El Proyecto Agua ayuda a migrantes a superar traumas acuáticos en Tenerife

Proyecto Agua | Foto: PROEMAID

Proyecto Agua | Foto: PROEMAID

Bajo la coordinación de la voluntaria Diana Balcázar y gracias a la labor conjunta de las asociaciones ASEM y ProAmite, la iniciativa transforma cada verano las aguas del litoral santacrucero en un entorno seguro donde sanar heridas invisibles.

En la playa de Las Teresitas, un grupo de migrantes vuelve a sumergirse en el mar, esta vez no como escenario de peligro, sino como espacio de reconciliación. Bajo la coordinación de la voluntaria Diana Balcázar y gracias a la labor conjunta de las asociaciones ASEM y ProAmite, el Proyecto Agua transforma cada verano las aguas del litoral santacrucero en un entorno seguro donde sanar heridas invisibles.

Durante los meses de junio a agosto, esta iniciativa organiza actividades lúdicas y terapéuticas en contacto con el medio acuático, orientadas a personas migrantes que han sufrido experiencias traumáticas relacionadas con el mar. «El objetivo no es hablar de esas experiencias, sino ofrecer un nuevo vínculo con el agua a través del disfrute y el juego», explica Balcázar, voluntaria y coordinadora del proyecto.

Las sesiones se desarrollan en cuatro encuentros de aproximadamente hora y media de duración. Comienzan con dinámicas de presentación y acogida en la arena, seguidas de una entrada progresiva al mar, donde se realizan juegos grupales y ejercicios adaptados según el nivel de natación de cada participante. Una breve prueba inicial permite distribuir al grupo según sus habilidades: quienes no saben nadar, quienes tienen nociones básicas y quienes ya dominan el medio. El equipo de voluntarios, formado por personas con experiencia en natación, atiende a cada grupo con especial cuidado y atención.

Temor profundo al mar

El material de apoyo —planchetas, churros, pull buoys— facilita la flotación y la movilidad dentro del agua. Según cuenta Balcázar, algunos participantes sienten un temor profundo al mar, pero la fuerza del grupo y la dinámica lúdica suelen obrar milagros. «La sonrisa de alguien que flota por primera vez, aunque sea con ayuda, es algo que no se olvida», señala.

Además del componente terapéutico, el proyecto tiene un impacto en el bienestar y la integración de las personas migrantes. «Volver con la autoestima potenciada, con energía renovada, facilita también la resolución de los retos del día a día», añade Balcázar. Entre los efectos colaterales más valiosos está la creación de vínculos entre participantes, lo que refuerza la cohesión social y el sentimiento de pertenencia.

Algunos de los antiguos participantes regresan ahora como voluntarios, como ejemplo de superación y acompañamiento a quienes recién comienzan. «Sus testimonios ayudan a otros a confiar, a entender que el mar también puede ser un espacio de alegría y no de amenaza», afirma.

El Proyecto Agua, ya consolidado como referencia, se mantiene gracias a la colaboración con centros que derivan participantes y al compromiso de su equipo voluntario. Desde la playa de Las Teresitas, cada brazada se convierte en una oportunidad para sanar, flotar y avanzar.