Ángel Vázquez: «Hemos subido los precios, ha venido menos gente y tenemos más dinero»

Ángel Vázquez en el set de El Espejo Canario en el Islote de Fermina

Ángel Vázquez en el set de El Espejo Canario en el Islote de Fermina

➤ «Lo barato nadie lo aprecia. No podemos dar gratis nada» ➤ «Algunas de las críticas no son por el modelo, son porque demostramos que otros lo hacían muy mal» ➤ «Cuando llegué no había organización administrativa, no había planificación, no había presupuesto»

El consejero delegado de los Centros de Arte, Cultura y Turismo (CACT) de Lanzarote, Ángel Vázquez, sostiene que el modelo que está aplicando en la llamada «joya de la corona» del Cabildo funciona porque ha puesto precio real a unos espacios únicos y porque ha ordenado la gestión interna.

«Hemos subido los precios, ha venido menos gente y tenemos más dinero», dice para explicar que los centros pueden facturar este año en torno a 50 o 51 millones de euros, casi el doble que cuando asumió la dirección en agosto de 2023, con 27 millones de facturación bruta. Añade que el alza de tarifas no es un capricho sino una forma de evitar la «vulgarización» de los espacios creados por César Manrique: «Lo barato nadie lo aprecia».

Un modelo que molesta

Vázquez admite que su gestión no gusta a todos. «Yo creo que hay mucha gente que no le interesa que yo esté en los centros», afirma. Describe lo ocurrido como algo «muy de Canarias»: cuando algo funciona, «hay que cargarse a este individuo como sea». Recuerda que llegó hace 38 años a Lanzarote y que nunca imaginó gestionar los centros, pero que lo hace con la serenidad de quien tiene su vida laboral resuelta: «O me dejan hacer lo que yo quiero, o me voy para mi casa».

Frente a las críticas de la oposición, asegura que hoy hay más organización, más contabilidad y más contratación pública que en la etapa anterior. «Yo tengo los papeles», repite, y contrapone las auditorías actuales —que firman terceros con responsabilidad penal— a una etapa en la que, según denuncia, «no había organización administrativa, no había planificación, no había presupuesto» y se llegó a declarar beneficios con la contabilidad sin cerrar. Por eso sostiene que algunas de las críticas «no son por el modelo, son porque demostramos que otros lo hacían muy mal».

Tarifas al turista, simbolismo al residente

El eje de su política es la diferenciación entre quien vive en la isla y quien viene a visitarla. Lo resume con una frase taxativa: «No podemos dar gratis nada». Explica que los centros no se financian con impuestos sino «de la actividad comercial que generamos día a día» y que, por tanto, están obligados a explotar el patrimonio que el Cabildo les cede. Eso significa que el turista paga la tarifa completa —22 euros en Montaña de Fuego, 15 en Jameos del Agua o la Cueva, 10 en el Mirador— y que, si quiere visitar los siete centros, se coloca fácilmente en «70 u 80 euros». Dice que han retirado los bonos porque eran difíciles de gestionar y generaban confusión entre el personal.

Los residentes, en cambio, pagan cantidades simbólicas: «En Montaña de Fuego, dos euros, en Jameos dos euros, y en el resto, uno. Y en el Castillo de San José, cincuenta céntimos». Incluso esas cantidades se compensan si consumen en el propio centro. Para los canarios de otras islas, las tarifas están «casi al 50%» de la tarifa normal. Defiende ese esquema frente a quienes comparan con otros cabildos: los CACT son una empresa pública que opera con contabilidad, auditorías, impuestos y licitaciones, y por eso —apunta— no puede bonificar como una administración que gestiona directamente un parque.

