Maximiano Trapero: «La toponimia es un mapa de nuestra historia que estamos perdiendo»

Presentación del Diccionario de Toponímias de Canarias | Foto: Gobierno de Canarias

Presentación del Diccionario de Toponímias de Canarias | Foto: Gobierno de Canarias

El catedrático de Filología Española y profesor emérito de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, presenta su «Diccionario de Toponimia de Canarias», fruto de una labor de más de cuatro décadas.

Maximiano Trapero, catedrático de Filología Española y profesor emérito de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, alerta del peligro que corre la toponimia tradicional del archipiélago. El experto, autor de una decena de volúmenes dedicados al estudio del lenguaje en Canarias, presenta su «Diccionario de Toponimia de Canarias», fruto de una labor de más de cuatro décadas y basado en la recolección oral de 40.000 nombres de lugar. «La toponimia es un código milenario que nos cuenta cómo era el territorio y cómo lo vivían sus habitantes. Pero está desapareciendo», dice.

Trapero subraya que su trabajo se apoya en la memoria de los mayores del campo y del mar: «Muchas de estas denominaciones no aparecen en ningún mapa, pero eran esenciales para la orientación, el cultivo o la pesca. Si no se recogen ahora, se pierden para siempre». El abandono del mundo rural y la expansión de la urbanización turística están provocando —advierte— un cambio radical en el paisaje toponímico.

Tres raíces de los nombres

El investigador distingue tres orígenes principales en la toponimia canaria: el relieve del terreno (riscos, montañas, barrancos), la flora y fauna (como nombres derivados de árboles o aves locales) y los hechos históricos o culturales, tanto prehispánicos como posteriores a la conquista. «Cada nombre encierra una historia que remite a una realidad concreta. Son como fósiles lingüísticos de nuestro pasado», explica.

Pero el avance de la modernidad y los intereses comerciales están arrasando con este legado. «Frente a nombres con sentido como “Los Islotes” o “Los Infantes” —que tienen motivaciones geográficas o afectivas— aparecen otros como “Paraíso Feliz”, elegidos por promotores urbanísticos sin relación con el territorio. Es una mutilación cultural», lamenta.

Del campo a la costa: un mapa desaparecido

Trapero narra un episodio revelador sobre la recolección de topónimos en El Hierro. A bordo de una embarcación, acompañado de dos antiguos pescadores locales, fue anotando cuevas, puntas y charcos. «Uno de los marineros jóvenes que nos guiaba confesó que, sin la ayuda de los mayores, no habría podido nombrar ni un tercio de los lugares. Eso muestra cómo en solo una generación se ha perdido una enorme parte de ese conocimiento», apunta.

El diccionario recoge también los nombres surgidos en zonas rurales ya abandonadas, cuyo uso cotidiano desapareció al irse despoblando los campos. «Cuando una pared o una hoya dejan de tener quien las cultive o transite, dejan también de tener quien las nombre», resume el filólogo.

Una herramienta para la identidad

El catedrático insiste en que la toponimia no es solo una curiosidad académica, sino una herramienta viva para comprender la identidad colectiva del archipiélago. Por eso, considera fundamental que la ciudadanía y las administraciones públicas apuesten por su recuperación y preservación.

Trapero concluye con una advertencia: «Si no salvamos estos nombres, perdemos parte de nosotros mismos. Es un deber histórico y lingüístico que nos corresponde asumir como sociedad».