Esther Gálvez: «Acompañar y escuchar a los menores es la mejor manera de protegerlos»

Esther Gálvez en los estudios de El Espejo Canario

Esther Gálvez en los estudios de El Espejo Canario

La responsable de la Fundación Adsis nos explica cómo gestiona tres centros de día para niños, niñas y adolescentes en situación de riesgo social en virtud de un convenio suscrito con el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria.

La Fundación Adsis gestiona tres centros de día para niños, niñas y adolescentes en situación de riesgo social en virtud de un convenio suscrito con el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Esta colaboración institucional permite ofrecer atención personalizada a menores de entre 6 y 17 años cuyas familias atraviesan dificultades económicas, laborales o sociales que impiden garantizar una adecuada conciliación y protección.

«Trabajamos con los equipos municipales de Infancia y Familia, que derivan los casos. Nuestro papel es complementario: recogemos a los menores a la salida del colegio, los llevamos a los centros y desarrollamos con ellos actividades de refuerzo escolar, salud emocional, educación en valores y ocio saludable», explica Esther Gálvez, responsable de la Fundación.

Los menores permanecen en los centros hasta las 19:00 horas, cuando regresan a sus hogares. «En muchos casos, en esas franjas horarias no hay adultos disponibles en casa», señala Gálvez, quien subraya la importancia de crear espacios seguros en los que los menores puedan desarrollarse de manera equilibrada y sin riesgo de exclusión.

Alerta temprana y coordinación institucional

Los centros no solo funcionan como apoyo educativo y emocional, sino también como espacios de detección de posibles situaciones de desprotección. Cuando el equipo educativo detecta indicios de un entorno inadecuado o peligroso, se activa un protocolo de comunicación con los servicios municipales e incluso con la Fiscalía o con la UFAM (Unidad de Atención a la Familia y Mujer) de la Policía Nacional.

«No ocurre tan a menudo como se cree, pero sí hemos trasladado casos», apunta Gálvez, quien defiende la profesionalidad de los equipos implicados: «Nuestro objetivo es que los menores estén en entornos amables, seguros, y que puedan tener una oportunidad real de construir su proyecto de vida».

Según la Fundación, solo en el último año pasaron por sus centros más de 150 menores, una cifra que da cuenta del alcance del trabajo y de la dimensión del problema. «La tasa de pobreza infantil en Canarias ronda el 44 %, y eso repercute directamente en la calidad de vida de las familias y de los menores», recuerda.

Proyecto Aluesa: adicciones tecnológicas bajo control

Una de las líneas de trabajo más recientes es la prevención de adicciones tecnológicas entre adolescentes y jóvenes. A través del proyecto Aluesa, cofinanciado por el Ayuntamiento, la Fundación Adsis desarrolla talleres y actividades en el barrio de Jinámar dirigidos a menores de entre 12 y 20 años.

El objetivo no es demonizar las nuevas tecnologías, sino educar en su uso responsable: «Las tecnologías no son malas en sí mismas. Lo peligroso es el abuso. Lo que hacemos es ayudar a las familias y a los jóvenes a entender cómo, cuándo y para qué utilizar el móvil o los videojuegos», explica Gálvez.

El programa incluye sesiones grupales en las que se reflexiona sobre hábitos de consumo digital, alternativas de ocio y herramientas para el control emocional. «Tras la pandemia, hemos detectado un aumento del uso problemático de dispositivos. Algunos menores se aíslan, dejan de dormir bien, no cuidan su aspecto físico o rinden mal en el colegio. Todo eso tiene que ver con un uso descontrolado de la tecnología», añade.

El reto de las familias: educar en tiempos digitales

Gálvez destaca el papel de las familias como agentes fundamentales en la prevención de las adicciones tecnológicas: «Hay padres que no saben cuándo dar el primer móvil, o cómo detectar si su hijo está enganchado. Para eso estamos nosotros: para orientar, sin juzgar». El proyecto cuenta con un equipo de psicólogos, educadores sociales y terapeutas que asesoran de forma gratuita.

La responsable de la Fundación reconoce que no hay recetas únicas y que cada caso es distinto. Lo importante, insiste, es que la familia no se sienta sola: «Se puede salir. No es fácil, no es rápido, pero se puede. Y lo más importante es que el menor quiera cambiar».

En este sentido, advierte de los riesgos de que los menores acumulen más poder de decisión que los propios adultos: «Cuando un niño de 12 años impone que quiere un móvil, y lo consigue, algo está fallando. El sentido común debe volver a imponerse. No se trata de prohibir, sino de acompañar y educar».

Un trabajo con futuro… si se le da continuidad

La Fundación Adsis cumple 30 años el próximo año y lo hará con una trayectoria consolidada de intervención social, pero también con incertidumbres: «Necesitamos estabilidad institucional y reconocimiento social. A veces sufrimos ataques injustificados por trabajar con determinados colectivos, pero lo que hacemos es garantizar derechos».

Gálvez defiende la necesidad de invertir en prevención para evitar males mayores: «Si nosotros no lo hacemos, ¿quién lo hará? Las entidades sociales estamos en el territorio, somos las que vemos la realidad de cerca. Y muchas veces, las que ponemos el cuerpo».

El mensaje que lanza a las familias es claro: «No hay que esperar a que el problema estalle. Si notan cambios en el comportamiento de sus hijos, si tienen dudas sobre cómo actuar, que vengan. Estamos para eso. Porque acompañar y escuchar a los menores es la mejor forma de protegerlos».