➤ «Cáritas está en situación límite y ya no podemos más» ➤ «El 20% de las personas que atendemos tiene empleo, pero no llega a fin de mes» ➤ «El retraso en la financiación pública nos obliga a endeudarnos para seguir ayudando»
Gonzalo Marrero, director de Cáritas Diocesana de Canarias, lanza una advertencia sin paliativos: la situación actual ha desbordado la capacidad de respuesta de la organización. «Estamos en situación límite y no podemos más», afirma. Aunque el discurso público celebra un crecimiento económico sostenido en España, Marrero alerta de que ese avance no llega a las capas más frágiles de la población. En Canarias, más de 24.000 personas dependen de la ayuda directa de Cáritas solo en la provincia de Las Palmas. A pesar de los esfuerzos, el déficit presupuestario y los retrasos en la financiación pública amenazan con paralizar una estructura que lleva siete décadas sosteniendo a quienes el sistema deja atrás.
Aumenta la desigualdad pese al crecimiento económico
Marrero denuncia que los datos macroeconómicos no reflejan la realidad cotidiana de los ciudadanos: «España es el país con mayor desigualdad social de la Unión Europea». La riqueza generada en los últimos años ha beneficiado sobre todo a las clases altas, mientras que la población media y vulnerable sufre un deterioro creciente en sus condiciones de vida. Uno de los datos que considera «impresentables» es la cifra de 2,3 millones de niños menores de 13 años en situación de vulnerabilidad social: «Esto es inaceptable en una democracia del siglo XXI».
El retraso institucional estrangula los recursos
Uno de los mayores obstáculos que enfrenta Cáritas es la tardanza en recibir los fondos ya comprometidos por las administraciones públicas. «El 20 de febrero de 2025 no habíamos recibido el 30% de la financiación correspondiente a 2024», denuncia Marrero. Esa demora forzó a la organización a recurrir a dos pólizas de crédito de un millón de euros cada una para seguir funcionando. «Pagamos intereses para adelantar un dinero que ya está aprobado por el Parlamento», insiste.
Un sistema solidario, pero tensionado
A pesar de todo, la organización sobrevive gracias a un tejido social comprometido. Un 38% de la financiación de Cáritas en Canarias procede de aportaciones privadas, sobre todo de clases medias. «Eso indica que la sociedad canaria es solidaria», subraya Marrero. No obstante, recuerda que este esfuerzo convive con un modelo de financiación pública «competitiva» incluso para servicios esenciales como comedores sociales o duchas. Cada día, unas 300 personas comen en los tres comedores que Cáritas mantiene en la provincia de Las Palmas.
Nuevas formas de pobreza y exclusión
Uno de los fenómenos más preocupantes es el aumento de los llamados «trabajadores pobres». Un 20% de los atendidos por Cáritas tiene empleo, pero no logra cubrir sus necesidades básicas. «Muchos trabajan en la economía sumergida y ese índice no para de crecer», indica. Otro grupo vulnerable en aumento es el de las mujeres solas con hijos, en situación de infravivienda o directamente sin hogar. Marrero alerta de nuevas formas de exclusión, como el alquiler por horas de camas calientes o habitaciones a precios desorbitados. «Hablamos de 750 euros por el salón de una casa con derecho a baño para una mujer con dos hijos», ejemplifica.
La vivienda: epicentro del colapso social
La falta de vivienda pública en Canarias —que no ha crecido en dos décadas pese al aumento de población— genera una tensión insostenible. Marrero no duda en calificar como «mercantilización brutal» la actual situación del mercado inmobiliario, que excluye a las familias más vulnerables y fuerza prácticas abusivas: desde pedir fianzas de seis meses hasta cobrar por empadronar a alguien. «Esto no es accidental, es una pobreza estructural que hay que abordar ya», sostiene.
Una voz que interpela a toda la sociedad
«Los datos nos dicen que hay riqueza, pero no hay un reparto equitativo», insiste Marrero. Recuerda que Canarias tiene un 30% de su población —unas 700.000 personas— en riesgo de pobreza o exclusión. En su opinión, ni las estadísticas oficiales ni el relato político reflejan la realidad. «Se nos está manipulando con los datos», acusa. Frente a eso, Cáritas reivindica su función como conciencia crítica: «Instituciones como la nuestra deben decir cuál es su percepción de lo que pasa».
El valor ético como único capital
Para Marrero, la solución pasa por recuperar valores básicos: «Si una persona es ética, vale 1; si además es rica o inteligente, le añadimos ceros. Pero si pierde el 1, no vale nada». En esa lógica, Cáritas actúa como contrapeso moral ante un modelo que expulsa a los débiles. «No se trata de ser comunistas», matiza, «sino de asumir que toda sociedad avanzada necesita unos mínimos de dignidad para garantizar la convivencia». Y concluye: «Todo lo demás, con el debido respeto, es filfa».