“Hay que superar el tabú del suicidio y hablar de él”

Los expertos Antonio Cano Vindel, Felipe Lagarejo y Virginia Sánchez Caamaño alientan a abordar esta problemática desde un enfoque integral

Casi un siete por ciento de los canarios fueron atendidos en 2016 por depresión, según se desprende de las cifras aportadas por la Sociedad Española de Estudios de la Ansiedad y el Estrés (SAEAE) durante el recientemente celebrado ‘Día de la salud mental’, una cifra que se eleva al 30 por ciento entre los jóvenes que han elegido una salida fatal para su sufrimiento y que sitúa a Canarias por encima de la media mundial en depresión y suicidios.

Virgina Sánchez Camaño, miembro del servicio de intervención psicológica del Colegio de Psicólogos de Santa Cruz de Tenerife, ha señalado en La entrevista del día de El Espejo Canario que “es hora de hablar del suicidio, un tabú desde hace siglos, y dejar de criminalizar” por prejuicios “lo que se mueve en torno a él”.

“El suicidio no tiene por qué estar asociado a una enfermedad mental”, ha aclarado Sánchez, “ni se puede afirmar que la depresión lleve necesariamente” a él. Para Antonio Cano Vindel, presidente de la SAEAE, “la depresión está asociada a muchos factores psicosociales”, señalando que, entre 2006 y 2016, “en España aumentó un 19 por ciento”, gran parte de ellas relacionadas por los propios pacientes con la pérdida de su empleo y sus consecuencias. El hecho de que el desempleo sea mayor en la comunidad canaria justificaría la mayor prevalencia de la depresión entre su población.

Ante la no escrita ‘ley de silencio’ en torno al suicidio establecida por los medios de comunicación para evitar el ‘efecto contagio’, Cano defiende que habría que abandonarla porque “es una teoría que no se sostiene”, afirmando que no se conocen datos que pudieran avalarla. Más bien, habría que hablar más del suicidio y sus causas para corregir la “distorsión cognitiva y errores de pensamiento” que sufren algunas personas con ideas suicidas.

Sánchez, por su parte, corrobora la tesis multifactorial de Cano en el origen de la depresión; mientras que Felipe Lagarejo, igualmente miembro del servicio de intervención psicológica del Colegio de Psicólogos de Santa Cruz de Tenerife, recuerda que no hay una causa-efecto en la aparición de la melancolía clínica y que es muy difícil conocer la relación estadística con el suicidio o con los intentos, que cifró “sólo en 2015, de 190 personas, triplicando las muertes por accidente de tráfico”. Por violencia de género fueron cuatro.

También se dan los casos, continuó Lagarejo, de personas “que no tienen nada, sin enfermedad mental ni física que, simplemente, quieren desaparecer” y están en su libertad. Igualmente, la edad, el estado civil o el género condicionan el carácter suicida: “El hombre tiene un 75 por ciento más de probabilidades de intentar” el suicidio, dijo. El psicólogo rebatió el cliché de que el suicida es un enfermo mental, preguntándose qué es exactamente esta definición tan común: “Al igual que en lo físico, la enfermedad mental es en realidad un exceso o disminución de la norma”, explicó, “por lo tanto, cada enfermedad es distinta para cada persona”.

En Canarias, la principal causa de muerte entre los 15 y los 29 años de edad es el suicidio, una tasa del 13 por ciento que los psicólogos invitados achacan fundamentalmente a “la desesperación, a no ver salida de futuro”.

La falta de diagnósticos claros, “porque las personas con ideaciones suicidas se sienten solas y se aíslan”, en palabras de Sánchez, debido a la “estigmatización social y el silencio en torno al suicidio”, empeora la situación. “Las ideas suicidas las tenemos todos, las que nos podemos considerar ‘normales”, dijo, y señaló a la religión como una de las principales formas instigadoras de alentar “el tabú del suicidio” ya que, “tome la decisión que tome la persona, se siente juzgada” por su cobardía al no haber sido capaz de superar el estado emocional en el que se encuentra, situación que vive como un fracaso personal.

Tanto Felipe Lagarejo como Virginia Sánchez reclaman un plan integral de intervención ante el suicidio que involucre no sólo al ámbito sanitario preventivo, sino incluso a los de seguridad pública porque “en muchas ocasiones, las personas que se suicidan no lo hacen solos, se llevan a más personas por medio”.