➤ «No hemos puesto en marcha los mecanismos necesarios para que no se vuelvan a producir dramas de este tipo» ➤ «Sin salud no hay economía, pero sin economía tampoco hay salud» ➤ «Siempre me quise parecer a Bob Dylan»
El ex jefe de Epidemiología y Prevención de la Dirección General de Salud Pública del Gobierno de Canarias, Amós García, presenta estos días Crónicas de la pandemia, un libro breve «fácil de leer y muy asequible» con el que quiere fijar en la memoria colectiva la dureza de aquellos meses y denunciar que «no hemos puesto en marcha los mecanismos necesarios para que no se vuelvan a producir dramas de este tipo». García afirma que le preocupa comprobar cómo la sociedad comienza a pasar página sin reforzar el sistema frente a futuras emergencias sanitarias y reivindica el papel de los profesionales sanitarios, los servidores públicos y la ciudadanía, que, subraya, «tiene un comportamiento francamente positivo» durante la crisis.
Defender la ciencia frente a las mentiras
García explica que el libro nace con una triple vocación: «defender la ciencia frente a la inconsciencia, defender el conocimiento frente al desnortamiento y defender la verdad» frente a un torrente de bulos y falsedades que, advierte, convierten cada mentira en «una auténtica mezquindad». Recuerda que durante los momentos más críticos de la pandemia se vierten «demasiadas fakes» que erosionan la confianza social y dificultan la adopción de medidas de protección. Frente a esa dinámica, insiste en la necesidad de reforzar la educación científica de la población y el respeto a la evidencia, tanto desde las instituciones como desde los medios de comunicación.
Canarias, primer laboratorio de la covid en España
El epidemiólogo pone en valor el papel de las islas en el arranque de la crisis sanitaria y recuerda que «Canarias tiene un papel importantísimo en el contexto de la pandemia» porque en La Gomera se detectan los primeros casos de covid en España. Relata que, cuando recibe la llamada avisando de positivos, piensa que estarán en Madrid, Barcelona o Sevilla y se sorprende al oír el nombre de la isla. Subraya que, ante el desconocimiento inicial del virus, el equipo aplica «las medidas clásicas de toda la vida de la salud pública»: control de casos, seguimiento de contactos y trazabilidad de movimientos, lo que permite evitar contagios secundarios y demuestra, dice, el «buen comportamiento profesional» en aquel primer brote.
El confinamiento y el difícil equilibrio entre salud y economía
García rememora también el debate en torno al confinamiento, en un contexto en el que se registran «700, 800, incluso 1.000 personas muertas al día», una cifra que califica como «un aldabonazo a la conciencia». Considera que el encierro resultó «muy duro» pero necesario y recuerda que Canarias ya se adelantó al resto del país con el confinamiento de un hotel turístico en el sur de Tenerife, pese al impacto que ello supuso para una economía basada en el turismo. Defiende que la gestión de la pandemia exige un equilibrio complejo: «sin salud no hay economía, pero sin economía tampoco hay salud», y apunta a los ejemplos de países que optan por dejar circular el virus, como Reino Unido o Estados Unidos, y se ven obligados a rectificar ante el coste humano de esa estrategia.
Una huella profunda en la salud mental y en las expectativas de vida
El ex responsable de Epidemiología rechaza la idea de que la ciudadanía sale reforzada del confinamiento. «La gente no sale más fuerte, sale más débil», afirma, y vincula el aumento de los problemas de salud mental, especialmente entre la población joven, con el aislamiento y la ruptura de las relaciones sociales en una etapa vital en la que «es fundamental empezar a definir lo que va a ser tu vida». Señala que la precariedad laboral, el precio de la vivienda y la experiencia de la pandemia alimentan un cambio de prioridades: menos ambición profesional y más búsqueda de una felicidad entendida como estar «a gusto, estar bien con los que te rodean y con tu vida», incluso aunque eso implique renunciar a proyectos que antes se consideraban imprescindibles.
Insultos en redes, afecto en la calle y una jubilación llena de proyectos
García reconoce que durante la pandemia recibió «más insultos de los que le gustaría», algunos «bastante imaginativos», en redes y espacios digitales, pero matiza que ese ataque procede de «cuatro o cinco descerebrados» frente a un apoyo social que califica de «impagable». Cuenta que sigue encontrando muestras de cariño en la calle, como el saludo de un taxista que le agradece su labor, y que ese reconocimiento pesa mucho más que los agravios. Ya jubilado, afirma que llena el vacío que temía con formación continua, más tiempo para la música y la cultura, asistencia a conciertos y el regreso a su vieja afición por la guitarra, a la que aspira a volver «en plan dylaniano», entre canciones de Bob Dylan y los Rolling Stones.
Gripe, vacunas y mascarillas: lecciones que no se deben olvidar
Más allá del libro, García advierte sobre la intensidad de la temporada de gripe actual, que atribuye a la circulación de una cepa nueva frente a la cual «no hay un recuerdo inmunológico» en la población, lo que facilita una mayor diseminación. Insiste en que «la vacuna ayuda», aunque no sea totalmente eficaz frente a la nueva variante, porque aporta protección parcial y mantiene la defensa frente a otras cepas que siguen circulando. Ante el aumento de casos, defiende normalizar el uso de la mascarilla en determinadas circunstancias —con personas vulnerables, en centros sanitarios o en contextos de alta transmisión— y recuperar hábitos básicos como el lavado de manos y la ventilación. «No olvidemos aquello que aprendimos», concluye, al tiempo que reclama integrar de forma estable esas prácticas en una cultura de convivencia más solidaria.
Nueva etapa vital
En su nueva etapa vital, Amós García reconoce que la jubilación le abre un espacio inesperado para recuperar viejas pasiones. «Ahora leo mucho, voy mucho al cine, voy a muchos conciertos», dice, y confiesa que la música vuelve a ocupar un lugar central en su día a día. Explica que siempre ha sentido una intensa conexión con los grandes referentes del folk y del rock, especialmente con Bob Dylan: «Yo me quería parecer a Dylan», afirma entre risas, antes de admitir que durante años su guitarra quedó relegada por las exigencias profesionales.
Hoy, con más tiempo libre, asegura que está retomando ese vínculo creativo, aunque con un tono más íntimo y lúdico. «A veces cojo la guitarra. No sé si algún día me atreveré en plan dylaniano», comenta, evocando una mezcla de nostalgia y entusiasmo. Para él, reencontrarse con la música no es solo un ejercicio de memoria, sino una forma de habitar la jubilación «desde el placer y la curiosidad», un espacio que describe como sorprendentemente fértil tras décadas dedicadas a la salud pública.