El portavoz de la Asociación de Vecinos Meclasa, José Manuel Espiño, acusa al Gobierno de Canarias y a la empresa de ocultar información mientras crecen los problemas de salud entre los bañistas.
El portavoz de la Asociación de Vecinos Meclasa, José Manuel Espiño, denuncia que las jaulas marinas de Aquanaria frente a la costa de Melenara, Clavellinas y Salinetas son el origen de la mortandad masiva de lubinas y de la contaminación que mantiene cerradas las playas de Telde desde hace casi dos meses, y acusa al Gobierno de Canarias y a la empresa de ocultar información mientras crecen los problemas de salud entre los bañistas.
«No es un vertido externo, el problema está bajo las jaulas»
Espiño rebate la versión oficial que apunta al ácido clorhídrico como causa principal de la muerte de un millón y medio de kilos de lubina en las jaulas de Telde. Señala los trabajos del doctor Bismarck Póveda, especialista de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que relacionan la mortandad con la acumulación de heces y restos de pienso bajo las estructuras de cultivo. Según explica, ese enorme depósito de materia orgánica favorece la proliferación de bacterias que generan sulfuro de hidrógeno, gas que en contacto con el agua se convierte en ácido sulfhídrico, capaz de quemar las branquias de los peces y provocar muertes masivas.
El portavoz subraya que no hace falta «ningún vertido externo» para que se produzca el problema, sino una combinación de malas prácticas y condiciones oceanográficas excepcionales: más de un mes de calma casi total en octubre y ausencia de corrientes que arrastraran los residuos acumulados en el fondo marino. Ese cóctel, insiste, habría disparado la concentración de ácido sulfhídrico hasta niveles anormales: «El problema no está en lo que comen los peces, sino en los residuos que se acumulan bajo las jaulas y generan ácido sulfhídrico en cantidades brutales».
Playas cerradas y vecinos con problemas de salud
La consecuencia más visible para la población, recuerda Espiño, es que «por primera vez en la historia reciente» Telde mantiene cerradas sus playas al baño durante semanas. Habla de un «caso inaudito» en Gran Canaria: arenales clausurados, olor persistente, restos orgánicos en la orilla y un goteo de afecciones entre vecinos y usuarios habituales del litoral.
La asociación vecinal y el colectivo ecologista Turcón aseguran estar registrando los casos para trasladarlos a las autoridades: irritaciones en la piel, infecciones urinarias, otitis y problemas oculares, entre otros. «No estamos hablando de nombres inventados, sino de gente del barrio», insiste el portavoz, que vincula este repunte de patologías al episodio de contaminación originado en las jaulas.
«Silencio espeso» y falta de inspecciones
Espiño cuestiona con dureza la actuación de las administraciones. Reconoce que existe una investigación del Seprona a instancias de la Fiscalía, pero denuncia un «silencio espeso» por parte del Gobierno canario y del Ayuntamiento de Telde, que a su juicio se traduce en falta de explicaciones públicas y en ausencia de medidas visibles sobre el terreno.
También pone el foco en el sistema de control a la empresa. Recuerda que la respuesta de la Consejería de Transición Ecológica a las solicitudes de información de Turcón se remitió en gran parte a la Dirección General de Pesca y apenas recoge una inspección puntual en el emisario del barranco de Silva, no en las propias jaulas. Los colectivos vecinales y ecologistas se preguntan qué tipo de inspecciones periódicas se realizan y si se ha confiado en exceso en los autocontroles de la empresa: «No podemos seguir con el gato cuidando a los ratones: la empresa nunca va a reconocer que el problema es suyo, hace falta control público de verdad».
Jaulas a 300 metros de la costa en zona prohibida
Otro de los puntos que más indignación genera en la asociación vecinal es la ubicación de las jaulas. Espiño recuerda que la propia empresa defendía hace unos años, en una entrevista, que los lugares idóneos para la acuicultura se sitúan entre dos y tres millas marinas de la costa —entre tres y cinco kilómetros y medio— y en aguas limpias. Sin embargo, las instalaciones de Salinetas y Tufia se encuentran a apenas 300 metros de la orilla, «pegadas al fondo» y dentro de una zona que desde 2018 figura en los planes de ordenación como de prohibición acuícola, explica.
Pese a esos informes y a que el propio Ayuntamiento de Telde aprobó en 2020 un acuerdo reclamando la retirada de las jaulas de la bahía, la instalación continúa operando y alimentando peces. Espiño subraya que colectivos ecologistas, vecinos y el propio consistorio llevan más de dos décadas presentando denuncias y alegaciones contra estas granjas marinas sin que se haya producido el traslado a las nuevas áreas designadas mar adentro.
Impacto en el turismo y temor a que el caso quede impune
El portavoz de Meclasa advierte de que el episodio ha tenido repercusiones más allá del municipio, con restos de peces y contaminación llegando a playas de otros puntos de la isla, como La Garita, Sardina del Norte o Bocabarranco. A su juicio, la imagen de Telde como destino de baño y ocio se está viendo seriamente dañada, y teme que solo una afección directa al sector turístico provoque una reacción contundente de las instituciones.
En este contexto, Espiño se muestra escéptico ante la posibilidad de que Aquanaria asuma responsabilidades y teme que la empresa intente incluso reclamar indemnizaciones millonarias por la pérdida de producción. «Habrá una lucha titánica por quitarse el problema de encima y echar balones fuera», augura, aludiendo a la condición de «lubina premium» que la firma comercializa en mercados de Europa y otros destinos.
«No estamos contra la acuicultura, sino contra este modelo»
Pese a la dureza de sus críticas, el portavoz vecinal insiste en que ni Meclasa ni Turcón se oponen por principio al desarrollo de la acuicultura en Canarias. «No estamos contra el progreso ni contra las jaulas marinas», matiza, «pero sí contra un modelo que daña a la otra parte: a la población que tenía un litoral limpio y a unas aguas que ellos mismos vendían como las más puras de Europa».
La reivindicación central de los vecinos pasa por retirar las jaulas de la bahía de Telde y situarlas, si han de continuar, en zonas alejadas de la costa, con fondos profundos y corrientes suficientes para evitar la acumulación de residuos. Para Espiño, el episodio de contaminación y la clausura prolongada de las playas son «la prueba tangible» de que el modelo actual «no es compatible» con la salud del ecosistema ni con la calidad de vida de los barrios costeros: «La ciudadanía se merece saber qué está pasando, lo bueno y lo malo. Hay que decir las cosas claras y dejarse de maquillaje».
Mientras se esperan las conclusiones de la investigación del Seprona y las decisiones de la Fiscalía, la Asociación de Vecinos Meclasa y los colectivos ecologistas anuncian que seguirán movilizados y recopilando información sanitaria y ambiental para exigir responsabilidades y un cambio de rumbo en la gestión de las jaulas marinas de Telde.