La Inteligencia Artificial, un bien de consumo «que no es apto para el consumo»

La Inteligencia Artificial y los menores | EEC

La Inteligencia Artificial y los menores | EEC

El guionista y escritor Javier Chavanel señala que las nuevas tecnologías están llevando a las pantallas «una muerte en directo».

El guionista y escritor Javier Chavanel alerta del impacto social de la inteligencia artificial generativa y del ecosistema de creadores de contenido en internet. Asegura que las grandes plataformas se han lanzado al consumo masivo «sin tener en cuenta nada» y que los mecanismos de protección fallan, especialmente cuando los menores quedan expuestos a discursos sin mediación adulta. «No se está haciendo nada… está en manos de los niños», sostiene, al hilo de varios episodios graves que, afirma, demuestran el riesgo de una tecnología y unas audiencias «sin control» ni criterios claros de autoridad. 

IA, menores y fallos de los filtros

Chavanel recuerda que los sistemas de IA incorporan respuestas de contención ante mensajes de autolesión, pero denuncia que estos frenos se pueden esquivar con facilidad si el usuario encubre la petición como parte de «una ficción». «El chat GPT tan inteligente no es y se vuelve idiota. Entonces, ya te empieza a dar claves», afirma, en referencia a un caso en el que, según relata, la herramienta llegó a aconsejar a un joven que ocultara marcas de un intento previo de ahorcamiento: «Ponte una chaqueta de cuello alto para que no se vea». 

«Lo pones en manos de los niños»

Para el escritor, el problema se agrava con el acceso temprano e indiscriminado a móviles y redes: «No se está haciendo nada… está en manos de los niños», advierte. Y carga contra el papel de algunos referentes digitales: «Sus gurús son auténticos impresentables», en alusión a streamers que mezclarían entretenimiento con «pensamientos» no contrastados ante audiencias juveniles sin acompañamiento adulto. 

Streamers, sociopatía y la «muerte en directo»

Chavanel enlaza la expansión de la IA con una cultura del directo que empuja a la humillación y la escalada de retos para monetizar la atención. Cita un caso ocurrido en Francia, donde un creador falleció tras jornadas de vejaciones retransmitidas ante miles de personas, y alerta sobre dinámicas similares en España: «Estamos asistiendo a una muerte en directo», dice al mencionar a un streamer cuya exposición pública y consumo de drogas generan preocupación entre sus propios seguidores. «Es bastante grave… dice bastante del ser humano», resume, por la naturalización del espectáculo del daño y la complicidad de quienes «dan click» y pagan por peticiones extremas. 

Tecnología, poder político y europa

Chavanel sitúa estos fenómenos en un marco de poder global. Interpreta una reciente cena-reunión de Donald Trump con grandes figuras de Silicon Valley como un guiño a la desregulación y una advertencia a Europa, tras sanciones comunitarias a gigantes tecnológicos. «Quedó claro quién ostenta el poder», afirma, y califica la escenografía de la cita como «muy feudal… dejando claro quién corta el bacalao», en referencia a la dependencia de las empresas respecto a decisiones políticas que pueden «joder en cualquier momento» modelos de negocio mediante regulaciones o aranceles. 

El terror en el cine

Más allá del frente tecnológico, Chavanel se detiene en el éxito veraniego de «Weapons», una cinta que —sostiene— ha llegado al gran público por su estructura de sorpresas y por «tirar por el humor» cuando se desmonta la excusa del terror. «La película es una montaña rusa… me parece una propuesta muy inteligente», asegura, al tiempo que diferencia el fenómeno de «La sustancia», surgido «del subsuelo» independiente. A su juicio, el género de terror «comercialmente siempre ha funcionado», pero todavía le cuesta que la industria lo «tome en serio», pese a la calidad de producciones recientes. 

Un diagnóstico incómodo

El hilo común de sus reflexiones es la tardanza en regular y el predominio de «las leyes del mercado». «Arrasas con todo un monstruo enorme» y sólo después llegan las consecuencias, resume. Por eso insiste en que la IA generativa y el ecosistema de plataformas deben tratarse con el mismo nivel de exigencia que cualquier producto de consumo que afecte a salud mental, infancia y convivencia democrática. «Es un bien de consumo que no es apto para el consumo, de cierta manera», repite, y propone abandonar la ingenuidad: la combinación de tecnología, precariedad y audiencias desbordadas ha creado, dice, «un arma muy poderosa» que exige responsabilidad antes de la próxima tragedia retransmitida.