José Luis Ybot, activista de la flotilla por Gaza: «Nos jugamos la vida para abrir un corredor humanitario»

La flotilla de Global Sumud zarpando del puerto de Barcelona el 31 de agosto de 2025.| Creative Commons

La flotilla de Global Sumud zarpando del puerto de Barcelona el 31 de agosto de 2025.| Creative Commons

Recién regresado del dispositivo civil que intentó llevar ayuda a la Franja, explica que la iniciativa nació para «despertar conciencia».

El activista extremeño José Luis Ybot, recién regresado del dispositivo civil que intentó llevar ayuda a la Franja, explica que la iniciativa nació para «despertar conciencia» y forzar la apertura de un canal humanitario. Lo cuenta mientras conduce desde Madrid hacia su residencia en La Vera (Cáceres), con la convicción de que «no humilla quien quiere, sino quien puede». 

Compromiso y punto de partida

Ybot afirma que se implicó «porque estoy comprometido con la causa Palestina desde hace muchos años» y porque asistía «atónito» a «una matanza televisada y difundida a diario» sin respuesta eficaz de los Estados. De ahí que decidiera embarcarse «con compañeros y compañeras de todo el mundo» para intentar «abrir un corredor humanitario». 

De la marcha global a la flotilla

El antecedente —explica— fue la «marcha global a Gaza», convocada en redes para junio, que pretendía llegar desde El Cairo hasta el paso de Rafah, con el último tramo a pie. El Gobierno egipcio lo impidió, pero la red de activistas, ya organizada por delegaciones, continuó trabajando y cristalizó en la flotilla internacional. 

Ybot no se hace ilusiones sobre el peligro que corrían: «Sí, cualquier cosa podía pasar». Reconoce que «sabía» que podía perder la vida e insiste en su denuncia del «Estado sionista», al que califica de «criminal y terrorista», por atacar «a una población indefensa». Con todo, pensaron que su condición de ciudadanos de países occidentales podía darles «un poco más de margen» para evitar una agresión abierta. 

La retaguardia en Barcelona

El impulso logístico —subraya— se concentró en Barcelona: allí se arreglaron los barcos y «había 200 voluntarios todos los días» preparando comida para quienes trabajaban en tierra y para los menús que se llevarían a bordo. «El esfuerzo ha sido ingente», recuerda, y cuando él daba las gracias, la respuesta era: «No, gracias a ti». 

Efecto social y movilización internacional

Según su relato, el avance de la flotilla coincidió con un aumento de la atención global sobre Gaza y con manifestaciones en Europa —algunas «bastante numerosas»— que, aun así, no lograban mover a los gobiernos. A su juicio, el miedo a que «pudiera pasar» algo grave con los barcos contribuyó a que más gente saliera a la calle y a visibilizar el conflicto. 

Detención, cárcel y resistencia no violenta

Tras su arresto y traslado a una prisión de alta seguridad en Israel, Ybot relata que, al comprobar que «no iban a ser agredidos físicamente», los detenidos comenzaron a «movilizarse y ejercer» su fuerza: reclamaron medicinas desechadas por los funcionarios, se «plantaron» y «una buena parte» inició huelga de hambre, hasta lograr atención sanitaria y «ciertos mínimos». De esa experiencia extrae una frase que resume su resistencia: «No humilla quien quiere, sino quien puede». 

Hermandad entre desconocidos

Durante «mes y medio», cuenta, convivió con personas de «todo el mundo» y se forjó «un sentimiento de hermandad tan profundo» que los hacía sentirse «como si nos conociéramos de toda la vida». Esa confianza —dice— fue la base del «coraje» colectivo que sostuvo la protesta dentro de la cárcel. 

Preguntado por los anuncios de un acuerdo y por si daría a Donald Trump el Nobel de la Paz, Ybot es tajante: «Ni por el forro de nada». Lo considera «causante de muchas guerras y de muchos conflictos» y sostiene que «lo único que le interesa es el dinero». 

Un balance humano y político

El activista sostiene que la flotilla «ha ayudado a mentalizar al mundo» sobre «el problemón» de Gaza, visibilizando «algo muy importante» pese al riesgo personal asumido por sus participantes. En paralelo, reivindica el papel del apoyo ciudadano —incluidas personas que financiaron billetes de quienes no podían pagarlos— como una palanca que permitió sostener la acción hasta el final. 

La conversación se realizó mientras Ybot viajaba en coche desde Madrid hacia La Vera, comarca cacereña «famosa por su pimentón». Un dato menor que, para él, conecta la dureza del presente con la normalidad cotidiana que quiere defender para la población civil de Gaza.