El cineasta y comentarista Javier Chavanel, señala que la serie coreana «te hace sentir culpable» por disfrutar de su violencia.
En su repaso a las novedades del audiovisual contemporáneo, el cineasta y comentarista Javier Chavanel reflexiona sobre el fenómeno global que ha supuesto El juego del calamar, cuyas recientes segunda y tercera temporadas confirman —según su visión— tanto el agotamiento creativo de su creador como la vigencia de una historia que conecta con algunas de las tensiones más profundas de nuestras sociedades contemporáneas. La serie coreana, asegura Chavanel, «te hace sentir culpable» por disfrutar de su violencia, pero también ofrece una «descarga de adrenalina» que la convierte en una auténtica «montaña rusa emocional».
Una idea brillante, alargada por el éxito
Chavanel considera que la serie estaba «completamente cerrada» tras su primera temporada y que su continuación obedece al éxito rotundo que supuso ese debut. «Netflix no podía permitirse dejar escapar una franquicia así», explica. Sin embargo, valora positivamente el trabajo del creador, quien se enfrentó en solitario al reto de guionizar y dirigir todas las entregas. Aunque considera que «la sorpresa ya no existe», reconoce que la serie mantiene su eficacia narrativa y su capacidad para poner al espectador «en la tesitura de qué haría en una situación extrema».
Juegos infantiles con consecuencias reales
Una de las claves del éxito de la serie, según el análisis de Chavanel, está en el contraste entre la estética de colores brillantes y los juegos infantiles, frente a una trama marcada por la desesperación, la pobreza y la muerte. «La perversidad está en ese contraste: el juego es visualmente atractivo, pero las consecuencias son letales», afirma. El resultado es una propuesta que —en su opinión— lanza una crítica demoledora al mundo adulto, donde «el juego nunca es inocente» y ya desde la infancia se convierte en una herramienta para «distinguir ganadores y perdedores».
¿Un futuro occidentalizado?
Chavanel no descarta que la franquicia continúe con versiones en otros países. «Ya se habla de una versión americana con Cate Blanchett y David Fincher», apunta, y bromea con la posibilidad de una adaptación española en la que participen políticos nacionales. Más allá de eso, cree que la serie ha abierto un camino para nuevos formatos de ficción donde se cruzan el thriller, la crítica social y la espectacularidad estética. «Sería interesante ver ecos de nuestras sociedades en nuevas versiones del juego», sostiene.
Jurassic World y ‘28 años después’: entre la rutina y la innovación
Además del fenómeno coreano, Chavanel comenta el retorno de dos grandes sagas. Sobre Jurassic World 7, reconoce que «viniendo de cuatro desastres anteriores», esta entrega resulta sorprendentemente eficaz: «sin ser una gran película, hay cierto cariño en los efectos y en el planteamiento». Por otro lado, 28 años después, de Danny Boyle, le parece «una película distinta a lo esperado», más cercana al cine de crecimiento personal que al terror convencional. «Está rodada con iPhone 15, lo que ya es toda una declaración de intenciones», destaca, y subraya la belleza de sus paisajes, la potencia de su montaje y el carácter esperanzador de su mensaje.
Cine, crítica y placer culpable
Chavanel concluye que el audiovisual actual, a pesar de sus excesos comerciales, sigue ofreciendo espacio para el riesgo y la reflexión. Obras como El juego del calamar —con su mezcla de adicción, crítica y espectáculo— representan para él un tipo de entretenimiento que obliga al espectador a mirarse en el espejo: «nos gusta el juego, pero no queremos admitir que también nosotros participamos». Una visión lúcida y provocadora sobre el poder de las imágenes en tiempos de consumo masivo.