Una película ¿bien vale una violación?

La muerte del director de cine Bernardo Bertolucci ha vuelto a sacar a la luz la polémica de la escena de “El último tango en París”, en la que ideó, junto a Marlon Brando, la violación "realista" de la actriz Maria Schneider.

Fue el propio Bertolucci, dice el periodista cultural Javier Moreno, quien, en una conferencia, reveló que había engañado a la actriz, de diecinueve años de edad, para conseguir el realismo en la escena de la mantequilla: "No quería fingiera, sino que se sintiera realmente humillada". El director aseguró que Schneider, ya fallecida en el momento de la confesión, lo había odiado durante toda la vida. Bertolucci, sin embargo, no se mostró arrepentido ni con el paso de los años, porque "para hacer películas tenemos que ser fríos".

"Y un cretino", señala Moreno, que no deja que recordar la "enorme permisividad que seguimos teniendo con eso que llamamos artistas". Afirma que siempre hay que tener presente que "es tan inmoral el que da como el que toma", por tanto, "resulta inmoral decir que esa escena es excelente o que ese director es fantástico por esa película a sabiendas de que se realizó en semejantes condiciones". La palabra es "cretino", señala. Nos invita a reflexionar nuestra hipocresía pensando en la posibilidad de que mañana se publicara un libro de poemas escritos por Arnaldo Otegi: "Muchos se rasgarían las vestiduras y no entrarían ni a considerar si domina o no el dodecasílabo".