«Ser ejemplo. Dar ejemplo.»

En medio de la catástrofe que ha originado el COVID19, pese a la fatalidad que suponen las miles de vida perdidas, las heridas de quienes no han podido siquiera despedirse de sus seres queridos, el desastre económico y social al que nos aboca, pese a nuestras debilidades como comunidad, Canarias sigue siendo un paraíso.

Hoy nuestra fortaleza reside en ser una de las regiones europeas con mejor evolución de la pandemia. Nuestra principal debilidad es que no seamos capaces de administrar esa ventaja. Y puede ser que lo seamos por pura casualidad, por un factor suerte. Porque aquel 14 de marzo, que entró en vigor el Estado de Alarma y el confinamiento, la incidencia en las Islas era menor que en otras grandes ciudades de España y pudimos responder con mayores garantías a las situación de emergencia sanitaria. Nuestra condición geográfica, las tan en ocasiones denostadas lejanía y la doble insularidad, han jugado a nuestro favor en esta ocasión. Pero no quiero entenderlo sólo como una cuestión de azar, quiero también creer que esta evolución positiva ha sido fruto de un comportamiento ciudadano ejemplar, de un abordaje profesional de primer nivel, de decisiones políticas acertadas.

En estas últimas semanas esa fortaleza nos ha llenado de optimismo, tan necesario cuando todo a nuestro alrededor se ha teñido de negro luto. Fue el propio presidente del Gobierno de Canarias quien dijo literalmente que Canarias podía ser el laboratorio donde se miraran otras comunidades autónomas para abordar con eficacia ese delicado y escalonado proceso de desconfinamiento. También la consejera regional de Turismo usó la expresión banco de ensayos para referirse a la repercusión que esta transitoria fortaleza puede suponer para poner en marcha el sector turístico del que tanto depende la economía de las Islas.

A esta filosofía se sumó también Luis Serra Majem, portavoz del equipo científico que asesora al Comité de Gestión de Emergencia Sanitaria de las Islas, en un video difundido la pasada semana en el que analizaba la favorable evolución de la pandemia en las Islas. Y con el objetivo de aprovechar esta fortaleza se presentó Angel Víctor Torres en la conferencia de presidentes del pasado domingo, demandando que se tuviera en cuenta la especial situación en las Islas, el hecho insular, a la hora de programar una salida controlada y escalonada del confinamiento. La situación de islas como La Graciosa, El Hierro y La Gomera merecían una atención y sensibilidad específica.

Pero, volvamos por un momento al inicio de esta tragedia. El Gobierno de Pedro Sánchez, marcado por la presión independentista, y las malas perspectivas de la pandemia en la capital nacional, se arrogó todas las competencias en la respuesta a la emergencia sanitaria y es evidente que no estuvo a la altura. Se llenó la boca con algo que no pudo masticar ni deglutir. La pandemia se extendió mientras la mayor parte de las comunidades y provincias esperaban a que el Gobierno central, tal y como se había comprometido, buscase las soluciones y repartiera los medios. Pero no fue así. Cuando la incapacidad fue manifiesta, los gobiernos regionales, y en nuestro caso también algunos insulares, se vieron obligados a buscar y proveer sus propios remedios. El Plan Sánchez había fallado, pero reconocerlo habría sido una sentencia de muerte para el Partido Socialista, que recurrió a la unidad nacional y a la solidaridad interterritorial con las comunidades que peor lo estaban pasando.

En tiempos de emergencia sanitaria, estados de alarma, confinamiento obligado, asimilación inaudita de las restricciones a nuestra libertad, proliferación de fake news y bulos interesados, se debe ser especialmente cuidadoso en la elección de las palabras y de las propuestas. Y donde algunos hablaron de laboratorio y ensayos, otros entendieron experimentos, privilegios y libre albedrío.

Más allá de las intoxicaciones políticas y mediáticas que llevaron al portavoz del comité científico a tener que matizar que Canarias no tomará decisiones de forma unilateral en la gestión de la emergencia sanitaria, o que la expresión laboratorio no hace referencia a que la población canaria sea usada como coballas, lo cierto es que Canarias sigue teniendo una situación privilegiada que debe aprovechar.

A estas alturas de confinamiento ya todos sabemos que el COVID19 marca un antes y un después en nuestras vidas y que nada volverá a ser como antes. Y ante esta realidad hay varias opciones: escondernos en un rincón a preguntarnos una y otra vez ¿quién ha robado mi queso?, depresivos y melancólicos, o ser proactivos y aprovechar las enseñanzas y oportunidades que nos trae la pandemia.

Cambiemos entonces la palabra “laboratorio” por el vocablo “ejemplo”. ¿Somos capaces, estamos a la altura de aprovechar la ventaja y convertirnos en ejemplo, en ese espejo en el que puedan mirarse otros territorios a la hora de afrontar el desconfinamiento?

Para eso no podemos confiarnos en la suerte ni en el azar. Aprovechar la ventaja requiere de nuevos esfuerzos. De la actitud decidida y sin complejos de los responsables políticos, de la implicación de los científicos y expertos, de los profesionales sanitarios, y especialmente de la propia población. Porque el desconfinamiento sólo será exitoso si todos asumimos que la vida no sigue donde la dejamos, que hay que interiorizar el cambio, convertir en hábito el distanciamiento social, el respeto al espacio personal del otro, que el uso de las mascarillas equivale al de la ropa interior y que nuestra propia vida depende de la asiduidad con la que nos lavemos las manos.

¿Por qué temer al cambio? Cuando antes asumamos que nada volverá a ser igual, antes podremos continuar con nuestras nuevas vidas. Merece la pena además que podamos hacerlo siendo y dando ejemplo.