Gabriel Peña: «Una máquina expendedora no puede competir con la educación nutricional»

Alimentos saludables | Foto: Pixabay

Alimentos saludables | Foto: Pixabay

La Dirección General de Salud Pública asegura que el control de menús escolares y la regulación de las máquinas expendedoras ya están en marcha, aunque todavía existen retos en los centros de secundaria.

El médico pediatra Gabriel Peña, técnico del Servicio de Promoción de la Salud del Gobierno de Canarias, defiende que los esfuerzos para mejorar la alimentación en los centros escolares han avanzado en los últimos años. El control de menús saludables en los comedores y la regulación de las máquinas expendedoras forman parte de un programa vigente desde 2021, aunque aún persisten ciertos desafíos, especialmente en centros de secundaria.

Menús escolares con criterios estrictos

El programa impulsado por la Dirección General de Salud Pública establece criterios concretos para los menús escolares. Según Peña, se permite servir pescado entre una y tres veces por semana, y carne un máximo de tres veces semanales, pero solo una de ellas puede ser roja. Las carnes procesadas, como hamburguesas o salsa boloñesa, se limitan a dos veces al mes.

El objetivo, añade, es garantizar una alimentación equilibrada que contribuya a la educación nutricional desde edades tempranas. Aunque reconoce que no siempre es fácil incorporar estos criterios en los hogares, cree que el verano puede ser una oportunidad para que las familias experimenten con platos más saludables y atractivos.

Situación de las máquinas expendedoras

Sobre la presencia de máquinas expendedoras en centros escolares, Peña señala que, si bien no están prohibidas por ley, su uso se encuentra regulado. Existen disposiciones que limitan el contenido calórico, los niveles de grasas y el tipo de productos que pueden ofrecer: «En Canarias hay unas 600 escuelas, y en apenas medio centenar se encuentran máquinas expendedoras», asegura el especialista.

Aunque el número es reducido, su presencia se concentra en centros de educación secundaria. Estas máquinas están reguladas para que lo que se venda esté destinado, en principio, al profesorado y cumpla con unos requisitos nutricionales mínimos.

Cafeterías escolares: un frente abierto

Una preocupación adicional es la oferta alimentaria en las cafeterías escolares, donde la regulación es más compleja. Según Peña, las decisiones sobre qué productos se venden responden muchas veces a criterios económicos más que educativos: «El problema no es lo que se vende, sino lo que se consume; si no se ofrece una alternativa saludable, el alumnado no tiene elección», lamenta.

Por ello, insiste en que la solución no está solo en restringir, sino en educar desde etapas muy tempranas para favorecer una mejor aceptación de alimentos sanos y variados. En su opinión, si a un niño se le acostumbra desde los seis meses a consumir frutas, verduras o legumbres, a los diez años será más receptivo a opciones saludables también en la cafetería.

Involucrar a toda la comunidad

Peña concluye que los avances alcanzados en salud pública no serán sostenibles sin el compromiso de toda la comunidad educativa y familiar. La lucha contra la obesidad infantil, advierte, no depende solo de los menús escolares o las máquinas expendedoras, sino de una transformación social más profunda: «Si todos no nos implicamos, volveremos a hablar de obesidad infantil en pocos años», sentencia.

A pesar de las dificultades, el técnico subraya que el trabajo continúa y que los resultados empiezan a notarse, especialmente en los centros con mayor implicación del profesorado, el personal sanitario y las familias.