“La situación en Cataluña es más dramática de lo que se puede ver desde fuera”

Entrevistamos al canario Gustavo Galván, doctor en Filosofía y gestor de empresas y que lleva 15 años viviendo en Cataluña.

 “Todo el mundo tiene miedo en Cataluña ahora mismo”, avisa, “y en todos los ámbitos”. Este miedo se traduce en problemas para dormir, visitas al psicólogo e incremento del consumo de tranquilizantes. “Vivimos un estado de suspensión sobre qué puede pasar mañana, si hay declaración de independencia, si habrá respuesta de los que no queremos que eso ocurra. Está todo paralizado. Las visitas comerciales se han reducido a la mínima expresión, las empresas no toman decisiones”.

Para Galván, la vida política “se ha filtrado en todos los ámbitos, incluido en las conversaciones de los niños”. Esa tensión está en todos lados: “La vida familiar y de amistades prácticamente se ha paralizado. Mi familia política, una familia muy amplia, se solía reunir semanalmente. Desde septiembre no tenemos ninguna reunión colectiva. Tenemos miedo de encontrarnos por si decimos cosas de las que después no podemos arrepentir”.

Lo mismo sucede con los amigos, con los que hace mucho tiempo que no se reúne, todo lo más hacen “reuniones de resistencia, solo con amigos que piensan como nosotros. Pero evitamos reunirnos con los que sabemos que no piensan igual”.

Galván reconoce tener miedo de que el conflicto se convierta en una lucha violenta: “Hasta el 8 de octubre había una mayoría de la población que estaba silenciada, íbamos viendo personas, vecinos, amigos que se habían ido radicalizando su discurso de una forma incomprensible. Pero esta mayoría ya no está silenciada, ahora, además de harta, empieza a estar enfadada. Se ha dado cuenta de la demagogia de los gobernantes. Se han dado cuenta de que es una cortina de humo para tapar las miserias de Artur Más desde que tuvo que abandonar el Parlamento en helicóptero”.

Galván considera que si declara la república y se producen paros, “los otros catalanes no se van a quedar sentados. Hasta ahora ha habido una pulcritud exquisita. Pero hay una parte de la población que se siente pisoteada y está harta. A medida que se radicalizan los discursos crece la posibilidad de violencia”.

El doctor en filosofía no encuentra qué podría haber hecho el Gobierno de España. “Yo personalmente creo que el Gobierno de España no podía entrar en ese juego, porque nunca se ha tratado de un diálogo verdadero, sino de profundizar en el conflicto”. A su juicio, el discurso independentista “se ha basado en una quimera, la de que nos aceptarían inmediatamente en Europa y que nada cambiaría. Ha quedado meridianamente claro que la UE no va a aceptar la independencia”.