La experta en diseño defiende un uso crítico y responsable del entorno digital en menores y denuncia el machismo estructural en el mundo del videojuego.
La experta en diseño de videojuegos, licenciada en Bellas Artes y máster en estudios feministas, Nira Santana, expone la importancia de acompañar a menores y adolescentes en el uso responsable de los videojuegos, una herramienta que, asegura, puede servir para la transformación social. Santana alerta del sexismo que pervive en los contenidos y en las dinámicas del sector, y reclama una implicación activa de la industria y las administraciones para combatir los discursos de odio.
Productos culturales y artísticos
Santana defiende que los videojuegos «son productos culturales y artísticos» que forman parte de la vida cotidiana de millones de personas, incluidos los más jóvenes. Sin embargo, insiste en que su entorno sigue siendo hostil para las mujeres: «Las jugadoras son más del 50% en España, pero muchas ocultan su identidad bajo nombres neutros por miedo al acoso». A ello se suma la escasa representación femenina en los equipos de desarrollo y las narrativas predominantes. «No estamos en igualdad ni como creadoras, ni como jugadoras, ni como personajes representados».
Uso educativo de los videojuegos
Frente a este panorama, la especialista reivindica el uso educativo de los videojuegos, en especial de los denominados «serious games», que abordan temas sociales desde una perspectiva crítica. «Hay estudios que demuestran que los videojuegos pueden generar cambios positivos si incorporan valores inclusivos y no sexistas», sostiene Santana, quien reclama también medidas más estrictas: «Las empresas deben aplicar protocolos obligatorios contra el acoso y planes de igualdad, y no limitarse a declaraciones simbólicas».
Videojuegos y salud emocional
Además, advierte de que los videojuegos, como cualquier contenido cultural, afectan a la salud emocional: «El medio es virtual, pero el daño es real», afirma, al tiempo que llama a trabajar con familias y docentes para que comprendan los códigos y riesgos del entorno digital. «Tenemos que educar en la empatía y en la conciencia crítica», concluye.