Javier Puga: «Para nosotros es un punto muy importante mantener la identidad canaria»

Javier Puga en los estudios de El Espejo Canario

Javier Puga en los estudios de El Espejo Canario

➤ «Tenemos un 12% de absentismo: son 1.200 personas que hay que relevar todos los días. Hay gente que ha decidido no trabajar» ➤ «Posiblemente estamos llegando a un punto donde el turismo va a ralentizarse, pero no creo que vayamos a tener una crisis bestial»

El consejero delegado de Dinosol Supermercados, matriz de Hiperdino, Javier Puga, traza un diagnóstico inquieto pero no derrotista sobre la economía canaria y el mercado laboral: alerta de un absentismo disparado que complica el funcionamiento de las empresas, anticipa una ralentización del turismo en 2026 tras varios años de subidas de precios y reivindica el papel de la iniciativa privada en la construcción de vivienda social y en el apoyo a las familias más vulnerables, sin que ello sustituya a la responsabilidad de las administraciones públicas.

A lo largo de una extensa conversación en El Espejo Canario, Puga se detiene en los factores que empujan la cesta de la compra, las diferencias de precios entre formatos de tienda, la dificultad para cubrir vacantes pese a las cifras oficiales de paro, los proyectos de expansión de la compañía dentro y fuera de Canarias y el compromiso con la identidad canaria en operaciones estratégicas como la entrada en Naviera Armas o una eventual venta de Hiperdino.

Ralentización del turismo en 2026, pero sin «crisis bestial»

Puga recuerda que el negocio de Hiperdino depende de forma directa del turismo y que, tras varios ejercicios muy favorables, empiezan a percibir señales de agotamiento del ciclo. «Este año está yendo bien», explica, pero añade que han detectado «algunos pequeños matices» que les llevan a pensar que «posiblemente estamos llegando a ese punto en donde el turismo va a ralentizarse».

Sitúa ese cambio de tendencia en 2026 y lo relaciona con los incrementos importantes de precios en las tarifas turísticas de los últimos dos o tres años, que considera difícilmente sostenibles: «Esto tenía que agotarse. Y yo creo que se va a agotar. Llega un momento en que ya, con esos precios, nuestra ocupación no va a poder seguir mantiéndose igual».

No obstante, rechaza los augurios catastrofistas. «¿Eso quiere decir que vamos a tener una crisis bestial? No, no pienso eso», sostiene. Recuerda que incluso en los peores momentos, excluyendo el golpe excepcional de la pandemia, el destino Canarias «se ha mantenido», aunque haya sido necesario ajustar tarifas. Utiliza una comparación muy gráfica: «No es lo mismo tener una economía de 10 y crecer un 2%, que tener una economía de 100 y perder un 0,5. Esto sigue siendo una economía de 100».

En cuanto a la distribución territorial, apunta que perciben la ralentización «posiblemente» con más claridad en Tenerife y Gran Canaria, menos en Fuerteventura, pero insiste en que incluso ese freno se produce sobre niveles de actividad «espectaculares», con cifras en máximos históricos.

La factura del absentismo y el riesgo de llegar al 20%

Uno de los pasajes más contundentes de la entrevista llega cuando se aborda el absentismo laboral. Puga recuerda que hace unos meses la compañía llegó a situarse en torno al 13% y que ahora ha bajado al 12, pero considera la cifra igualmente muy elevada. Con una plantilla de unas 10.000 personas, eso supone «1.200 personas que hay que relevar todos los días, porque tienen un puesto de trabajo, tienen que hacer un cometido en concreto y tienen que hacerlo otras personas».

«Hay gente que ha decidido no trabajar», resume, diferenciando con mucho cuidado entre quienes están realmente enfermos y quienes, a su juicio, utilizan de forma abusiva las bajas. «Primero quiero decir que desde aquí mi gran apoyo y respaldo a todos los que de verdad están enfermos. Esos tienen todo el apoyo de la empresa», subraya. Pero acto seguido añade: «A los que no lo están, que también los hay, eso me parece completamente indigno, porque además están perjudicando a sus compañeros de trabajo, a la empresa, al público en general».

