➤ «Maspalomas es una potencia turística» ➤ «No creo que una Ley solucione el problema que tenemos de vivienda» ➤ «La unión del nacionalismo podría ser la operación política más importante de los últimos 25 años»
El primer teniente de alcalde de San Bartolomé de Tirajana, Alejandro Marichal, desgrana su visión sobre la nueva ley de alquiler vacacional, la crisis de la vivienda, el futuro del nacionalismo canario y la necesidad de repensar el modelo turístico de Maspalomas-Costa Canaria. Desde su responsabilidad en turismo y urbanismo, Marichal se muestra dispuesto a tensar la interpretación de las normas para proteger a los pequeños propietarios, rechaza las soluciones «mágicas» basadas solo en leyes, defiende limitar el vacacional en zonas residenciales pero no en suelo turístico y reivindica que el sur de Gran Canaria es, en sí mismo, «una potencia turística» que necesita planificación, identidad y respeto por los trabajadores del sector.
Una ley del vacacional que deja fuera a los apartamentos turísticos
El primer teniente de alcalde arranca con un diagnóstico muy crítico de la nueva ley de alquiler vacacional. Recuerda que, en San Bartolomé de Tirajana, más del 90% de la oferta de vivienda vacacional se localiza en la zona turística y no en los barrios residenciales, y subraya que el texto aprobado por el Parlamento no considera los apartamentos como viviendas a efectos de la regulación, lo que deja fuera a buena parte del tejido económico del municipio. Explica que, aunque la norma introduce una disposición para consolidar lo ya existente, persiste un problema de fondo: la vigencia del principio de unidad de explotación en los complejos turísticos, que impide a muchos pequeños propietarios comercializar su apartamento de forma individual.
Ante esa situación, relata que el Ayuntamiento ha solicitado al Gobierno autonómico medidas urgentes: «Lo que le hemos pedido a la Consejería es que, al menos, apruebe otro decreto ley con carácter urgente para que alguien que tenga una vivienda pueda explotarla individualmente». Marichal insiste en que no se trata de defender a grandes grupos inversores, sino de permitir que los pequeños titulares que han comprado un apartamento puedan explotarlo sin quedar atrapados por una normativa pensada, en la práctica, para otro tipo de operadores.
Vivienda, oferta y demanda frente al intervencionismo
El debate se abre entonces hacia la situación general de la vivienda en Canarias. Marichal se distancia de las recetas intervencionistas y reconoce que no comparte la idea de que la solución pase por controlar precios o restringir de forma generalizada el mercado del alquiler: «Creo que lo que hay que promover es más vivienda». A su juicio, la clave está en activar tanto al sector público como al privado para incrementar el parque de viviendas disponible.
En su análisis, la crisis actual es, sobre todo, un problema de oferta y demanda: demasiada demanda concentrada sobre un parque insuficiente, especialmente en municipios turísticos donde la presión sobre el suelo es constante. Por eso lanza un mensaje: «No creo que se solucione el problema de vivienda con una ley». Insiste en que «ojalá las leyes resolviesen los problemas», pero remarca que sin suelo, inversión y proyectos concretos, el papel de las normas es limitado.
Limitar el vacacional en zonas residenciales, no en suelo turístico
En línea con esa visión, Marichal sí ve margen para la intervención en un punto muy concreto: las zonas residenciales. «Justamente donde podría limitarse las zonas residenciales», explica, al considerar que en barrios como San Fernando, El Tablero o el Castillo del Romeral debe preservarse la función de vivienda habitual frente al avance del uso turístico. «Ahí sí tiene sentido», señala.
Lo que no le cabe en su cabeza es que las restricciones se concentren precisamente en los suelos potencialmente turísticos: «Lo que no entiendo en ningún caso es que en las zonas potencialmente turísticas se limita el alquiler vacacional, porque eso es un sinsentido». Recuerda que en su municipio la oferta de vacacional no se concentra en los barrios residenciales, sino en Playa del Inglés, Meloneras y San Agustín, y considera incoherente que la ley empuje a la desaparición de un modelo que ha sido históricamente parte del atractivo de Maspalomas-Costa Canaria.
