La responsable de políticas de infancia en España, Carmela del Moral, explica los hallazgos del estudio ‘La trampa de la autoexposición: nuevas dinámicas de explotación sexual en el entorno digital’
La responsable de políticas de infancia de Save the Children en España, Carmela del Moral, explica el estudio La trampa de la autoexposición: nuevas dinámicas de explotación sexual en el entorno digital, que analiza cómo surgen prácticas que «parecen voluntarias o normales» para quienes las viven, pero que, en realidad, constituyen explotación sexual. La ONG lleva años investigando el ejercicio de derechos de niños y adolescentes en Internet y los riesgos asociados al consumo de pornografía y a las violencias digitales, y ahora pone el foco en dinámicas de intercambio de contenido explícito a cambio de dinero, regalos o favores, vinculadas al auge de plataformas como OnlyFans o fórmulas como el sugar dating.
Qué es la “autoexposición”: la apariencia de voluntariedad
Del Moral señala que se habla de «autoexposición» porque, en la superficie, «parece» que son los propios chicos —y «principalmente las chicas»— quienes se exponen y acceden a esas plataformas o relaciones. Sin embargo, sostiene que esa apariencia invisibiliza el marco real: «lo que entendemos es que esta autoexposición en realidad lo que es es una forma de explotación sexual en el entorno digital», impulsada por desigualdades, presiones y relaciones de poder que condicionan las decisiones de quienes son menores de edad.
Hallazgos: legitimación social y falta de conciencia
Entre los resultados que más preocupan a Save the Children, Del Moral destaca que un 32% de jóvenes encuestados ve el intercambio de contenido sexual a cambio de dinero como una forma “legítima” de ganar ingresos, y que alrededor del 21% afirma conocer a alguien de su entorno que usa o considera usar estas plataformas con ese objetivo. Además, subraya que más del 71% no identifica estas conductas como explotación, lo que, a su juicio, refleja un proceso de normalización que puede afectar al desarrollo de la sexualidad y a los modelos de relación en la adolescencia.
El papel de redes sociales y algoritmos: promoción accesible a menores
La responsable de Save the Children advierte de que, aunque algunas plataformas estén restringidas a mayores de 18 años, se publicitan de forma «completamente accesible» en redes donde hay población menor. Según Del Moral, en perfiles de Instagram o TikTok se difunden contenidos que «promocionan, blanquean y legitiman» estas prácticas como una vía válida para ganar dinero. Añade que las plataformas no están diseñadas priorizando la protección de la infancia: denuncia falta de moderación, poca transparencia sobre los algoritmos y fallos en la verificación de edad, y compara esa laxitud con controles más estrictos que sí existen para publicidad de alcohol o tabaco.
Género: ellas como «objeto de consumo», ellos como consumidores o «agentes»
Del Moral describe un patrón claro de marketing diferenciado por género: a ellas se les vende la idea de «cuánto dinero» podrían ganar vendiendo fotos o entrando en citas con hombres mayores, mientras que a ellos se les interpela como clientes o incluso como «oportunidad de negocio» gestionando cuentas de chicas y quedándose con un porcentaje. En ese esquema, afirma, se reproducen dinámicas «clásicas de la prostitución y el proxenetismo», pero trasladadas al entorno digital, con efectos directos en la construcción de la masculinidad, la afectividad y la percepción del valor del cuerpo femenino.
Consentimiento, pérdida de control y huella digital
La responsable de políticas de infancia insiste en que cualquier intercambio de contenido sexual por compensación con una persona menor de edad es ilegal y que el gran riesgo es que las adolescentes crean que «tienen el control» cuando, en realidad, en Internet se pierde con facilidad. Pone como ejemplo que una imagen compartida con una pareja puede difundirse sin consentimiento, o que incluso directos pueden grabarse desde otros dispositivos. A partir de ahí, plantea preguntas que, según dice, muchas veces ni se consideran: dónde quedan las imágenes, quién las posee y qué ocurre con ellas cuando se abandona la plataforma, todo ello con consecuencias que pueden emerger años después.
Vulnerabilidad y culpabilización: cambiar el foco
Del Moral afirma que el riesgo existe «en todos los casos», pero es mayor cuando hay vulnerabilidad económica o afectiva, porque estas dinámicas se presentan también como una forma de «falso cuidado» o «falsa afectividad». Y rechaza de plano la culpabilización de quien se autoexpone: sostiene que el ecosistema digital «premia la sexualización» incluso sin intercambio económico y que culpar a las víctimas desplaza la atención de la raíz del problema, que es «quién paga» y quién se lucra con estas prácticas. Llega a definir el fenómeno como «el proxenetismo de la vieja usanza» trasladado a lo digital, porque las plataformas se quedan con una parte de los ingresos.
Educación y responsabilidad de las plataformas
Para frenar estas dinámicas, Del Moral apunta dos «asignaturas pendientes» en el sistema educativo: la educación afectivo-sexual y la educación en ciudadanía digital —no solo habilidades técnicas— para trabajar desinformación, huella digital y empatía online. A esto suma el papel de las familias, que, a su juicio, debe basarse en acompañamiento y diálogo, no en control o prohibición. En paralelo, reclama medidas firmes para plataformas: verificación de edad efectiva, moderación y etiquetado de contenidos, y garantías reales para impedir el acceso de menores a espacios donde «no deben» estar.