Pagar lo que cuesta una obra de arte

El consejero insiste en que los centros turísticos no son un parque cualquiera. «Esto no es un parque, esto es un sitio donde César Manrique puso su genio», dice. Y como están pisando una obra de arte, mantenerla es más caro: hay que respetar la pintura, el acero cortén, la madera, las piedras, exactamente «como lo hacía César». Por eso están elaborando un manual de mantenimiento para que cada intervención se haga con los mismos materiales y procedimientos originales. A partir de ahí justifica que aún haya margen para subir precios: «Tenemos que subir hasta el punto de que se pague por lo que se está visitando».

Su razonamiento es económico y, a la vez, de posicionamiento turístico: si se cobra poco por un espacio único en el mundo, se banaliza; si se cobra lo que cuesta su conservación, se protege el recurso y se selecciona al visitante. Y los números —remarca— lo avalan: con un 15% menos de afluencia tras la subida de tarifas, se recauda más de 100 millones de euros adicionales en dos ejercicios combinados respecto al punto de partida.

Revertir el dinero en la isla

Vázquez subraya que el dinero no se queda en una caja. «Los beneficios de los centros vuelven a la sociedad», dice. Lo hacen por tres vías: el 1,060% de la facturación se abona al Cabildo por la explotación del patrimonio; los ayuntamientos donde están los centros cobran más que antes por los cánones —«cobran dos millones más de euros que cobraban antes»— y una parte importante se destina a responsabilidad social corporativa, es decir, a apoyar proyectos deportivos, culturales, sociales y educativos. Han contratado incluso a un catedrático de la Universidad de La Laguna para ordenar esas líneas en 12 subgrupos y que el reparto sea más preciso.

Recuerda que muchos de los conciertos, actividades culturales y patrocinios que se ven en la isla llevan detrás la financiación de los centros. Y que este enfoque nace del marco estratégico de transformación: estudiar primero todas las carencias de la isla —transporte, vivienda, sanidad, infraestructuras— y después invertir en proyectos concretos con el dinero que deja el turismo, «tal y como debería haberse hecho siempre».

Colas y límites en Montaña del Fuego

Sobre las colas en Timanfaya, admite que hay momentos puntuales de saturación —Navidad, Semana Santa, verano—, pero precisa que la capacidad la fija el propio Parque Nacional y que la instalación tiene limitaciones técnicas severas: no hay línea eléctrica convencional, trabajan con motores de gasoil caros y la cobertura es deficiente, lo que impide implantar con garantías un sistema de venta por tramos horarios. «Yo quiero vender solo por internet y en tramos horarios, pero no me da garantía de que la técnica funcione», señala. Cuenta que incluso la obra prevista para llevar luz, fibra y agua desde Yaiza se paralizó en la legislatura anterior y ahora hay que empezar de cero con los permisos.

Descarta, por costosa, la solución de usar guaguas lanzadera: «Eso supone perder entre 6 y 10 millones de facturación al año. Yo no lo voy a hacer». Mantiene que la vía natural de control sigue siendo la de las tarifas: cuando se suben, baja la afluencia y se mantiene la recaudación.

Con todo, Ángel Vázquez intenta fijar una foto nítida: los centros de Lanzarote están mejor organizados, facturan el doble, pagan más a Cabildo y ayuntamientos y devuelven más a la sociedad; el visitante paga lo que cuesta mantener una obra de arte; el residente tiene una entrada simbólica; y la oposición, asegura, critica porque el sistema está funcionando.

Choque político con el PSOE

El responsable de los centros no disimula su choque político con el PSOE lanzaroteño, al que acusa de «mentir hasta en los papeles que ellos hacen». Sostiene que el partido cuestiona su retribución y su peso político porque «yo hago las cosas bien y demuestro que otros hacían muy mal». 

Explica que el salario que figura en el portal de transparencia incluye su antigüedad como empleado público durante 38 años, las dietas del consejo de administración —«como cobra todo el PSOE que va allí»— y las dietas de viaje, y reta a que se publique el acta en la que supuestamente se sube 25.000 euros el sueldo: «Es mentira». Vuelve así a su idea central: en los centros se trabaja «con información, con planificación y con auditorías» y quien cuestione eso «tiene que traer papeles».