El promotor del Consorcio de Emergencias de Gran Canaria, afirma que la Corporación insular debería asumir los servicios de San Bartolomé y Las Palmas de Gran Canaria.
Para Isturitz, el Consorcio de Emergencias de Gran Canaria es viable, pero se decanta por crear una oficina insular de emergencias que dependa solo del Cabildo porque “gestionar un servicio de emergencias con veinte dueños es muy difícil”. A su juicio, esa oficina insular debería asumir no solo el Consorcio, sino también los servicios de bomberos de San Bartolomé de Tirajana y Las Palmas de Gran Canaria.
El que fuera primer gerente del Consorcio de Emergencias de Gran Canaria recuerda que la institución de seguridad se creó por acuerdo del Parlamento de Canarias en el año 1997 o 1998, en el que se establecía como una de las líneas de trabajo la creación de una red de emergencias y bomberos en todas las islas: “A fecha de hoy todavía no existe en El Hierro o en La Gomera”. Señala que en Gran Canaria se llamó “adrede” de emergencias y no de bomberos, “para que sus competencias fueran mayores y acogiera el salvamento marítimo y el salvamento en playas”, pero la idea no prosperó: “Fue uno de mis errores”.
Recuerda que en el momento de la creación se planteó si los bomberos debían ser funcionarios o personal laboral, y el secretario del Cabildo se decantó porque fueran funcionarios. Señala que el problema laboral en el Consorcio se ha agudizado desde el año 2007 cuando se constituyen tres parques de bomberos nuevos “y no se convocan plazas”. Entonces hubo que pagar pluses a las plantillas para cubrir los servicios de más, “y ahora es complicado bajarlo”. Recuerda que “los bomberos van cuando otros nos vamos”, por lo que considera que sus sueldos no son desorbitados: “Los bomberos son necesarios para la sociedad, no solo porque lo diga la ley”.
Señala que si el Consorcio desaparece, los ayuntamientos de más de 20.000 habitantes tendrán que montar su propio servicio de bomberos y “es cierto que la ley no dice si deben ser remunerados o no remunerados”. Señala que una complementariedad entre profesionales y voluntarios puede ser buena “siempre que haya una base profesional y no quiten puestos de trabajo”. Estima que el problema de la externalización de los servicios es que “a veces se convierten en una dejación. Y de lo que se hace dejación, se deteriora”.