La genetista y profesora de Bioquímica y Microbiología de la Universidad de La Laguna, Rosa Fregel, señala que la investigación muestra que algunas prácticas aborígenes se mantuvieron tras la conquista.
Las cabras que pastan hoy en Canarias conservan la huella genética de los primeros pobladores de las islas. Así lo demuestra un estudio dirigido por la genetista y profesora de Bioquímica y Microbiología de la Universidad de La Laguna, Rosa Fregel, que ha analizado ADN antiguo y actual de estos animales y concluye que las cabras de hoy descienden directamente de las que introdujeron los aborígenes hace más de 2.000 años. «No son una introducción posterior a la colonización europea, sino una línea genética muy antigua que sigue viva», explica la investigadora.
ADN antiguo para reconstruir 2.000 años de historia
El equipo de Fregel ha recuperado ADN de restos arqueológicos de cabras procedentes del islote de Lobos en época romana, de yacimientos aborígenes y de contextos coloniales posteriores a la conquista. El análisis se ha centrado en el ADN mitocondrial, que se hereda por vía materna y es más fácil de estudiar. «Lo que vimos es que el ADN mitocondrial de las cabras de Lobos, de las aborígenes y de las coloniales era exactamente el mismo, y cuando lo comparamos con las poblaciones actuales de Canarias observamos que esa continuidad llega hasta nuestros días», resume.
Continuidad cultural tras la conquista
Más allá de la curiosidad genética, el trabajo aporta una lectura histórica relevante. Fregel recuerda que solemos asumir que la colonización europea supuso una ruptura total con las culturas indígenas, pero los datos apuntan a un escenario más matizado. «Algunas prácticas aborígenes, como la ganadería de cabras o el uso de cebadas y lentejas, se mantuvieron tras la conquista», señala. El estudio sugiere, por tanto, que hubo integración de conocimientos tradicionales y no una sustitución completa, y refuerza la idea de proteger las cabras canarias como parte del patrimonio biocultural del Archipiélago.
Islas aisladas y diversidad genética baja
Otra de las preguntas del equipo era si las cabras se habían movido entre islas o si cada una evolucionó de forma aislada. Los resultados apuntan a un «evento fundador» común —el lote inicial de animales traídos por los primeros pobladores— pero con escaso intercambio posterior. «Los tipos mitocondriales más antiguos son iguales en todas las islas, pero los derivados que aparecen con el tiempo son específicos de cada una», explica Fregel, lo que indica que el movimiento entre islas «no existía o era muy reducido». Esa historia de aislamiento se refleja en una diversidad genética relativamente baja, coherente con el contexto insular.
Próximo paso: estudiar el genoma completo
El estudio del ADN mitocondrial no permite aún saber cuántos animales formaron el lote inicial, pero abre nuevas líneas de trabajo. El grupo de Fregel se centra ahora en analizar el ADN nuclear completo de las cabras, lo que permitirá estimar mejor el tamaño de las poblaciones fundadoras y su evolución. «Para mantener poblaciones en siete islas durante catorce siglos sin contacto exterior tuvo que llegar un número relativamente elevado de individuos, bien adaptados al medio, para evitar la extinción», apunta. La genetista defiende que este tipo de investigaciones, lejos de ser anecdóticas, ofrecen «una ventana arqueológica y antropológica» sobre la historia de Canarias y ayudan a valorar y conservar un patrimonio ganadero que conecta directamente con los primeros habitantes del Archipiélago.