Tres ‘racistas’

Onalia Bueno tras interponer la denuncia por las condiciones de los migrantes en el Muelle de Arguineguín | Foto: AYUNTAMIENTO DE MOGÁN

Onalia Bueno tras interponer la denuncia por las condiciones de los migrantes en el Muelle de Arguineguín | Foto: AYUNTAMIENTO DE MOGÁN

Yo no veo racismo por ningún lado. ¿Dónde está la falta de respeto, el menosprecio, el pecado mortal por pedir que se cumpla la ley?

Francisco J. Chavanel

La alcaldesa de Mogán, Onalia Bueno, ha sido tildada de “racista” en los últimos días por dos miembros del Gobierno: la responsable de Asuntos Sociales, Noemí Santana, y el consejero de Justicia, Julio Pérez. Comete Bueno perversión racista por amenazar a diez hoteles u apartamentos turísticos con sancionarlos económicamente si el día 31 de diciembre no los tienen libres de sus últimos clientes: migrantes llegados en pateras o cayucos, instalados ahí por el Gobierno donde están Santana y Pérez, pagada su estancia con dinero procedente del Gobierno central, tal vez demasiado ocupado en no instalar campamentos decentes para gente de la que se dice que posee dignidad.

Yo no veo racismo por ningún lado. ¿Dónde está la falta de respeto, el menosprecio, el pecado mortal por pedir que se cumpla la ley? Me parece que algunos están perdiendo el norte y ya no saben cómo exponer su derrota como gobernantes, su incapacidad para tratar a seres humanos como tales.

El campamento de la vergüenza de Arguineguín no es un montaje de la alcaldesa de Mogán. Ese hacinamiento superlativo, esa fábrica de cometer delitos todos los días contra la dignidad humana es obra del Gobierno central, casualmente en manos del mismo partido que manda y ordena en el Archipiélago. Son de ellos las competencias y es de ellos su pésima planificación, y la bofetada diaria con la que agreden a los que vienen huyendo del hambre o huyendo porque lo paga Marruecos. Me da igual.

Eso sí que es racismo. Racismo progresista. ¿Por qué los racistas, los héroes de la inutilidad, los que programan este desastre con todo esmero, llaman racistas a los que simplemente quieren algo de decoro, de justicia, los que piden una oportunidad para sobrevivir?

Es dudoso desde un punto de vista legal que un migrante pueda ser instalado por el Gobierno central, y local, en un hotel construido para el turismo. Si tal inconsciencia ocurre es porque ambos, Ejecutivo central y local, no saben cómo arreglar el lío. No disponen de instalaciones adecuadas y, sobre todo, no disponen de ganas. Esto último lo digo por el Gobierno central, cuya gestión de la crisis es la de un grupo de botarates borrachos peleándose entre ellos bajo una tormenta glacial. Ni se entienden ni se entiende lo que hacen. Cada vez que vienen a visitarnos sentimos vergüenza ajena. Lo mejor que pueden hacer por nosotros es que no vengan, quédense en Madrid, mostrándonos lo bien que suena la palabra “solidaridad” cuando lo que se tiene en el corazón es una piedra.

Pero si se les critica esa gestión bochornosa entonces es que somos racistas. Les han robado todo lo que pueda significar respeto, derechos humanos, igualdad, europeísmo, y son los ladrones los que insultan a los dueños de la casa a la que han ido a esquilmar. Es impresionante. Sólo les falta meternos en la cárcel por discrepar.

Los hoteles turísticos están para lo que han sido diseñados. No son la cárcel de oro de unos desgraciados que han cruzado el océano para ser exhibidos. El Gobierno central comete una ilegalidad, pues su misión sería derivarlos hacia el continente, y no dejarlos hacinados o en apartamentos para justamente originar una secuencia xenófoba en la población, que se siente golpeada en lo más íntimo.

Mogán necesita de esos hoteles el día uno de enero, fecha en la que supone que se inicia la temporada alta. Es lo mismo que ha solicitado la alcaldesa de San Bartolomé de Tirajana, Conchi Narváez, aunque este detalle los medios oficiales lo callan. Y lo callan porque Narváez es del PSOE y aquí se precisa una “mala oficial”, una señora a la que llevan atropellando su prestigio desde 2005 con las célebres investigaciones a “corruptos” del comisario Narciso Ortega, en su excelsa misión de colocar a Juan Fernando López Aguilar al frente de la Autonomía. Fracasó pero dejó el patio lleno de porquería, de sangre, y de sospechas gratuitas. Lo de Narváez, socialista como ellos, les rompe el argumentarlo. Ya no es una racista, ya son dos. O las dos o ninguna.

Aunque tal vez sean tres. En la ocasión, un racista. Les presentó a Blas Acosta, presidente del Cabildo de Fuerteventura. Este fin de semana Acosta acaba de decir lo evidente: meter a migrantes en hoteles es cargarse el turismo. Cada persona tiene que estar en su sitio. Los migrantes en centros adaptados a sus singularidades. Los turistas en los hoteles, ayudándonos a mejorar una situación económica que nos puede llevar a un 40% de paro.

El sólo mentar esta cifra debiera hacer callar a los que utilizan el racismo para tapar sus insuficiencias. Da escalofríos pero si no vienen turistas eso es lo que pasará.