Comunicación previa para sortear bloqueos
Preguntado por el encaje de esa posición con la legalidad, Marichal adelanta que el Ayuntamiento utilizará todas las herramientas administrativas posibles para proteger a los pequeños propietarios dentro del marco jurídico: trámites por comunicación previa en lugar de licencias, procedimientos transparentes y plazos tasados. Detalla que el municipio ya tiene colgado en su web el procedimiento, «muy transparente», por vía de comunicación previa, donde el ciudadano registra su actividad y, si en quince días no hay informe desfavorable, se entiende que puede comenzar a operar.
Frente al temor a un choque frontal con la ley, el primer teniente de alcalde se muestra dispuesto a llegar hasta donde el margen jurídico lo permita. Se declara convencido de que los ayuntamientos no pueden limitarse a «mirar para otro lado» mientras una norma autonómica pone en riesgo la economía de miles de familias que viven, total o parcialmente, de su pequeño negocio turístico.
Modernizar Maspalomas y devolver la identidad a Playa del Inglés
La conversación gira entonces hacia el modelo turístico del municipio y la imagen «vetusta» que todavía arrastran algunas zonas del sur de Gran Canaria. Marichal responde con un planteamiento a largo plazo: planificación, consenso social y un nuevo planeamiento urbanístico pensado para las próximas décadas. Explica que el grupo de gobierno quiere sentar a la sociedad civil, con técnicos y personas cualificadas, para definir «las líneas maestras» del desarrollo de la ciudad para los próximos veinte o treinta años y, a partir de ahí, tramitar un nuevo plan general.
Paralelamente, adelanta que se trabaja con el Gobierno de Canarias en la redacción de un nuevo plan de modernización de Maspalomas-Costa Canaria. Ese documento, subraya, debe abordar tres ejes: asumir que se trata de «una ciudad europea» donde deben convivir residentes y turistas; facilitar urbanísticamente la renovación o cambio de uso de los centros comerciales obsoletos, a los que no se puede financiar con dinero público, pero sí ofrecer «facilidades urbanísticas»; y «esponjar» la ciudad, permitiendo cierto crecimiento en altura para ganar zonas verdes.
Marichal reconoce que la actual ciudad turística es «muy gris» y «no tiene identidad ninguna», hasta el punto de que un visitante podría no saber en qué lugar del mundo se encuentra si lo dejan con los ojos vendados en medio de Playa del Inglés. Por eso reclama una apuesta decidida por la identidad ligada al territorio, al patrimonio histórico y cultural, y menciona también la gastronomía como uno de los elementos distintivos que pueden dar personalidad al destino frente a competidores como República Dominicana, con los que nunca se podrá rivalizar en precio, pero sí en seguridad ciudadana, sanitaria y calidad de vida.
Playa del Inglés, el verdadero motor económico
Aunque a veces se destaca Meloneras como «joya de la corona» arquitectónica del municipio, Marichal matiza esa visión y defiende la diversidad de modelos dentro del destino. Recuerda que hay turistas que prefieren Meloneras, con hoteles de gran tamaño y una oferta más concentrada, pero insiste en que, en términos económicos, Playa del Inglés sigue siendo el corazón del motor turístico. Aporta cifras: el sector genera alrededor de 800 millones de euros al año en el municipio, de los cuales unos 460 corresponden a Playa del Inglés y unos 270 a Meloneras, quedando el resto repartido entre San Agustín, Bahía Feliz y otras zonas.
«Playa de Inglés es el motor económico, es decir, lo viejo está de moda», resume, reivindicando un modelo de alojamiento donde el turista busca un apartamento o una villa con servicios, más que un hotel masivo en el que esté «pegándose codazos para comer». Añade que el gasto medio del visitante alemán ronda los 1.480 euros, mientras que el británico, que ha crecido en importancia en el municipio, se sitúa en unos 1.395 euros y se acerca ya a los niveles del alemán. Todo ello, sostiene, confirma que no se trata de un turismo de «alpargata» sino de un cliente que gasta, valora el destino y exige calidad.
De ahí la importancia que concede al plan de modernización: hacer Playa del Inglés más transitable, con más zonas verdes y espacios de esparcimiento tanto para residentes como para turistas, y mantenerla como referente dentro de la propia ciudad turística.
