Buitres

Pateras acumuladas en el Muelle de Arguineguín | Foto: AYUNTAMIENTO DE MOGÁN

Pateras acumuladas en el Muelle de Arguineguín | Foto: AYUNTAMIENTO DE MOGÁN

Han volado desde Madrid los buitres, y los buitres revolotean en torno a la debilidad de 666 subsaharianos.

Francisco J. Chavanel

Sumémonos a esta fiesta del dislate y el vampirismo: Vox visitando a los migrantes de Arguineguín. Han volado desde Madrid los buitres, y los buitres revolotean en torno a la debilidad de 666 subsaharianos, número del diablo por cierto, que lo único que saben es que estando allí, comiendo y bebiendo allí, atendidos por los lugareños de allí, tienen una seria oportunidad de sobrevivir.

Otros hablan de cárceles. El Archipiélago es una cárcel para los 5.000 africanos que todavía quedan en las islas desde que se iniciara su éxodo a inicios de este año. Lo dicen y lo repiten todo el rato, como si dudaran de la fidelidad de su mensaje. Yo digo que una cárcel es la Península o Europa casi al completo, dominada por la pandemia, con la gente muriendo en los hospitales a un ritmo que recuerda la primera ola, con el miedo y el pánico dominando la política y las decisiones económicas. ¿A dónde iba a ir esta gente en medio de este paisaje de peste?

Esa es la conclusión a la que ha llegado el gobierno de Pedro Sánchez: Canarias es un confinamiento natural, sus ratios son enanos al lado de cualesquiera en el resto de España. Por eso los dejan, por eso no hacen nada, y por eso le piden a Ángel Víctor Torres que aguante con el marrón mientras buscan una solución mediante acuerdos con Mauritania y Marruecos que todavía no se han cerrado.

O sea, que para Sánchez la cárcel es el territorio español.

En este baile de buitres menciona la palabra “cárcel” el que pudo evitar esta pésima imagen de personas hacinadas, de cualquier manera, bajo la carpa de Arguineguín. Hubo alguien que lo previó porque tenía la información precisa. Sabía que venía una invasión, por lo que se puso de acuerdo con Cruz Roja para que construyese un campamento en Agüimes con capacidad para 1.200 personas, con la privacidad necesaria, la comodidad debida, con la humanidad que se le presume a una zona civilizada. Pero los “solidarios” dijeron que no, los plusmarquistas mundiales de la adoración al tercer mundo, a los desharrapados del planeta, y a los descamisados cósmicos, dijeron que no, y dijeron que no porque no les gustaban los negros habitando entre ellos; negros aquí no, dijeron; no queremos apestados, no queremos lo último que debe pisar La Tierra.

Tan normal como eso. Tan normal como la inmensa mayoría. ¿Quién quiere negros en su edificio, cerca de tu casa, en tu barrio, en tu urbanización? Claro, si tú no presumes de abrazar la pobreza extrema, tienes una excusa, pero si tu negocio, tu merchandising, tus políticas comerciales, son justamente venderte como un héroe implacable contra la injusticia que provocan con sus decisiones los ricos sobre los miserables, entonces ¿qué excusa queda? Ah sí: que la zona huele mal y que hace mucho calor. Lo del calor llega al alma tratándose de los seres humanos del universo que mejor combaten las temperaturas altas.

Canarias solo tiene un negocio: el turismo. La pandemia lo ha escrito con letras de molde, para eliminar cualquier tipo de duda. Turismo e inmigración son contradictorios. Placer y derechos humanos, son enemigos íntimos. Si apuestas por islas llenas de migrantes lo que obtendrás será ruina. Si apuestas denodadamente por el turismo no puedes meter a los migrantes en apartamentos o en hoteles. Pan para hoy, hambre para mañana. Visión a corto plazo producto de la desesperación y de la nada abundante que puebla los hoteles.

Algunos por racismo tienen muy claro que a los africanos ni agua. Otros, por pragmatismo, llegan a la misma conclusión. Lo normal hubiera sido tenerlos con nosotros en lugares especializados y al margen de miradas curiosas. Esos lugares no los tenemos. Entre profetas del nonismo más irresponsable, y que ni el Estado ni las autoridades locales hicieron sus deberes durante el confinamiento, se ha perdido un tiempo precioso.

Echo de menos por parte del Gobierno de Canarias que saque partido al desgaste que le produce la situación. Es bueno que se le eche una mano al Estado cuando está hasta arriba, no puede cumplir sus compromisos, o cuando considere la incorrección de que es mejor que tanta tropa se quede en las Islas. Pero eso tiene un coste, un coste abrumador. La presencia de tanto buitre sobrevolando lo demuestra.

Las pseudoinformaciones sobre naves nodrizas, sobre la hipotética existencia de africanos conectados con células yihadistas, los que intentan demostrar que todo es un cuento, que todo está en manos de las mafias marroquíes o mauritanas, que detrás de esas mafias está el Gobierno de Marruecos poniendo otro clavo en el ataúd de España, evidencian que estamos ante el caldo de cultivo de una explosión que no garantiza nada bueno.Y una vez más, comprobamos, como el Gobierno central deja tirados a los suyos, apenas dos o tres visitas de ministros socialistas que no resuelven nada, sin ceder ni un punto en derechos fundamentales para las Islas –deudas pendientes, respeto al REF y al Estatuto de Autonomía, plan específico para reactivar el Turismo, reuniones bilaterales que conmuevan a levantar la situación de preluto en la que estamos-, completamente separados de una realidad que se niegan a asumir.

Lo único que puede hacer el presidente Torres es requerir a todas las instituciones públicas y privadas para que, juntos y unidos, reclamen un trato justo. Pero “los buitres”, los que hablan de “cárceles”, los hipócritas que han colaborado para crear esta imagen depresiva e inhumana, lo impiden. Hay un asalto al PSOE en Madrid, y otro al PSOE de Canarias. Político, gratuito, carroñero. A nadie le importan realmente los africanos. Ni su destino, ni su sufrimiento anterior, ni sus hijos, ni sus padres, ni sus guerras, ni el hambre, ni lo que sienten ahora.

Sólo les importa el color de su piel para señalar no sabemos qué culpabilidad, señalar su animalidad cuando se les fotografía dentro de un apartamento, cuando pasean juntos o cuando juegan juntos sin mascarillas. El caso es tratarlos como una amenaza latente, como algo peligroso, incontrolable, serpenteante y violento.

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