles, en las blusas; si se guarda en un cajón, se muere». Y concluye con una petición: «que no se quede en una noticia, que sigamos haciéndola y que las niñas sepan que esto también es Canarias».