Puga describe cómo ha cambiado el sistema de bajas, que antes permitía al empresario conocer al menos el tipo de problema y hacerse una idea del tiempo de ausencia. «Ahora no. Ahora no tienen que decirte el por qué. Y te llega al cabo de unos días una nota de la Seguridad Social diciendo que está de baja. Pero no tienes ni que saber por qué, ni el tiempo que va a estar de baja», se queja. «Te quedas preguntando: ¿contrato a alguien o no contrato a nadie?», explica, mientras la carga de trabajo recae sobre el resto del equipo.

Plantea incluso un escenario más preocupante: «Puede pasar que un día pasen directamente del 12% al 20%», advierte. Y propone una receta: «La solución pasa por un incremento rápido, sustancial y necesario de las inspecciones médicas», de forma que, si se detecta a alguien realizando «actividades incompatibles con esa baja», sea sancionado por la propia inspección.

Vacantes sin cubrir y una nueva cultura del trabajo

El consejero delegado de Dinosol insiste en que el problema no es solo el absentismo: también cuesta encontrar personas dispuestas a incorporarse a puestos con condiciones que considera razonables. Pone un ejemplo muy concreto: «Ahora mismo tenemos 21 vacantes no cubiertas en nuestro almacén central, y no las cubrimos».

Interpelado por el salario, estima que el sueldo neto se sitúa «en torno a 1.300 más algo variable», mientras que el coste total para la empresa puede llegar a unos 2.600 euros, incluyendo cotizaciones y otros conceptos. Pese a ello, las vacantes siguen abiertas.

La misma dificultad, dice, se refleja en la contratación de vigilantes de seguridad, especialmente en zonas turísticas, donde algunas empresas ya le han transmitido que «no se comprometen» a prestar ciertos servicios por falta de personal. Con ese panorama, lanza un mensaje rotundo: «Hoy en día el que no trabaja es porque no quiere casi; hay trabajo».

Matiza, eso sí, que otra cosa es que a una persona le convenga o no trabajar «por el precio que sea, por la distancia, porque no tiene piso allí, o porque no tiene ganas». Pero insiste en el principio general: «Yo pienso que el que quiere trabajar debe poder trabajar». Y vincula este fenómeno a «una cuestión generacional» y a un cambio de mentalidad que, en su opinión, se observa «no solo en Canarias, sino en toda España» y, probablemente, «en todo el mundo occidental».

Cesta de la compra, Navidad y diferencias de precios

Preguntado por la subida de precios de productos básicos, Puga explica que los supermercados soportan una cascada de incrementos que termina trasladándose a los lineales. «Queramos o no, los costes han ido subiendo», resume. Menciona los impuestos, los costes laborales «no tanto por los salarios, pero sí por el absentismo, por los permisos retribuidos y por otras cosas que suenan muy bien», pero que tienen un impacto directo en la estructura de costes.

De cara a la campaña navideña, advierte de que «la explosión de precios todavía no ha llegado». Recuerda que todos los años se repite el mismo patrón con productos muy demandados y de oferta limitada, como los aguacates o determinados mariscos: «Si usted es proveedor y tiene 5 gambas, y hay 100 personas que quieren comprar gambas, ¿a quién se las vende? ¿Al que más le paga o al primero que le compra?». La respuesta, admite, es obvia, y la traslada a la lógica de la «oferta y demanda».

Para contener en lo posible esos picos de precios, sostiene que Hiperdino intenta «cerrar los precios antes de que llegue la Navidad» en todo aquello que puede, de modo que «hay muchas cosas que no subirán».

La entrevista también aborda las diferencias de precio entre los distintos formatos de la cadena. Puga recuerda que Hiperdino, Superdino e Hiperdino Express responden a estrategias distintas. Los grandes Hiperdino «son las tiendas más grandes, tienen una colección muy amplia y son los más agresivos en precio». Los Hiperdino Express, en cambio, son «tiendas muy pequeñas» en zonas turísticas, con surtidos reducidos y alquileres muy elevados: «Tienen unos márgenes bastante más altos y tienen precios muy altos».

