Ángel Luzardo, presidente de la Asociación de Costaleros de la Virgen del Carmen, dedica la medalla de oro de Canarias «a todos los que cargaron antes que nosotros».
Ángel Luzardo, presidente de la Asociación de Costaleros de la Virgen del Carmen de La Isleta, subraya que la Medalla de Oro de Canarias 2025 «reconoce una tradición viva que el barrio mantiene desde 1913». La imagen de la Virgen ha salido en andas durante más de un siglo, y desde 2001, lo hace de la mano de esta agrupación vecinal, nacida del afecto y la fe de un grupo de amigos.
«Esto no es una asociación al uso», afirma Luzardo, «somos una cuadrilla unida por la devoción y por el amor al barrio». La distinción institucional, explica, «es un honor inmenso, pero sobre todo es un homenaje a quienes antes que nosotros llevaron la imagen en procesión». Y subraya: «No estamos solos, llevamos la memoria de todos los que nos precedieron».
Una tradición que no deja de crecer
El grupo no ha dejado de sumar integrantes: «De hecho, hemos tenido que cerrar los plazos de inscripción porque cada año hay más gente que quiere participar», comenta Luzardo. El relevo generacional está asegurado. «Ya hay padres e hijos en la cuadrilla, lo que demuestra que esta tradición está más viva que nunca», sostiene. A los 18 años, los jóvenes del barrio ya muestran interés por entrar en el grupo y continuar lo aprendido en casa.
Devoción durante todo el año
Aunque el momento más visible es la procesión, la actividad de la asociación es constante. «Sólo paramos en agosto, el resto del año estamos organizando reuniones, formaciones, preparando a los nuevos costaleros», explica el presidente. También cuidan la imagen y colaboran con la parroquia para que todo esté a punto cuando llegue julio.
El esfuerzo, insiste, es colectivo. «Aquí no importa de dónde vengas; lo que se necesita es compromiso, fe y voluntad de mantener vivo lo nuestro».
Más que una procesión: una vivencia comunitaria
La salida de la Virgen del Carmen es más que un acto religioso. Es una vivencia popular que involucra a todo el barrio. «La procesión se respeta como algo muy nuestro. No es una imagen que pasea sola: la acompaña el barrio entero, con cariño y respeto», afirma Luzardo.
La cuadrilla se siente respaldada por vecinos y vecinas, y, según su presidente, esa implicación es lo que convierte la tradición en una seña de identidad colectiva. «Aquí nadie va solo. Vamos todos juntos, por los que estamos y por los que estuvieron».