El viceconsejero de Aguas y Emergencias del Gobierno de Canarias, Marcos Lorenzo, sitúa la prioridad en cerrar sin más demoras el ciclo vigente (2022-2027).
La planificación hidrológica en Canarias llega tarde, pero avanza con un cambio de ritmo que aspira a poner fin a los incumplimientos. Así lo sostiene el viceconsejero de Aguas y Emergencias del Gobierno de Canarias, Marcos Lorenzo, que sitúa la prioridad en cerrar sin más demoras el ciclo vigente (2022-2027) —cuyos planes se terminaron «a finales de 2024»— y, en paralelo, arrancar ya el siguiente (2028-2033) para que, «por primera vez», el Archipiélago cuente con los documentos aprobados antes de que empiece el periodo de aplicación: «El objetivo y la meta es conseguir, por primera vez en Canarias, terminar la planificación (…) antes de diciembre del 27», afirma.
Recuperar el calendario que exige la UE
Lorenzo reconoce «que desgraciadamente en Canarias hemos ido bastante a la cola» en la actualización de los planes hidrológicos y de riesgo de inundación. Explica que el ciclo 2022-2027, que debía aplicarse desde 2022, «vino a estar terminado (…) a finales del 2024», con tres años de retraso. Para corregir esa deriva, el equipo actual ha iniciado «desde el final del año pasado» la redacción del ciclo 2028-2033 con la meta de aprobarlo antes de diciembre de 2027. «O sea, por primera vez tener la planificación antes de que comience el propio ciclo de aplicación», subraya.
Siete cuencas y mucha coordinación
El viceconsejero recuerda que Canarias funciona con «siete demarcaciones» y «siete organismos de gestión de cuencas» (los consejos insulares de aguas), una singularidad útil para detectar problemas específicos de cada isla, pero que «en la parte de planificación nos ha lastrado». Al llegar en 2023, «nos encontramos (…) con solamente dos planes a punto de aprobarse, (…) La Gomera y El Hierro», dice. Desde entonces, la Dirección General de Aguas «ha puesto toda la carne al asador» para apoyar técnica y administrativamente a los cabildos, centralizando parte del refuerzo en un encargo «a la empresa Trax, a través de la parte técnica, Traxatec», para tareas como documentos iniciales, encuestas y acopio de datos.
La lección de Europa y el riesgo para los fondos
El retraso tuvo consecuencias: «Estuvimos sentenciados en una sentencia judicial (…) en la que nos metió la Unión Europea (…) por incumplir», recuerda. Aquella «espada de Damocles» podía derivar en la «aminoración de los recursos que nos venían de Europa». De ahí el giro operativo: «No lo queremos volver a repetir» y «hemos decidido coger la sartén por el mango desde el principio de esta legislatura», afirma Lorenzo.
Barrancos, alertas y obras para frenar las avenidas
La planificación de riesgos gana peso en un escenario de lluvias más «torrenciales». A diferencia de la Península, donde los ríos dan cierto margen, «en Canarias tenemos barrancos y el tiempo (…) desde que se produce esa descarga en cumbre a que llega a la parte baja (…) es muy, muy, muy corto». Por eso, el plan combina «encauzar barrancos», «reducir la velocidad de las avenidas» con dispositivos en cauces y reforzar la «alerta temprana» con redes de medición en cabeceras. «Es importantísimo poder tener los sistemas de alerta temprano», remarca.
Aprovechar el agua que baja por los barrancos
«Es posible y es complejo», responde cuando se le plantea la vieja aspiración de retener el agua de avenida. Pone como ejemplo el barranco de Las Angustias (La Palma), donde la enorme pendiente, la alta velocidad del flujo y la gran capacidad de arrastre de materiales desaconsejan «cerrar completamente la salida», por el riesgo que generaría aguas abajo en zonas pobladas como el puerto de Tazacorte. La solución más prudente pasa por «tomaderos» que deriven una parte del caudal —como los de los heredamientos de Argual y Tazacorte— sin alterar el curso natural ni comprometer la seguridad.
Presas y galerías: seguridad antes que nada
Más allá de nuevas captaciones, la Viceconsejería quiere «estar seguros de que esa infraestructura, si en algún momento se llenara de agua», resiste. Cita instalaciones como la presa de Los Campitos y reclama revisar y mantener estructuras «que se van abandonando en el fondo de los barrancos». También alerta sobre las «galerías», con antecedentes de «desgraciado accidente» por gases —menciona Los Silos—, y reclama vigilancia para evitar riesgos laborales y ambientales.
Acuíferos y sostenibilidad
El progreso de décadas —abrir un grifo «fue un auténtico lujo» para los abuelos— se apoyó en perforaciones que hoy obligan a extremar el control: «Sabemos de la sobrepresión (…) del acuífero en (…) Tenerife», afirma. El objetivo es «evitar la sobreexplotación» y «aprovechar mejor» las captaciones, usando «solamente lo que se va reponiendo, sin entrar (…) en las reservas». Un equilibrio que exige datos, fiscalización y una coordinación fina con los cabildos.
Urbanismo con criterio hidráulico
La presión demográfica de algunas islas obliga a integrar los planes de inundación en la ordenación del territorio: mantener «despejadas» las zonas de avenida, asegurar «el acondicionamiento de desagües al mar» y no construir en áreas donde los barrancos deben cumplir su función de drenaje natural. «La planificación urbanística tiene que tener en cuenta necesariamente también los planes de riesgo de inundación», insiste.
Lorenzo subraya la coordinación entre sus dos áreas: «En esto se unen las dos áreas en las que soy titular (…) tanto la parte de emergencias (…) como la planificación hidrológica». La finalidad es evitar episodios trágicos como el de Valencia «hace un año», reforzando alertas, obras de encauzamiento y protocolos de actuación. «Hay mucho trabajo colaborativo», resume.