La médica de familia y epidemióloga María del Cristo Rodríguez, investigadora principal del proyecto, señala que se llevó a cabo un seguimiento a cinco años para medir el impacto del Tajogaite en la salud de La Palma.
La médica de familia y epidemióloga María del Cristo Rodríguez, investigadora principal de ISVOLCAN, celebra el galardón al «mejor proyecto de investigación» en la II edición de los Premios Canarias a las Ciencias de la Salud y la Investigación Biomédica por un estudio que monitoriza a más de un millar de palmeros expuestos a la erupción del Tajogaite. La investigación arrancó en enero de 2022 y afronta ahora una nueva fase de seguimiento para traducir la evidencia en decisiones sanitarias.
Un seguimiento a medio y largo plazo
ISVOLCAN nació «recién extinguida» la erupción con un diseño de epidemiología ambiental: medir de forma sistemática cómo evoluciona la salud de quienes estuvieron más o menos expuestos y detectar posibles efectos que solo aparecen con el tiempo. En 2026 —cinco años después del volcán— el equipo volverá a contactar con los participantes para repetir cuestionarios y pruebas y comparar con los datos basales recogidos en 2022. «Los desenlaces pueden tardar en manifestarse; por eso hay que seguir a la población durante años», explica Rodríguez.
Cómo se mide la exposición: del domicilio a la escoba
El estudio reconstruye la exposición individual combinando múltiples variables: distancia del domicilio a los centros de emisión, tiempo al aire libre por trabajo u ocio, participación en limpiezas de ceniza y, algo clave, la herramienta utilizada («no es lo mismo un cepillo, que levanta material, que una manguera»). También se consideran episodios de mala calidad del aire que afectaron zonas alejadas —como Puntagorda— y que, en determinados picos, registraron condiciones peores que las del propio valle.
Primeras señales: síntomas respiratorios y estrés postraumático
Los resultados preliminares confirman lo esperable: quienes limpiaron más horas o intervinieron en tareas de emergencia reportaron más síntomas respiratorios —especialmente de vías bajas— y oculares durante la erupción. En salud mental, las escalas de estrés postraumático puntúan más alto cuanto mayor fue la cercanía al volcán, con vulnerabilidad añadida en personas con antecedentes de depresión o ansiedad: «Los grupos vulnerables deben estar en el centro de cualquier respuesta», subraya la investigadora.
Metales y ceniza: señales en sangre, sin toxicidad
El equipo ha medido contaminantes inorgánicos en sangre y observa niveles «ligeramente superiores» en quienes realizaron más limpiezas con herramientas que levantaban partículas, incluso en parte del personal interviniente pese al uso referido de mascarilla y protección ocular. No se trata de valores tóxicos, recalca Rodríguez, pero sí de señales que obligan a revisar protocolos de protección laboral en emergencias de esta magnitud.
Del dato a la política pública
La ambición de ISVOLCAN es convertir el conocimiento en herramientas de planificación para el Servicio Canario de Salud: vigilar efectos crónicos, identificar perfiles de riesgo, adaptar la protección ocupacional y orientar actuaciones en episodios de contaminación natural —como la calima— que comparten elementos con los emitidos por el volcán: «Trabajamos para generar evidencia que se implemente: monitorizar, aprender y mejorar la respuesta sanitaria», resume Rodríguez.
Un consorcio multidisciplinar y abierto a la ciudadanía
El proyecto reúne a especialistas en epidemiología, toxicología clínica, neumología, geoquímica, geofísica, vulcanología y calidad del aire, en colaboración con el Servicio Canario de Salud y el Instituto de Investigación Sanitaria de Canarias. Más de mil personas de ambas comarcas participan y recibirán retroalimentación de los hallazgos, compromiso que el equipo mantiene desde el inicio del trabajo de campo.