Su copropietario, Fermín Otamendi, subraya que el proyecto nace literalmente «del volcán», como respuesta a las erupciones de 1730 a 1736.
Bodegas El Grifo, fundada en 1775 en Lanzarote, celebra su 250 aniversario consolidada como una de las bodegas más antiguas de España y la más veterana del archipiélago en funcionamiento ininterrumpido. Su copropietario, Fermín Otamendi, subraya que el proyecto nace literalmente «del volcán», como respuesta a las erupciones de 1730 a 1736, y se mantiene hasta hoy gracias al relevo generacional, la tenacidad familiar y una forma de trabajar el viñedo que define como «un empeño constante en condiciones muy duras».
Una bodega nacida de la ceniza volcánica
Otamendi recuerda que, tras las erupciones que sepultaron buena parte de la isla, los viticultores comenzaron a excavar hoyos en el picón para alcanzar el suelo fértil y proteger las cepas del viento alisio, dando lugar al paisaje único de los viñedos lanzaroteños. Explica que El Grifo forma parte de esa primera oleada de bodegas y que, desde entonces, ha pasado por varias familias hasta llegar a la suya, que lleva siglo y medio al frente. «Ha sido cuestión de casualidad y de muchas ganas», resume, al insistir en que trabajar el campo en Lanzarote exige un esfuerzo extraordinario.
Malvasía volcánica y una cosecha marcada por la sequía
La bodega trabaja con diferentes variedades tradicionales de la isla, pero la uva predominante es la malvasía volcánica, una cepa que ha mutado hasta hacerse «totalmente singular» y que se acompaña de listán blanco, diego y otras castas locales. Sin embargo, el 250 aniversario llega en un contexto complicado: Otamendi califica la última cosecha de «desastre» por la falta de agua y recuerda que Lanzarote es la única isla sin un sistema generalizado de regadío, lo que impide siquiera «pequeños riegos de apoyo». Advierte de que lo más preocupante no es un mal año, sino encadenar dos vendimias cortas, algo que les obliga a racionar la producción.
Vinos honestos, ecológicos y con vocación de futuro
Ante la imposibilidad de competir en precio con los grandes productores peninsulares, El Grifo apuesta por la calidad y la diferenciación. Otamendi explica que su objetivo es elaborar «vinos lo más honestos y menos intervenidos posible», apoyados en un viñedo que ya es íntegramente ecológico. Insiste en que la sostenibilidad no es un eslogan, sino «la única manera de garantizar un futuro» para la viticultura en una isla con recursos hídricos tan limitados y sometida de lleno a los efectos del cambio climático.
Un catálogo premiado que mira dentro y fuera de las islas
El Grifo combina vinos jóvenes y frescos con referencias dulces de larga tradición, a las que Otamendi se refiere como «vinos de nuestros mayores», y acumula numerosos premios nacionales e internacionales. Señala que alrededor del 40% de la producción se destina a la Península y al exterior, con mercados como Canadá ganando peso, pero recuerda que una parte importante del consumo se hace «in situ» gracias a los millones de turistas que visitan Canarias y descubren la singularidad de los vinos lanzaroteños.
Comercio internacional y defensa del vino canario
Preguntado por el impacto de los aranceles en Estados Unidos, reconoce que las barreras comerciales «penalizan el consumo» y dificultan la expansión en ese mercado, aunque en su caso el foco está desplazado hacia otros países. Con todo, insiste en que cada restricción es un golpe para bodegas que ya soportan sobrecostes estructurales por su condición insular. Al cumplirse 250 años, Otamendi reivindica que El Grifo es, ante todo, la prueba viva de que la viticultura canaria puede combinar tradición, paisaje y calidad en uno de los territorios más extremos para el cultivo de la vid.