➤ «No estamos adaptando la técnica, estamos adaptando la forma de enseñarla» ➤ «Los chicos y chicas se van sintiendo orgullosos de que pueden hacer esto» ➤ «Hace falta más difusión, más apoyo institucional y más formación especializada»
La lucha del garrote, uno de los deportes autóctonos más antiguos de Canarias, se abre camino como disciplina inclusiva gracias al trabajo de entidades como el Instituto Insular de Deportes de Gran Canaria y figuras como Nanda Donate, coordinadora de los programas de lucha del garrote adaptado. Su labor se centra en que esta práctica tradicional no solo sobreviva, sino que también sirva como vía de integración para personas con distintas discapacidades físicas, mentales e intelectuales.
Donate explica que el programa, en desarrollo desde hace varios años, no se limita a facilitar el acceso al deporte: «No estamos adaptando la técnica, estamos adaptando la forma de enseñarla». Esto significa que el contenido, el ritmo y hasta el lenguaje se ajustan a las capacidades del alumnado. El objetivo es claro: derribar barreras físicas, emocionales y sociales desde un deporte que exige respeto, disciplina y control.
El orgullo de descubrir nuevas capacidades
El programa ha llegado ya a más de 350 jóvenes, según indica Donate, y continúa creciendo. «Los chicos y chicas se van sintiendo orgullosos de que pueden hacer esto», afirma. Una de las claves del éxito está en el efecto transformador que provoca en los participantes. Muchos de ellos llegan con dudas, con miedo o incluso con desconfianza, pero tras las primeras clases, descubren que son capaces de realizar técnicas que jamás imaginaron.
Donate destaca que este impacto va más allá del entrenamiento físico: «La lucha del garrote se convierte en una herramienta de autoestima, de empoderamiento y de conciencia corporal». La actividad, que antes parecía lejana o reservada solo a personas sin discapacidad, se convierte en parte de su identidad.
Formación específica para una inclusión real
Una de las principales carencias que enfrentaba el proyecto al comenzar era la falta de personal preparado. «La Federación tenía monitores, pero no especializados en garrote adaptado», recuerda. Por ello, se han lanzado cursos específicos de formación para monitores que enseñen a personas con discapacidad.
«Un monitor no solo debe saber la técnica, sino también cómo comunicarla a cada tipo de discapacidad», subraya Donate. A veces se trata de ajustar el lenguaje, otras veces de modificar el ritmo o el orden del aprendizaje: en lugar de ir de lo fácil a lo difícil, como en la enseñanza tradicional, en este caso se comienza por lo más complejo y simbólico, para luego pasar a movimientos más simples. Esta metodología inversa tiene un fuerte componente emocional y motivacional.
Una herramienta comunitaria que pide respaldo
A pesar del impacto social del proyecto, Donate insiste en que todavía falta apoyo: «Hace falta más difusión, más apoyo institucional y más formación especializada». Considera que el programa debe ser conocido y respaldado no solo por entidades deportivas, sino también por instituciones educativas, sociales y sanitarias.
Actualmente, los equipos visitan centros escolares y asociaciones para realizar demostraciones, lo que ha facilitado que muchos chicos y chicas conozcan esta modalidad. Aun así, Donate lamenta que la lucha del garrote, incluso en su forma tradicional, sigue siendo poco conocida en algunas zonas del Archipiélago. «Hay personas que ni siquiera saben qué es este deporte canario. Si logramos difundirlo más, lograremos también que crezca el apoyo a su versión adaptada».
Un modelo para replicar en otros deportes autóctonos
La experiencia acumulada con la lucha del garrote adaptado podría servir de modelo para otros deportes canarios. Donate defiende que las disciplinas tradicionales tienen un enorme potencial inclusivo si se les brinda el espacio, la formación y los recursos necesarios. «El deporte autóctono no es un lujo del pasado, es una herramienta viva que puede transformar realidades en el presente», concluye.
A través del garrote adaptado, Canarias demuestra que la tradición no está reñida con la inclusión. Al contrario: puede ser un camino para que quienes han sido históricamente excluidos encuentren su lugar, se reconozcan a sí mismos y participen en igualdad de condiciones en una práctica que une identidad, respeto y superación.