Jose Miguel Sánchez, de la asociación de Restauración de la capital, desmiente que haya «una guerra entre vecinos y restaurantes» por el ruido.
Jose Miguel Sánchez, portavoz de la asociación de restauración de Las Palmas de Gran Canaria, teme que la ciudad llegue a convertirse en «la más aburrida de España» debido a las notificaciones que ha emitido el Ayuntamiento para que los restaurantes de las calles Joaquín Costa, Medellín —y adyacentes— cierren las terrazas a las 22:00, aunque «el restaurante puede permanecer abierto».
Subraya que la medida no se dirige a discotecas ni pubs, sino a locales de restauración: «Hablamos de restaurantes», precisa, mientras advierte de la imagen de «calle fantasma» que, a su juicio, dejarán los parasoles bajados y el espacio exterior clausurado en plena noche.
Derechos en conflicto: descanso vecinal y licencias
Para ordenar el debate, el portavoz enmarca tres planos. Primero, «los vecinos», amparados por la normativa europea del ruido, que exige corregir niveles sonoros que «trastocan el descanso». Segundo, «los restaurantes», titulares de su licencia de apertura y de la ocupación de dominio público para terrazas. Tercero, «el Ayuntamiento», al que reprocha «dejación de funciones» por no haber aprobado un «plan de ruido» que delimite zonas y umbrales y oriente dónde abrir o no «antes de que estalle el conflicto». «Los decibelios que impulsa la Unión Europea ya se sobrepasan inclusive a las 5 de la tarde», sostiene, para remarcar que la regulación debe adaptarse a la realidad urbana.
Alternativas técnicas que propone el sector
Sánchez afirma que la asociación ha puesto sobre la mesa soluciones para mitigar el ruido «sin cerrar a las 22:00»: cerramientos acristalados, toldos con doble eje y caídas laterales para evitar la reverberación, y parterres que actúen como parapetos acústicos entre fachadas. «Así como un sinfín de medidas que se pueden haber llevado a cabo», insiste, y añade que el Ayuntamiento «tiene los recursos técnicos» para evaluarlas.
El representante del sector recalca que «no hay voluntad política» y denuncia que el consistorio adopta la restricción «sin contar con los restaurantes» y «sin tener un diálogo con los vecinos», pese a que el sector sí lo busca. Recuerda que en julio se reúne con el concejal Mauricio Roque y que este les pide «un informe técnico» que cifran en «15.000 a 20.000 euros», un coste «inviable» para pequeñas empresas. «Después de agosto… nos reuniríamos. Y ya resulta que en septiembre nos encontramos con una estocada. Una estocada a traición», afirma. «Han matado moscas a cañonazos», resume.
Sánchez rechaza que el cierre temprano sea una imposición judicial: «No hay ninguna sentencia que les obligue a cerrar a partir de la noche los restaurantes». Sostiene que la resolución «obligaba a tomar medidas» pero «no especificaba cuáles», por lo que atribuye al Ayuntamiento la elección de fijar las 22:00 como hora de cierre de terrazas.
El impacto, advierte, será directo sobre el empleo y la facturación: cifra en once los restaurantes afectados y calcula la pérdida de «uno o dos camareros» por local porque «las terrazas requieren más personal». «Van a eliminar puestos de trabajo y empobrecer aún más la ciudad de lo que está», lamenta, recordando que «no somos grandes empresas, somos pequeñas empresas, familiares».
Un modelo de ocio en cuestión
Más allá del caso concreto, Sánchez denuncia un «vacío de oferta» cuando cierran los restaurantes: «El ayuntamiento tampoco otorga licencias para discotecas o para terrazas» como las que, recuerda, existían en otros enclaves. Resultado: «Esa gente se queda deambulando por la calle». De ahí su diagnóstico: «Es una ciudad que no tiene vida después de las diez de la noche», sentencia, al tiempo que sitúa a la capital «ya dentro de los diez primeros puestos en falta de vitalidad nocturna».