En cuanto a los Superdino, más orientados al residente, reconoce que el cliente se pregunta por qué no tienen exactamente los mismos precios que los Hiperdino. Su respuesta es que se trata de tiendas de cercanía, con menos metros, menos referencias y productos «que menos margen tienen». «No podríamos tener un supermercado de cercanía al precio del Hiperdino», asegura. Por eso «marcamos diferentes precios», aunque insiste en que la diferencia está «entre un 1 y un 3%».

A una oyente que cuestiona una diferencia de 19 céntimos en el precio del pepino entre dos tiendas, Puga le pide que tenga en cuenta si se trata del mismo formato de tienda y, sobre todo, si la comparación se hace «en la misma fecha», porque puede estar influyendo una oferta puntual. Y otro oyente obtiene una respuesta tajante cuando pregunta por el peso de una bolsa de pescado: «Si pone 800 gramos, le garantizo que sí».

Identidad canaria, posibles ventas y Naviera Armas

En la entrevista también sale a relucir el valor de Hiperdino como empresa canaria. Puga repasa los 40 años de historia de la cadena y recuerda las etapas en las que, bajo otros propietarios, la marca perdió identidad y cayó en una crisis que luego el equipo actual logró revertir.

Interrogado sobre una eventual venta de la compañía, Puga insiste en que para los actuales accionistas no es solo una cuestión de precio. «Si hubiese una especie de garantía o una tranquilidad de que quien lo adquiriese siguiera respetando todo eso por lo que hemos luchado, por la canariedad, por nuestros productos, por nuestra industria, por nuestra gente», admite que «posiblemente sería fácil», porque también se trata de no asumir «toda la vida» el riesgo del 100% de una compañía tan grande.

«Hoy para nosotros es un punto importante, muy importante», recalca sobre la necesidad de mantener esa identidad, aunque evita prometer nada «para toda la vida». Explica que están trabajando en la creación de un equipo directivo que pueda garantizar «una labor continuista» cuando los actuales responsables ya no estén, aunque reconoce que «no existe» una garantía absoluta de que ese objetivo se vaya a cumplir.

En otro plano, confirma la participación de Dinosol en el grupo de empresarios canarios que acompañan a Balearia en la operación sobre Naviera Armas. «Pensamos que Naviera Armas es una empresa estratégica de transporte marítimo y que debíamos estar empresarios canarios», sostiene. Señala que Balearia y su presidente, Adolfo Utor, lideran la operación y que han mostrado interés en contar con socios locales para que la compañía no se perciba como un actor extraño en el archipiélago.

El acuerdo económico y de accionistas, dice, está cerrado, con Dinosol como socio minoritario, pero rehúsa entrar en cifras: «Yo lo sé, pero no debo decirlo», zanja, apelando al respeto a los demás socios y a las autorizaciones pendientes del Tribunal de Defensa de la Competencia.

Fundación, ayudas y vivienda social

Más allá de la cuenta de resultados, Puga alude con frecuencia al trabajo social del grupo. Relata el caso de una familia de Ingenio, con seis hijos y bajo la amenaza de desahucio por parte de un fondo buitre que quiere vaciar y reformar el edificio para alquilar a precios más altos. El padre ya trabajaba en Hiperdino y, al conocer la situación, la empresa incorporó también a la madre.

«Entre los dos creo que ganan 2.600 euros», estima. La compañía les adelantó el dinero de la fianza para una nueva vivienda y, posteriormente, cuando se concretó una solución con una vivienda de Visocan que necesitaba reforma, la fundación del grupo se comprometió a asumir «a fondo perdido el 50%» de los aproximadamente 3.000 euros necesarios para los arreglos, mientras el resto se cubre con anticipos salariales.

«Creo que va a ir bien. Va a acabar bien», dice sobre esta historia, que ha tenido ya dos intentos de lanzamiento frustrados por diversas razones. Aprovecha para marcar límites: «Estos son problemas que no son de Dinosol», sostiene. «Estamos para ayudar en las cosas que podemos ayudar, pero nada más», y recalca que la vivienda social «la tiene que aportar el Gobierno de Canarias o el ayuntamiento».

