Pino Sosa: «Solo busco la verdad y que ningún niño vuelva a sufrir lo que sufrimos nosotros»

Pino Sosa | Foto: Asociación por la Memoria Histórica de Arucas

Pino Sosa | Foto: Asociación por la Memoria Histórica de Arucas

La presidenta y fundadora de la Asociación por la Memoria Histórica de Arucas, Pino Sosa, repasa una vida marcada por la ausencia, el miedo y la búsqueda incansable de justicia.

La presidenta y fundadora de la Asociación por la Memoria Histórica de Arucas, Pino Sosa, repasa en El Espejo Canario una vida marcada por la ausencia, el miedo y la búsqueda incansable de justicia. A sus 88 años, sigue encabezando una lucha que comenzó siendo niña, cuando supo que su padre había sido arrojado a un pozo tras el golpe militar de 1936. Su testimonio forma parte del programa especial con motivo de los 50 años del fin del franquismo, medio siglo después de que comenzara el largo proceso para recuperar la verdad sepultada bajo décadas de silencio.

«A mi padre lo encontré en el fondo de un pozo»

Pino Sosa tenía apenas 40 días de vida cuando su padre fue detenido. Era hojalatero, tesorero de una agrupación socialista y un hombre que, según cuenta, dedicaba su tiempo a enseñar a leer y a escribir a quienes no habían tenido la oportunidad de aprender. Ese gesto, asegura, fue el que le costó la vida: «Mi padre enseñaba al pueblo a leer porque creía en la democracia. Y por eso lo mataron». Durante toda su infancia, la familia vivió con el miedo a decir o escuchar demasiado. Pino recuerda cómo las mujeres se reunían para compartir datos, sin saber si los hombres seguían vivos, mientras corrían rumores de cuerpos arrojados a pozos, barrancos y la costa norte de Gran Canaria 

La localización del pozo donde estaba su padre llegó por transmisión oral: testimonios de presos que escucharon cómo los verdugos se jactaban de arrojar cuerpos durante las noches. “Nosotras lo sabíamos desde antes de morir Franco, pero no podíamos acercarnos a los pozos”, relata. No fue hasta 2017 cuando, tras décadas de búsqueda y ante la negativa histórica del régimen a reconocer las desapariciones, Pino vio por fin los restos de su padre: «Cuando recuperas a un familiar, sientes alivio, sientes justicia». Ese momento, subraya, no solo reparó una herida familiar, sino que confirmó que la memoria popular había tenido razón desde el principio.

Un trabajo que aún deja más de cien desaparecidos en Arucas

A pesar de los avances, la magnitud de la represión en la comarca norte de Gran Canaria continúa lejos de cerrarse. Según explica, en Arucas siguen sin aparecer más de cien personas. Pozos como el de Tenoya, la Marfea o los ubicados en la zona de Firgas y la cumbre han ido revelando restos a medida que se abren fosas que durante décadas se presentaron como inexistentes. «Nos falta mucho por descubrir. En la Sima ya se han encontrado cuatro cadáveres y habrá más», afirma, recordando que muchos familiares han fallecido esperando por la identificación de sus desaparecidos 

La activista insiste en la importancia de que las familias pierdan el miedo a donar ADN. Asegura que, incluso hoy, persiste el temor heredado de la dictadura: «Conozco a hijos y nietos que no quieren donar ADN por miedo a que les pase algo». Ese miedo, explica, viene de generaciones criadas bajo vigilancia, silencios y amenazas veladas. «Los pozos no se hicieron para guardar cadáveres; se hicieron para dar vida. Pero la barbarie los convirtió en fosas», lamenta.

La represión en San Lorenzo y el libro que recupera su historia

Pino Sosa presentará en Firgas el libro Los Barrancos del Silencio, sobre los fusilados de San Lorenzo, un municipio que —recuerda— fue absorbido por Las Palmas de Gran Canaria “a golpes de pistola”. Cinco personas fueron ejecutadas, entre ellas el alcalde y varios concejales. Aunque es invidente desde hace años, conserva la memoria precisa de esos acontecimientos gracias al trabajo de décadas en la asociación: «La vista la perdí, pero no la cabeza ni los pies, que me han llevado por las laderas a buscar los pozos», afirma con determinación.

La presidenta de la Asociación recuerda que, tras el golpe, la represión no terminó con la guerra: «Siguieron las ejecuciones, siguió el terror». Enumera nombres y fechas con una claridad que evidencia hasta qué punto la memoria familiar y comunitaria sigue viva pese al tiempo transcurrido.

Una vida dedicada a la justicia y a la memoria común

Pino Sosa convierte cada frase en un alegato ético: «Yo solo busco la verdad y que no haya más guerra». Su lucha, dice, no es solo por su padre, sino por todas las familias que siguen esperando una respuesta, y por todos los niños que, como ella, crecieron sin saber qué significaba realmente la palabra “comunista” hasta que oyeron la historia de su propia familia marcada por la represión. A sus 88 años, mantiene intacta la convicción de que la memoria es un acto de justicia: «Que ningún niño vuelva a sufrir lo que sufrimos nosotros».

Su voz, serena pero firme, resume en pocas palabras el sentido del programa especial: recuperar, cinco décadas después del fin del franquismo, una verdad que aún no ha terminado de salir a la luz. Pino Sosa lo expresa sin titubeos: «Aquí estamos en la brecha».