El reto climático de Canarias exige actuar con inteligencia, ciencia y cooperación

Comité de expertos de la Agenda 2030 | Foto: Gobierno de Canarias

Comité de expertos de la Agenda 2030 | Foto: Gobierno de Canarias

Noelia Cruz, doctora en Desarrollo Regional, asesora al Gobierno de Canarias desde los comités de Agenda 2030 y Cambio Climático, y participa en dos proyectos europeos que buscan soluciones reales a los riesgos que ya amenazan al archipiélago.

En Canarias, hablar de cambio climático no es una cuestión teórica ni lejana. «Las consecuencias ya están aquí: tenemos menos lluvia, más temperatura, menos agua almacenada y una presión cada vez mayor sobre infraestructuras esenciales». Quien lo dice es Noelia Cruz, doctora en Desarrollo Regional, investigadora en la Universidad de La Laguna y una de las voces técnicas que asesora al Gobierno autonómico en materia de sostenibilidad y acción climática. Forma parte del Comité de Expertos para el Cambio Climático y de la comisión que guía la implementación de la Agenda 2030 en Canarias.

Cruz trabaja actualmente en dos proyectos europeos financiados por Horizonte Europa que colocan a Canarias en el centro de la investigación aplicada sobre adaptación climática: Natalie y Arsinoe. Ambos parten de una premisa común: los territorios insulares tienen características y necesidades propias que deben ser abordadas con estrategias específicas, innovadoras y coordinadas.

Proyecto Natalie

El proyecto Natalie se centra en tres riesgos climáticos clave: las inundaciones, las sequías y el aumento del nivel del mar. Y propone una respuesta muy concreta: soluciones basadas en la naturaleza, es decir, infraestructuras verdes que integran procesos ecológicos y conocimientos tradicionales.

En Canarias, Natalie actúa sobre tres islas con retos diferentes: En Gran Canaria, se busca mejorar la calidad del agua en la Charca de Maspalomas a través de intervenciones sobre las aguas de escorrentía y drenaje, previas a su entrada en la laguna. En Fuerteventura, el foco está en la sequía y en recuperar técnicas tradicionales como las gavias, para alargar el ciclo del agua y reutilizarla con más eficacia. En Tenerife, se trabaja en la zona de la Vega Lagunera, con la idea de crear un humedal urbano que mitigue el impacto de posibles inundaciones.

«La clave está en combinar el conocimiento tradicional con nuevas técnicas de drenaje urbano sostenible, y en entender que usar la naturaleza como aliada puede ser más eficaz y menos invasivo que recurrir a infraestructuras grises», afirma Cruz.

Proyecto Arsinoe: Agua, producción primaria y transición ecológica

El segundo gran proyecto, Arsinoe, se centra en la transición ecológica y en cómo afecta la vulnerabilidad hídrica a los sectores productivos en las islas volcánicas. «Trabajamos en La Palma y El Hierro porque queríamos ampliar el conocimiento a islas menos investigadas», explica la doctora. Allí se han desarrollado modelos tridimensionales de los acuíferos en colaboración con el Instituto Geológico y Minero de España, un paso clave para comprender cómo se recargan, cómo se comportan y qué presión soportan.

«Conocer el interior del acuífero permite a los consejos insulares de aguas tomar decisiones más certeras, sobre todo en islas con agricultura dependiente del agua subterránea», afirma. La experiencia, según Cruz, ya se estudia para replicarla en otras islas del archipiélago. Y todo este conocimiento será útil también frente a futuras intrusiones salinas o cambios en la calidad del agua.

Un reto más urgente y desigual en las islas

Cruz insiste en que los efectos del cambio climático serán más duros en los territorios insulares. «No solo por su menor capacidad de amortiguación, sino porque tenemos muchas infraestructuras críticas al borde del mar: puertos, aeropuertos, zonas residenciales… El aumento del nivel del mar no es una posibilidad, es un hecho en curso», advierte. Y aunque algunas costas accidentadas del archipiélago pueden frenar el impacto, muchas otras —como playas urbanas o litorales densamente poblados— tendrán que afrontar reubicaciones y rediseños estratégicos.

La investigadora alerta además sobre una amenaza menos visible: la escasa implantación de sistemas de reutilización del agua. «Tenemos experiencia en desalación y depuración, pero no estamos cerrando bien el ciclo. Necesitamos más plantas con tratamiento terciario y una política clara para reutilizar el agua en agricultura, jardinería o incluso limpieza urbana», afirma.

Cooperación entre islas, clave para la adaptación

Tanto Natalie como Arsinoe promueven la colaboración entre territorios insulares europeos. Canarias trabaja con Madeira, Azores, Martinica y Guadalupe, compartiendo modelos y soluciones. «Es fundamental no reinventar la rueda. Muchos de nuestros problemas son similares a los de otras regiones ultraperiféricas: dependencia del exterior, presión turística, escasez de agua. Si cooperamos, avanzamos más rápido», sostiene Cruz.

Un cambio de mentalidad y modelo económico

«Cada crisis climática será más agresiva en las islas. Por eso debemos ir más allá de la adaptación técnica: hace falta un cambio profundo en la forma en que producimos, consumimos y nos relacionamos con el territorio», afirma. La doctora defiende un enfoque que conecte lo social con lo ecológico: «El cambio climático no solo afectará a los ecosistemas, también a la salud, a la economía y a la cohesión social. Por eso, la sostenibilidad debe estar en el centro de toda política pública».