No a la tasa turística mientras exista techo de gasto
Sobre la tasa turística, Marichal adopta una posición pragmática. Reconoce que podría resultar tentador decir que sí «para quedar bien», pero sostiene que, en la práctica, la medida carece de sentido mientras siga vigente el techo de gasto que limita el crecimiento del presupuesto municipal. Explica que el Ayuntamiento recauda actualmente unos 104 millones de euros al año y que, aunque una tasa turística pudiese elevar los ingresos a 110 millones, la ley obliga a seguir presupuestando 104, destinando el excedente a los bancos. «Entonces no tiene ningún sentido», concluye.
Recuerda que el consistorio acumula ya 233 millones de euros en los bancos precisamente por esa imposibilidad de ejecutar más gasto corriente, y advierte de que introducir una nueva tasa sin poder convertirla en servicios reales para la ciudadanía o el destino sería «quedar bien ante la galería», pero sin efectos tangibles sobre el mantenimiento de los espacios naturales o la mejora turística. Deja abierta la puerta a que, en un futuro y con otras condiciones fiscales, pueda tener lógica, pero insiste en que «a día de hoy» no la tiene.
La gran operación del nacionalismo canario
Más allá del turismo, la entrevista entra en terreno político. Ante la hipótesis de una gran alianza entre Coalición Canaria y Primero Canarias que permita conformar un grupo parlamentario de cuatro o cinco diputados en el Congreso y ganar peso en cabildos y ayuntamientos. Marichal, que es una de las figuras clave del nacionalismo en Gran Canaria, no oculta su entusiasmo: «Yo estoy convencido que ahora más que nunca, y más como está resultando en las elecciones generales, que está muy fraccionado el Parlamento en Estado Español, es necesaria una fuerza nacionalista fuerte».
Defiende un nacionalismo «con un perfil no independentista», centrado en mejorar la autonomía, la financiación y la vida de los canarios. A su juicio, la unión de las distintas fuerzas nacionalistas, incluida Primero Canarias y otras de obediencia canaria, «podría ser, si me permite, la operación política más importante que se ha hecho en los últimos 20, 25 años». Considera que ese bloque podría generar «una ilusión nueva» en un electorado que no sabe a quién votar, y subraya que el ejemplo de la colaboración en San Bartolomé de Tirajana puede ser un modelo exportable a otros municipios y a la propia capital grancanaria, donde el nacionalismo nunca ha terminado de consolidarse.
Sobre Nueva Canarias y el futuro de su líder, Antonio Morales, Marichal opina que, si no se presenta de nuevo, podría iniciarse «el descalabro» de la formación; y que, si lo hace, se corre el riesgo de una mayor división del voto nacionalista en Gran Canaria. En todo caso, recalca que mantiene con él «una buena relación» en el ámbito institucional, especialmente a través del consorcio turístico de Maspalomas, y que apuesta por el entendimiento «con todo el mundo» más allá de las diferencias ideológicas.
Gastronomía con alma y orgullo turístico
La entrevista concluye donde empezó: en el Foro de Turismo Maspalomas-Costa Canaria, dedicado en esta edición a la «gastronomía con alma». Marichal cuenta cómo ha participado en un «show cooking» con cocineros de prestigio y describe con entusiasmo un plato de sardina, tomate, berro y mayonesa de mango que «le pone los ojos en blanco». Aprovecha para reivindicar la gastronomía como parte de la identidad del destino y, sobre todo, para poner en el centro a quienes hacen posible el éxito turístico.
«Nosotros somos una potencia turística», insiste, antes de recordar que Brasil, pese a su tamaño, no alcanza los diez millones de turistas anuales, mientras que Canarias recibe alrededor de dieciocho millones, y que San Bartolomé de Tirajana es, después de Madrid y Barcelona, el tercer municipio en número de pernoctaciones de toda España. Subraya que más del 70% de quienes visitan el archipiélago repiten, y atribuye buena parte de ese logro a los profesionales del sector: «Esas personas que de manera silenciosa hacen un trabajo que totalmente es necesario para que seguir siendo un destino turístico competitivo».
Marichal reivindica que, cuando se vende el destino, siempre se habla del clima, del paisaje o de las playas, pero «nunca hablamos de las personas». Su mensaje final es, precisamente, volver la mirada hacia ese capital humano que sostiene la economía turística del municipio y del archipiélago, mientras la política discute sobre leyes, alianzas y modelos de ciudad.