La desarrolladora y diseñadora de videojuegos Dakota Molina Delgado, profesora de Formación Profesional en CESUR, observa que el ecosistema del gaming en Canarias y en España «cada vez es más visible».
La desarrolladora y diseñadora de videojuegos Dakota Molina Delgado, profesora de Formación Profesional en CESUR, observa que el ecosistema del gaming en Canarias y en España «cada vez es más visible», con más cursos, más puertas de entrada y más alumnos decididos a convertir su pasión en trabajo. Yo creo que tienen un futuro muy prometedor», subraya sobre los jóvenes a los que tutela, convencida de que con oportunidades —o mejor, con la iniciativa de buscarlas— «podrían llegar muy lejos».
Hacia un sector más visible
Molina recalca que, en los últimos meses, la oferta formativa se multiplica tanto en centros privados como en programas de empleo público, con itinerarios de hasta 1.300 horas que facilitan el acceso a quienes no lo han tenido fácil. En su centro, los estudiantes cursan titulaciones de Técnico Superior en animación 3D, entornos interactivos y desarrollo de videojuegos, con salidas que van del 3D generalista a la programación, incluso con base de programación web. «Cada vez somos más visibles», insiste.
Del aula al primer proyecto
Como docente, ahora mismo «directoriza» proyectos de alumnos de entre 18 y 23 años que deberán presentar su propio videojuego —en solitario o en grupo— como trabajo final. Muchos ya prueban su capacidad en «game jams», desarrollos exprés que se organizan en la isla y que permiten testar ideas, equipos y ritmos de producción. Su papel: desbloquear cuellos de botella, proponer soluciones de código y afinar diseños cuando el equipo se atasca.
Reivindica el valor del videojuego más allá del ocio: desde simuladores para formación laboral —recuerda el caso de McDonald’s Japón con Nintendo DS— hasta herramientas de ejercicio y coordinación en centros de mayores que siguen utilizando Wii por su eficacia en rutinas de movimiento y baile. «Los videojuegos se pueden poner como orientaciones, aprendizaje», afirma, y cita usos que van de la prevención de riesgos a la capacitación por puestos.
Tiempos de producción y calidad
Molina también advierte de una tendencia en grandes lanzamientos: proyectos que salen «con muchos errores» por cronogramas demasiado ajustados, obligando a parchear constantemente tras el estreno. Frente a ello, reivindica «el cariño» y la paciencia como ingredientes imprescindibles. Por eso insiste tanto en la vocación: «Videojuegos mayoritariamente es vocación, porque tú no te dedicas… cinco años de tu vida a intentar realizar un proyecto que no sabes si puede gustar o no».
Pantallas y salud: hábitos para toda la vida
De su experiencia personal —«podía pasar perfectamente 18 horas al día» programando; hoy procura quedarse «entre 10 y 12»— extrae una pauta que repite a sus alumnos: pausas activas, filtros de luz azul y, sobre todo, levantarse, salir a la terraza y mirar lejos para que los ojos descansen. «Si ellos se pasan ahora las mismas horas que yo… cuando tengan mi edad, van a estar ciegos», advierte, con la contundencia de quien quiere que los hábitos saludables formen parte del currículo.
El machismo que persiste
¿Sigue habiendo comportamientos machistas en las partidas online? «Tristemente sí», responde. Describe dinámicas de acoso cuando «descubren que hay una chica» y explica que los grandes títulos han mejorado los sistemas de reporte en medio de la partida —con cortes incluso si la situación lo exige—, pero insiste en la pedagogía: en clase se habla «muy claro» de qué actitudes no son tolerables y de cómo frenarlas sin escalar el conflicto.
Consultada por las salidas en las islas, se muestra moderadamente optimista: «Me gustaría pensar que sí», dice sobre la capacidad del mercado para absorber talento. Cita como ejemplo la empresa emergente Sparkling Tech, que ha acogido a buena parte del alumnado en prácticas con una «experiencia fantástica». Esa primera puerta —prácticas de calidad, tutorización y continuidad— puede marcar la diferencia entre quedarse y emigrar.
Un oficio de constancia
La profesora vuelve al origen: paciencia, método y comunidad. El éxito no llega solo y, más allá del aula, anima a «moverse por los eventos adecuados» y «hablar con la gente adecuada». Con esa combinación —vocación, práctica y redes—, sostiene, el estudiante pasa de idea a prototipo y de prototipo a producto con opciones reales de mercado. «Podrían llegar muy lejos, la verdad», concluye.