«La chapuza Kiessling con el acuario»

Francisco J. Chavanel

El ‘desprecio real’ a la inauguración de una instalación ilegal

Presiones a la Casa Real hubo unas cuantas con motivo de la última visita del Rey don Felipe VI con motivo de la inauguración del Foro Turístico de San Bartolomé de Tirajana a mediados del pasado mes de diciembre. Empresarios que se “pelearon” por alojarlo, empresarios que se “pelearon” para almorzar con él en lo que al final fue casi un acto privado, instituciones que echaron un pulso por ver quién se sentaba más cerca…, pero sin duda nadie sintió en sus carnes la visita de la decepción como la familia Kiessling. Alguien les hizo creer que tenía influencia suficiente como para persuadir al Rey a que se quedara dos días más en Gran Canaria para inaugurar el Poema del Mar, o el Acuario de Las Palmas capital, como prefieran.

Este Rey no vive una existencia tarambana como su padre. Toma precauciones constantemente. Tiene cuidado de aquellos que le rodean, con aquellos que pretenden rodearlo, de los que quieren sacarse fotos en situaciones peligrosas. Por eso pide dossiers constantemente. Biografías, currículum, pasado y presente en los tribunales, negocios en marcha y negocios fracasados o a punto. Es difícil cogerlo en un renuncio. Los Kiessling pretendían, nada menos, que Felipe VI inaugurase una instalación ilegal, un acuario que carece de permiso por parte de Industria (Consejería del Gobierno de Canarias), sin energía eléctrica (Endesa no le instalará la luz hasta que la familia de origen alemán no termine los correspondientes trámites burocráticos), sin licencia de apertura por parte del Ayuntamiento de Las Palmas de GC, pues depende de todo lo demás para dar su visto bueno.

Como es normal el Monarca detectó la emboscada y se quitó de en medio pretextando que sólo venía al Foro, lo cual era rigurosamente cierto, mientras los Kiessling, por si fuera poco, se sintieron heridos en su vanidad por lo que ellos denominaron el “desprecio real”.

Los ‘canariones’ no nos quieren

Los Kiessling -tanto el padre Wolfgang, como su hijo Cristoph- suelen tener palabras poco amables para aquellos que no colaboran sumisamente con sus intereses. En Tenerife son ellos precisamente los reyes. Tienen a la clase política metida en el bolsillo, la menean a capricho, seguros de que pueden conseguir lo que quieren cuando ellos quieran. Últimamente les ha dado por decir que “los canariones no nos aprecian”, lo cual no deja de ser una estupidez como otra cualquiera. La sociedad tinerfeña está gobernada claramente por la clase política, es con ella con la que hay que transar, ponerse de acuerdo y actuar. Todo es muy sencillo. En Gran Canaria, en cambio, la clase política habita en una atomización permanente, con abundancia de pactos entre partidos de distintas creencias, una especie de convulsión reiterativa que la sufren los ciudadanos y los empresarios. En esa isla nada es blanco ni nada es negro, no hay un comandante en jefe ni hay un camino recto que seguir.

Regar las plantas como en Tenerife no es suficiente. En Gran Canaria hay que regar plantas y cardones, y ni así las cosas salen. Los francotiradores se apostan en cada lado de la carretera, las discusiones son libres y vehementes, hay gentes que están a favor del Siam Park o del Acuario, o al contrario, y casi todas, en su mayoría, desarrollan aquello que piensan gratis total. Es una sociedad fuertemente ideologizada, y donde hay ideologías hay religiones, iglesias, palabras gruesas, orgullos desmedidos y, en ocasiones, sacrificios mortales.

Pero, ¿a quién se le ocurre invitar al Rey de España a que inaugure el Acuario siendo esta -todavía- una obra ilegal?… Nuestras autoridades, con esa liviandad que la ultraperificidad les ha dado, inauguraron el día 16 de diciembre, en un acto sólo para ellos, en comandita y en armonía, todos convenientemente amnestesiados no fuera ser que los Kiessling no pudiesen abrir antes de fin de año y así no haber computado la inversión (unos 60 millones de euros) en la RIC del año 2017, algo no inaugurable por cuanto ni los peces tenían permiso para nadar.

 

3.- Los permisos no están al día porque los Kiessling no han hecho los deberes

He aquí la razón esencial de todo este disparate, la RIC. Es la Reserva de Inversiones lo que saca a los Kiessling de su lugar de confort, obligados por ganancias multimillonarias que si no se invierten se las queda el Estado en su mayoría. En ese instante los canariones “sí los querían”. Los dejaron de querer cuando empezaron a mostrar deseos garantistas, cuando les permitieron la feria de las vanidades el día de la inauguración, cuando las autoridades locales les dijeron: “así, hermano, no puedes abrir”. No puedes saltarte el papeleo, no puedes dejar de cumplir determinadas responsabilidades que son primordiales para que el acuario funcione adecuadamente; no puedes tener a los animales de cualquier manera sin que los técnicos hayan resuelto los sistemas de calefacción; no se puede transportar a un tiburón a punto de romperse el cable que lo sostenía a la grúa del barco, con el escualo mostrando el morro, completamente asustado sintiéndose en el aire y no protegido, a punto de que sucediera una desgracia en pleno puerto un día después del desfile de autoridades…

No se le puede exigir luz a Unelco/Endesa si antes no cumples con la ley. No puedes anticipar que abrirás al público el día 20 de diciembre si el acuario es una trampa para los curiosos que deseen verlo. Ni dudosamente el día 8 de enero, porque estás corriendo, a salto de mata, dando el coñazo permanentemente a la Consejería, mientras los temas de seguridad de fondo, los concernientes al hábitat marino, y a un montón de cuestiones técnicas de calado, no se resuelven de forma coordinada y tranquilizadora para los ciudadanos.

Es una chapuza marca Kiessling. Nada en lo que tenga que ver ni el Gobierno de Canarias, ni el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, ni el Cabildo de Gran Canaria, ni Unelco/Endesa, ni los “malditos canariones”, ni, por supuesto, la Casa Real. Nadie tiene la culpa de este retraso salvo ellos, con sus super-urgencias, sus ultimátums, y su falta de ubicación en la realidad. Por una vez la garantía teutona no es tal. A la clase política no se le puede pedir más: han estado colaborativos como nunca, sean quienes sean las instituciones implicadas. Si la caja registradora del dinero todavía no ha empezado a brillar para los Kiessling la culpa es sólo de ellos.

Probablemente la chapuza también alcance su RIC. Una reciente sentencia dice que no hay RIC en el año equis si no se materializa en ese año equis. No vale materializarla en otro año, y estamos, evidentemente, en otro año. Esa RIC es del año 2018, cuando abra las puertas el ingenio marino, y yo ahí, en ese asunto concreto, no garantizo si están incluidos dentro de los cuatro años que la ley les otorga como plazo de protección. Hacienda sabrá, que para esas cosas no tienen miramiento alguno. Y Hacienda, al contrario que los Kiessling, no tiene prisa alguna. Tiene sangre fría como los peces del Acuario y su cursi apellido: “poema del mar”.