Francisco Castro trabaja como administrativo en las Oficinas de Energía de Canarias, una labor que combina gestión pública, atención personalizada y, según él mismo afirma, mucha psicología.
Francisco Castro trabaja como administrativo en las Oficinas de Energía de Canarias, una labor que combina gestión pública, atención personalizada y, según él mismo afirma, mucha psicología. «Somos la cara amable de la administración», dice con firmeza. Desde su escritorio, cada día responde decenas de llamadas y correos electrónicos de ciudadanos —muchos de ellos personas mayores o de zonas rurales— que necesitan ayuda para resolver dudas, entender documentos o desbloquear trámites ligados a subvenciones energéticas.
Su función va mucho más allá de lo burocrático. «Nos llegan personas muy frustradas, a veces desde islas como El Hierro o La Gomera, que empezaron procesos con empresas que desaparecieron y no saben cómo seguir. Ahí estamos nosotros para acompañarles», relata. Es una atención con rostro humano, y que Castro defiende con orgullo: «Muchos ciudadanos solo necesitan que les escuchen y les orienten con claridad».
Una avalancha de consultas y expedientes
Solo entre abril y mayo, las oficinas gestionaron más de 11.500 verificaciones de expedientes. Buena parte de ese trabajo recae en el equipo administrativo, que se ocupa de responder, reenviar, clasificar y derivar aquellas cuestiones que exceden sus competencias. «Respondemos todas las consultas, y si no podemos resolverlas nosotros, las derivamos al departamento técnico o a la Consejería», subraya Castro.
Este trabajo permite descongestionar a la propia administración. «Hemos resuelto un cuello de botella histórico. Sin nuestra labor, miles de expedientes quedarían atascados», afirma. El proceso de justificación de subvenciones —fase crítica tras la concesión— es donde más apoyo requiere el ciudadano, y ahí es donde su equipo marca la diferencia.
Fraudes, frustraciones y esperanza
Francisco Castro también alerta sobre un problema que ha golpeado a muchos usuarios: las estafas cometidas por empresas instaladoras que ofrecían gestionar ayudas y luego desaparecían. «Nos encontramos cada día con personas abandonadas en mitad del proceso. Solo hoy mismo he atendido a alguien en esa situación», lamenta.
Aun así, ve un cambio positivo: «La conciencia energética ha aumentado. La gente se interesa tanto por ahorrar como por el impacto ambiental». En su opinión, la ciudadanía ya no ve las renovables como una moda, sino como una necesidad. Y por eso reclama más atención y menos complejidad en los trámites. «No todo el mundo tiene tiempo ni recursos para mirar cada día el Boletín Oficial o las webs institucionales», recuerda.
Una oficina que genera confianza
Las Oficinas de Energía se han convertido en punto de referencia no solo para ciudadanos, sino también para administraciones locales. Reciben consultas de ayuntamientos, cabildos e incluso de estudiantes que trabajan en proyectos académicos. «Y todo lo hacemos con gratitud. Nuestro buzón de agradecimientos está lleno», cuenta Castro, visiblemente emocionado.
Para él, esta tarea también es una forma de transformación social. «Cada ayuda bien gestionada es una familia que ahorra, una instalación que se legaliza, un proyecto que avanza». Y, sobre todo, un paso más en la descarbonización de Canarias, un territorio con alta dependencia energética y grandes retos medioambientales.
Un servicio público que vale la pena
Castro cree firmemente que este modelo de atención —basado en la escucha, la cercanía y la eficacia— debería replicarse más allá del ámbito energético. «Somos lo contrario del funcionario que mira al techo. Aquí se trabaja, y mucho», asegura. Con una actitud agradecida y esperanzada, defiende que, a pesar de las dificultades del mundo actual, aún hay espacio para mejorar las cosas: «Vienen generaciones comprometidas. Hay que darles herramientas y confiar en ellas. Esta oficina es una de esas herramientas».