➤ «Me quedé en Canarias porque aquí está mi verdad: el mar, la gente, la rama, la tierra que hizo posible mi obra» ➤ «El patrimonio cultural de Canarias está en riesgo: casas cerradas, museos sin rumbo y un desprecio que deberíamos tomarnos muy en serio» ➤ «Necesitamos una gran retrospectiva que haga justicia a lo que he entregado durante mi vida; el tiempo de hacerlo es ahora»
A sus 92 años, el creador grancanario Pepe Dámaso conserva intacta la lucidez, el humor y la fuerza expresiva que han marcado más de siete décadas de trayectoria. Desde su casa en La Isleta, y con una memoria tan afilada como su sensibilidad artística, reflexiona sobre el mundo contemporáneo, el papel de la cultura, la deriva política global y la precariedad con la que —denuncia— se ha tratado el patrimonio cultural de Canarias. «He vivido entregado al misterio de la creación», afirma, mientras repasa su recorrido vital con una pasión que conmueve y agota a partes iguales.
La edad, la creación y un mundo que repite sus fantasmas
Dámaso reconoce que el tiempo pesa físicamente, pero declara sentirse «misteriosamente vivo» en lo esencial: su imaginación, su capacidad de conexión con lo humano y su necesidad de seguir leyendo, observando y pensando. Recuerda su infancia temprana, marcada por los ecos de la Guerra Civil, y traza un paralelismo entre aquellos extremismos y la polarización actual.
Aunque teme el clima de odio que percibe en el mundo, mantiene una fe profunda en la cultura y el humanismo como vías de resistencia. Sostiene que el arte, la bondad y el conocimiento siguen siendo los mecanismos capaces de «salvar» a la sociedad frente al consumismo, la prisa y los discursos radicales.
La voz de un creador que hizo de Canarias su centro
En un momento en el que la globalización forzaba a los artistas a emigrar, Dámaso decidió permanecer en Canarias. Mientras otros compañeros de generación desarrollaban carreras en Madrid, París o Nueva York, él apostó por construir una obra profundamente anclada en el territorio insular: el mar, los símbolos populares, la morfología volcánica, los rituales, la muerte y la fiesta.
Esa elección, que califica como «dura pero consciente», le ha permitido convertirse en un referente intergeneracional. «Hay gente que me toma la mano en la calle y llora», explica, reconociendo que la admiración popular es tan abrumadora como gratificante. Para el artista, el compromiso con la tierra es inseparable del compromiso con su obra. Y por eso insiste en que la cultura «da felicidad» y es un acto de servicio público.
Manrique, Domínguez y Néstor: un diálogo de maestros
Durante la entrevista, Dámaso reflexiona sobre tres figuras clave en la historia artística de Canarias: César Manrique, Óscar Domínguez y Néstor Martín-Fernández de la Torre.
Recuerda con emoción la edición próxima de su correspondencia con Manrique, más de ochocientas cartas que revelan la intimidad intelectual de dos gigantes del arte canario. Explica también cómo la muerte, tema recurrente en su obra, conectó de manera espontánea con la sensibilidad surrealista de Domínguez, cuyo redescubrimiento internacional considera «justo y necesario».
Sobre Néstor, celebra que su reivindicación haya ganado solidez en la crítica española, que lo sitúa como el gran simbolista del país. Aplaude que instituciones como el TEA hayan reunido exposiciones dedicadas a estos creadores, pero denuncia con firmeza que Gran Canaria sigue sin garantizar una muestra permanente y digna de Néstor en su propia tierra.
La negligencia institucional y la urgencia de proteger su legado
El artista expresa un malestar profundo ante lo que considera un abandono generalizado del patrimonio cultural del Archipiélago. Menciona la casa-museo de Agaete, adquirida por las instituciones pero aún sin uso; el centro cultural dedicado a su obra en La Isleta, cerrado; y el museo de Fuerteventura, también sin dirección definida.
Dámaso advierte del riesgo de que todo ello derive en una «desaparición cultural» en un contexto en el que se lee menos, cierran galerías y la creación contemporánea se aleja —en su opinión— de sentimientos auténticos. Por ello insiste en la necesidad de que las administraciones planifiquen con rigor, protejan el patrimonio y aseguren las condiciones para que su obra, y la de otros artistas canarios, no quede relegada al olvido.
Identidad, sensibilidad queer y el derecho a existir
Con naturalidad y franqueza, Dámaso aborda también su condición de hombre homosexual. Relata las dificultades que vivieron generaciones anteriores, especialmente aquellos compañeros más afeminados que sufrían burlas y agresiones. Él mismo, protegido —dice— por su carisma y su arte, se implicó en la defensa de sus amigos.
Aunque celebra los avances del colectivo LGTBI, rechaza la espectacularización vacía y reivindica una mirada más profunda hacia la diversidad, entendida como una parte esencial de la experiencia humana.
Una llamada final: una gran retrospectiva para un artista vivo
El artista reconoce que cada homenaje lo conmueve, pero afirma que el reconocimiento más necesario es aquel que deje una huella para el futuro. Por ello considera imprescindible una gran exposición retrospectiva, rigurosa y ambiciosa, que muestre la magnitud de su obra. Sería, asegura, una forma de ordenar su legado y hacerlo accesible para las nuevas generaciones.
A pesar del cansancio físico, termina la conversación con la vitalidad que lo caracteriza: dispuesto a hablar, a recibir visitas, a seguir aprendiendo y a seguir defendiendo la cultura como arma de belleza y transformación. «Confiemos», repite, «porque la cultura es lo que nos envalentona para defender lo nuestro».