«Luengo y Ortega: un mismo camino»

Francisco J. Chavanel

Para mí este asunto no es merecedor de la menor polémica. Pienso que Paquita Luengo fue una excelente consejera de Industria y de Empleo y creo exactamente lo mismo del trabajo de Pedro Ortega. El azar, la fortuna y las circunstancias no siempre nos dan tan dotados consejeros consecutivos: suele ocurrir al contrario. El buen quehacer de Luengo y Ortega al frente de una consejería estratégica de alguna forma compensan los disparates cometidos por Luis Soria, satelizado por su hermano José Manuel, y por Jorge Rodríguez, que no cometió disparates pero que se mantuvo siempre en un perfil muy bajo.

Desde un punto de vista estrictamente político los principales responsables del retraso canario en la “incursión” de las energías renovables la tiene el gobierno de 2003 presidido por Adán Martin, con Soria disfrazado de su hermano en el papel de consejero de Industria. De la ley que había redactado Julio Bonis -que ya no indicaba nada bueno- nació una posibilidad de negocio que los principales líderes de CC y PP de la época intentaron usufructar lucrándose a costa de los intereses generales. El primer concurso eólico, frenado por la Justicia, estaba lleno de terminaciones nerviosas que conectaban con hombres de confianza de los dos políticos citados, señal de que veían venir las oportunidades que se abrían y su voluntad de aplicarse para obtener plusvalías propias.

Cuando llegó a la Consejería Paquita Luengo, año 2013, sustituyendo a Margarita Ramos, hermana del ex alcalde de Teror Juan de Dios Ramos, esta se encontró con una serie de trampas, herencia del paso de Adán Martín y los Soria. Hasta el punto que la Justicia volvió a fallar en contra del segundo concurso ante la sospecha generalizada de que los ganadores del concurso lo habían conseguido gracias a información privilegiada saliente de las ubres de la propia consejería.

Pero Paquita Luengo no se arredró. Aprobó un decreto que le permitía conceder permisos para la construcción de los primeros parques eólicos, olvidándose de concursos contaminados. Ahí radica el principio del “éxito” (entre comillas) que hoy vivimos. Estamos cerca del 10% de penetración de las renovables -muy poco- pero tal vez podamos estar en un 20% a final de año si ya están operativos los parques eólicos aprobados. Todos, incluidos los nonistas, ya piensan que en 2025 alcanzaremos un 45% y que ahí pararemos si no se cambia el sistema. Pero eso es otra historia.

De modo que aquello que empezó Luengo es lo que ha continuado Pedro Ortega. Han caminado los dos por el mismo camino; los dos, elegidos por partidos distintos, han demostrado operatividad, conocimiento, capacidad para pactar y llegar acuerdos, anteponer, aquí sí, lo general a lo particular. No sé si esto que digo les gustará o no, sin embargo es lo cierto. No se pueden entender los progresos actuales sin el trabajo extraordinario de Paquita Luengo.

Ahora bien: las coincidencias continúan, independientemente de que los dos protagonistas las acepten o no. El decreto sobre el aire propanado fue aprobado el 15 de junio de 2015, exactamente 23 días antes de que tomara posesión el Ejecutivo presidido por Fernando Clavijo, con Pedro Ortega como consejero de Industria. La propuesta fue efectuada por la consejera de la época, Paquita Luengo, firmada por ella tal como consta en documentos comprobados por mi equipo, y aprobado en consejo de gobierno por el presidente de entonces Paulino Rivero.

No hay duda alguna. Al margen de que a Luengo ahora le agrade muy poco el aire propanado, y forme parte de la corriente socialista que le hace ascos a este tipo de gas, cuando hasta hace muy poco defendían un mix energético con menor dependencia del petróleo, lo cierto es que los hechos no se pueden cambiar. Luengo dio instrucciones a los funcionarios del Gobierno para preparar la aprobación del decreto. No lo hizo ninguna persona en su lugar. Lo hizo ella misma y lo hizo por la convicción que tenía de que estaba actuando correctamente.

Bajo nuestro punto de vista eso fue lo que pasó: actuó correctamente. Canarias depende casi al 100% del petróleo y derivados. Nuestra dependencia energética es tan cruel que todos los años el Estado paga una cantidad cercana a los 1.000 millones de euros para mantener nuestro deficiente sistema. Esto nos quita respeto en Madrid cada vez que tenemos que discutir partidas importantes para Canarias. Que el gobierno de Rivero -al margen de las peleas mantenidas con Soria por el asunto del petróleo- llegara a la conclusión de que era necesario apostar por el aire propanado para evitar excesivas emisiones nocivas a la atmósfera, forma parte del escenario en el que tiene que moverse un ejecutivo responsable. Yo creo que Rivero actuó responsablemente y que Paquita Luengo también.

Otra cosa es que algunos socialistas del presente están en la secuencia de quedar bien con el patrón del Cabildo de Gran Canaria, un señor que no deja de hablar de renovables y de energía en general pero que no tiene competencia alguna en el tema y que, desde luego, no ha aportado ni un 0,1% de renovables al sistema. Eso sí: para montar numeritos, pedir obediencia debida a sus socios de gobierno y mentir como un ludópata de la iglesia de la santa hipocresía, para eso que lo llamen el primero. Y a Morales, ya lo sabemos, no le gusta el aire propanado. Prefiere que dependamos del petróleo directamente. Quien lo entienda que lo compre.

El Partido Socialista, versión Chano Franquis, tampoco quiere el aire propanado, aunque en Adeje exista la única central de Canarias, municipio gobernado desde hace veinte años por el socialista José Miguel Rodríguez Fraga, casualidades de la vida. Es una posición nueva. Donde dijeron una cosa ahora dicen la contraria y, aquí imaginamos, Paquita Luengo se deja arrastrar por la nueva religión nonista. Incluso utilizan en su argumentario la reciente sentencia de la Sala de lo Contencioso que prácticamente paraliza el concurso ganado por la empresa Redexis.

Cabe señalar que hay salas que tienen prestigio y otras que no. Y esta sala de lo contencioso no goza de demasiado. De hecho la sentencia está llena de absurdeces y de un surrealismo delirante, indigno de personas que deben conocer profundamente de aquello de lo que sentencian. El Supremo se encargará de ella, tal como ha pasado decenas de veces. En Madrid conocen sus pasos de sobra.

Los documentos testifican que Paquita Luengo puso en marcha el concurso del aire propanado en sus últimos días de consejera. Y esta es una decisión que no se improvisa de repente, no es un antojo. Es una decisión responsable para evitar una dependencia brutal del petróleo, y lo que hizo Pedro Ortega, después de elevar un par de dudas al Consultivo, fue seguir el camino marcado por su antecesora. Exactamente igual que sucedió con las renovables.

Paquita Luengo no debiera avergonzarse de su pasado. Fue una magnífica consejera y acertó en casi todo. Y la prueba es que Ortega, otro magnífico consejero, sigue su huella.