➤ «Tras el auge reciente de los ritmos latinos, se aprecia un cierto aburrimiento» ➤ «La música para mí es emoción. Si no me emociona, poco me tiene que decir» ➤«Una banda vale las entradas que venda»
El promotor musical Juan Salán, director del festival Sonora Las Palmas, defiende que Canarias cuenta con «posiblemente el mejor concurso de bandas a nivel nacional» y llama a las formaciones de las islas a aprovechar una plataforma que combina premios económicos, visibilidad en festivales y asesoramiento para dar el salto fuera del Archipiélago. Al mismo tiempo, alerta de la «burbuja» de macrofestivales que vive España y reclama recuperar la cultura de las salas como verdadero semillero de la música en directo.
Un concurso que busca a las mejores bandas canarias
Sonora Las Palmas es, ante todo, un concurso de bandas a nivel regional abierto a todos los estilos, con una única condición: que sus integrantes sean residentes en Canarias. Salán subraya que el proyecto, que este año alcanza su 19ª edición, se ha consolidado como referente por «las prestaciones que dan a las bandas, por los premios, por la visibilidad, por la experiencia», hasta el punto de que él mismo se atreve a decir que es «posiblemente el mejor concurso de bandas que hay a nivel nacional».
El plazo de inscripción se abrió el 1 de diciembre y permanecerá activo hasta principios de febrero. A partir de ahí, un jurado «muy ecléctico y variado» selecciona en torno a diez proyectos entre las 140 o 150 propuestas que se presentan cada año. Esas diez bandas actuarán en la final, prevista para los días 16, 17 y 18 de abril en la Sala Jerónimo Saavedra del Auditorio Alfredo Kraus, en Las Palmas de Gran Canaria, con capacidad para unas 600 personas.
En juego hay importantes premios en metálico: 6.000 euros para la banda ganadora, 3.000 para la segunda y 1.500 para la tercera, además de cuatro «pasaportes Sonora» que permiten a los responsables de festivales como Sonidos Líquidos, Boreal o Fê Festival seleccionar grupos para incluirlos en sus respectivas programaciones. «Sería complicado que esos festivales metiesen alguna de esas bandas si no fuese por Sonora», resume el promotor.
«El rock no está muerto»
Aunque el concurso admite todo tipo de estilos, Salán constata que, en general, el rock sigue siendo el género predominante, a menudo fusionado con otras sonoridades. La electrónica, el trap, el rap o incluso el reguetón también tienen presencia, y desde la organización se intenta que la escena urbana se incorpore con más fuerza al certamen. «Todo es cíclico», reflexiona, convencido de que, tras el auge reciente de los ritmos latinos, se aprecia un «cierto aburrimiento» que está reabriendo espacios para el rock, tanto en España como a nivel internacional.
El promotor cita como ejemplo la buena acogida de bandas nacionales como Arde Bogotá, Carolina Durante, Alcalá Norte o Sangre Joven de Guadiana, que están logrando conectar con públicos jóvenes de entre 25 y 30 años, un segmento tradicionalmente asociado a la música urbana. En su mirada más personal, reivindica el legado de grupos como Deep Purple, Pink Floyd, Led Zeppelin o Black Sabbath, y no oculta que sigue regresando a discos de cabecera como «Harvest» de Neil Young o los grandes álbumes de los Beatles y los Rolling Stones, que han marcado su forma de entender la música.
La difícil travesía de las bandas canarias
Más allá del concurso, Salán no disimula las enormes dificultades que afrontan las bandas canarias para abrirse camino fuera del Archipiélago. La insularidad sigue siendo un muro económico y logístico: billetes de avión, furgonetas, alojamiento, alquiler de backline y otros gastos convierten cualquier gira peninsular en una operación de alto riesgo. «Un backline en la península para dos guitarras, bajo y batería son 1.000 euros. Al final tienes que vender 200 o 250 entradas para cubrir gastos. Es muy difícil», explica.
A su juicio, el mercado es implacable con una regla sencilla: «Una banda vale las entradas que venda». Por eso insiste en que los premios de Sonora deben destinarse a invertir en la carrera: grabaciones, videoclips, instrumentos o promoción, «no vale irse a la nieve con ese premio».
Salas frente a macrofestivales: una burbuja a punto de estallar
Otro de los diagnósticos que lanza Salán es el exceso de macrofestivales que se ha instalado en los últimos años. Cita datos que apuntan a 800 o 900 festivales en España, la mayoría concentrados entre mayo y septiembre, y se pregunta si no se está gestando una burbuja: «En algún momento tiene que estallar», augura.
A su juicio, estos eventos se han convertido muchas veces en un producto de ocio masivo, donde «cuesta llegar a los sitios, ir a los baños o ver a tus bandas», y la experiencia musical se diluye entre aglomeraciones y modas pasajeras. Frente a ello, reivindica el valor de las salas de conciertos como auténtica escuela de directo: «Esas bandas que estás viendo en un festival salieron de una sala. En la sala sí aprecias más las cosas, vas a ver la banda que tú quieres, los tienes cerca, escuchas los matices».
En este punto, lamenta la falta de espacios estables en Las Palmas de Gran Canaria, donde, tras el cierre de la sala que él mismo programó durante años, apenas quedan locales pequeños, sin una programación continuada ni una vocación clara por la música en vivo. Recuerda con cierta nostalgia aquella etapa en la que hacía de anfitrión de bandas nacionales y extranjeras en una ciudad que, por entonces, era vista como «un sitio exótico» en los circuitos estatales.
De la supervivencia del oficio a la misión de acompañar
Salán define su trayectoria más como una «supervivencia» que como una búsqueda de prestigio. «Yo no buscaba nada de eso. Yo buscaba hacer lo que me gustaba y ganarme la vida, sobrevivir, porque aquello era sobrevivir», confiesa al recordar sus años al frente de aquella sala de referencia. Ahora, desde Sonora, intenta poner esa experiencia al servicio de las nuevas generaciones de músicos.
El festival no se limita a repartir premios: ofrece orientación directa a las bandas sobre cómo moverse en el mercado, qué pasos son realistas y qué riesgos conlleva plantearse una carrera fuera de las islas. Desde cómo preparar un buen material de audio —«no se puede mandar una canción grabada con un móvil»— hasta cómo entender que, muchas veces, las familias y los amigos no son el mejor termómetro del nivel real de un grupo. «Tienes que ir a enfrentarte con un tipo de Burgos cantando canciones con el estilo de aquí, a ver qué piensa ese tipo», resume.
Sonora como punto de encuentro y comunidad musical
Además de ser un concurso, Sonora funciona como un espacio de encuentro para la comunidad musical canaria. El día de la final, en el backstage del Auditorio Alfredo Kraus, se reúnen entre 50 y 70 músicos procedentes de distintas islas: bandas de Tenerife, Fuerteventura, Lanzarote y Gran Canaria compartiendo camerinos, anécdotas y proyectos. «Siempre salen cosas, salen colaboraciones», asegura Salán, convencido de que esa red de contactos es tan valiosa como el propio premio económico.
Por todo ello, el promotor hace un llamamiento a las bandas del Archipiélago para que se inscriban en Sonora Las Palmas, una convocatoria gratuita que, según defiende, ofrece una oportunidad real de dar un salto cualitativo en la trayectoria artística: «Sonora intenta dar visibilidad, ayudar, echar una mano». En un contexto de cambios acelerados en la industria musical y de saturación de grandes festivales, iniciativas como esta aspiran a mantener vivo el pulso de la creación local y a garantizar que, más allá de las modas, la música siga siendo, sobre todo, emoción compartida sobre el escenario.