En paralelo, avanza que el próximo año esperan terminar unas viviendas sociales en Tejina, «que sí queremos dedicarlas a nuestro personal», y que estudian otro proyecto en el municipio de Guía, aunque ahí se enfrentan a «problemas importantes de requisitos urbanísticos incompatibles con los costes de construcción de una vivienda social». Recuerda que el precio máximo de venta de una vivienda de protección oficial ronda los 1.000 euros por metro cuadrado, mientras los costes de construcción se han disparado.

Sobre la Fundación DinoSol, detalla que lleva nueve años en marcha y que se financia con aportaciones voluntarias de los accionistas. «Se dedica a ayudar a todo el mundo, pero principalmente a nuestro personal», resume. Durante la pandemia desarrollaron un programa específico de apoyo a familias, que está «a punto de terminar». En la actualidad, una de las líneas más destacadas son las becas para hijos de trabajadores: «Pagamos la carrera a los hijos de nuestros trabajadores que por sus notas se lo merecen», explica, y especifica que se trata de jóvenes «espectacularmente válidos» a los que se financian los estudios «para que estudien donde quieran».

40 años de Hiperdino, expansión a Mallorca y tradición del Belén

Puga recuerda que Hiperdino cumple 40 años, desde «una calle escondida en Shamann» hasta una empresa valorada en más de mil millones de euros. Alude a un «precioso libro» ya publicado sobre esa trayectoria y desliza que aún quedan muchas historias por contar: desde anécdotas «graciosas», como la accionista que, al recibir el talón por la venta de su empresa familiar, preguntó quiénes eran «estos señores tan simpáticos», hasta episodios de tensión e incluso «algo de violencia» en alguna operación de compra.

En cuanto a la expansión peninsular, se detiene en la experiencia en Mallorca. Reconoce que este año han tenido «problemas», que atribuye a fallos logísticos propios y a la necesidad de enviar «30 o 40 personas» desde Canarias para implantar los sistemas y la cultura de la empresa en las nuevas tiendas. El resultado, explica, es que «hemos ganado dinero en lo que es la propia tienda», pero al incluir todos esos gastos extraordinarios de desplazamiento y refuerzo, el balance final del año es negativo.

Pese a ello, no se plantean retirarse: «Estamos muy ilusionados», afirma. Tienen «cerrada otra apertura más», dos a punto de firmarse y «otras tres negociándose» en Mallorca. «Nosotros somos muy perseverantes», insiste, y descarta que vayan a marcharse del mercado balear.

Inteligencia artificial sí, pero sin sustituir «el cariño»

Al final de la conversación aparece otro elemento que Puga considera clave para el futuro de la empresa: la inteligencia artificial. Asegura que ya la están utilizando en su trabajo diario y avanza que Hiperdino prepara «un proyecto» para «sacar un producto completamente innovador y que les va a encantar a todos nuestros clientes y a todo nuestro personal».

Da pocas pistas, pero suficientes para despertar la curiosidad: «No es un producto alimenticio», aclara, sino «un producto desarrollado con la inteligencia artificial» que tiene forma de «personaje» y que se integrará en el universo de la marca como «un miembro de la familia». Incluso revela que tienen «tasados los días que quedan» para su lanzamiento: «Quedan 164 días», afirma.

Preguntado por la posibilidad de que los robots sustituyan a los trabajadores, se muestra escéptico y reivindica de nuevo a su plantilla. «Nunca van a sustituir el cariño que le da nuestro personal», asegura. Recuerda que «una parte muy importante, la más importante del éxito de Hiperdino» está en «ese 95% de trabajadores que trabajan o no lo hacen porque están enfermos de verdad».

Sobre el otro 5%, el que asocia al absentismo injustificado, mantiene su tono crítico, pero cierra el círculo insistiendo en que el vínculo entre el personal y el cliente es insustituible: desde las cajeras que reconocen a los habituales «con solo verles la cara» hasta quienes mantienen «un buen rollo» diario en tienda que, a su juicio, ninguna inteligencia artificial puede replicar.