La caída de La Caja de Canarias

Rodrigo Rato en la salida a bolsa de Bankia | Foto: ARCHIVO TVE

Rodrigo Rato en la salida a bolsa de Bankia | Foto: ARCHIVO TVE

Cuando se disolvió La Caja tenía el siguiente valor en el mercado: 40 millones de euros. ¿Cómo era posible si era La Caja que más beneficios proporcionales presentaba; la que había gestionado 15.000 millones en 2009; qué artificios contables se hicieron para evitar que se supiera que era un conjunto casi vacío; en qué se fue el ahorro de un montón de canarios?

Francisco J. Chavanel

INTRODUCCION: El 29 de septiembre pasado la Audiencia Nacional hizo pública su sentencia sobre una de las estafas más importantes de los últimos tiempos: la salida a bolsa de Bankia. En una decisión controvertida la AN proclamó la inocencia de los 33 encartados, incluyendo la de Rodrigo Rato, cerebro de la operación. Hubo un “crimen”: 3.000 millones de euros desaparecidos, de los que 1.800 fueron devueltos a sus legítimos propietarios por orden del Tribunal Supremo, pero, sin embargo, no hubo “asesino”. La sentencia, a través de 442 folios, justificaba lo ocurrido porque todos los supervisores no alertaron de nada extraño, y porque el folleto publicitario era lo suficientemente explicativo como para no engañar a los inversores. Además, la sentencia descargó su ira contra la Fiscalía Anticorrupción a la que acusó de no haber detallado con concreción los delitos de cada uno de los imputados.

Bankia se vendió ante la opinión pública como la entidad más importante de España después de la fusión, y como un negocio seguro para sus accionistas. Dentro de Bankia estaba la Caja de Canarias. Esta es la historiad de sus días finales.

1.-¿Cuál es el momento preciso en que La Caja inicia su decadencia?

En junio de 1999 la entonces Caja de Canarias sufrió un golpe de mano. Capitaneados por el diputado nacional de CC, José Carlos Mauricio, con la complicidad de Editorial Prensa Ibérica (Javier Moll de Miguel), la presidencia regional del PP (José Miguel Bravo de Laguna), una fracción singular del PSOE (entre los que se encontraban Ángel Luis Sánchez Bolaños, Caco Henríquez, Antonio Márquez y Domingo González Chaparro) por su conexión con la masonería y la Gran Logia de España, además de la participación de abundantes empresarios, sindicatos, y otros segmentos de la sociedad grancanaria, lograron su objetivo tras una larga y aparatosa asamblea donde el protagonismo recayó en ICAN, una mezcla de comunistas y nacionalistas de izquierda, y ese objetivo no era otro que sacar de los órganos directivos de La Caja, de forma violenta, como una sacudida, a su director general, Juan Francisco García González, también accionista de referencia del periódico Canarias7.

Esa dualidad, la concentración tan extraordinaria de poder en una sola persona, que se manejaba con códigos distintos a los de los partidos políticos y su increíble facilidad para enfrentarse a ellos al mismo tiempo, inicia el final de La Caja de Canarias, su empobrecimiento constante durante diez años, el por qué fue la novia menos querida cuando el presidente Zapatero ordenó fusionar dichas entidades para salvarlas de su desprestigio.

En realidad, Zapatero hizo lo que le pidió Emilio Botín en aquella Semana Santa de 2010: cargarse las cámaras de comercio para que no compitieran con las distintas CEOEs del país y, sobre todo, fulminar a las Cajas, que controlaban el 50% del mercado bancario nacional. En esto última existía una justificación de premio: los partidos políticos las habían colonizado, obligado a sus distintos directores a invertir donde ellos decían, prostituyendo cualquier seriedad y convertirlas en antros de dispendios, derroches, sueldos escandalosos, operaciones corruptas sin límite que sólo obedecían a una fe ciega en la codicia. Nadie las controlaba, ni siquiera el Banco de España. De modo que su valor en el mercado estaba exagerado. Muchas de ellas no valían prácticamente nada, como posteriormente supimos.García González es expulsado de La Caja y se marcha a su despacho de Canarias7, dispuesto del todo a contaminarlo y a transformarlo en una fuente de negocio para él y su familia. En ese instante, y durante la década última del siglo XX, muchos se hicieron la pregunta: ¿cuándo comienza la decadencia de la institución, con García dentro, o eso es únicamente materia de Ángel Luis Sánchez Bolaños y, posteriormente, de la pareja Juan Manuel García Falcón/Antonio Marrero? De todas esas responsabilidades citadas habría que distinguir. La de García, si existiera, sería suya íntegramente, no podría repartirla con nadie pues él gobernó como un autócrata, con un consejo de administración amaestrado y con los partidos políticos fuera de sus estrategias. Esa particularidad era lo que le hacía tan peligroso para partidos acostumbrados a manejar todas las fuentes de financiación en el país. Al margen de los caprichos de García, de su particularísima manera de manejarse, de su incapacidad para tratar a la gente y a los distintos gremios sociales con un mínimo de empatía, lo que sí había conquistado era poner a la clase política en su sitio. Por la Caja no entraban.

Sin embargo, da la impresión de que diez años de ICAN al frente de La Caja no son suficientes para vaciarla del todo. ¿O sí? Es posible que los números de los últimos años de García disfrazasen la realidad de una entidad que ya no competía como antes. Que su lucidez, como director general, no fuera la misma. ¿A qué vinieron aquellas exóticas operaciones con Lopesan y con el Grupo Dunas, la primera de 20.000 millones de pesetas cash a cambio de un escuálido 20% en una empresa que dirigía con mano de hierro Eustasio López; y la segunda de más de 6.000 millones de pesetas con el empresario Ángel Luis Tadeo? Es curioso pero la dirección de La Caja la estrena García González sobre las cenizas de Protucasa, y de un montón de inversiones sospechosas del entonces capitán Marrero Portugués, y la concluye con otras dos operaciones maridadas con el ladrillo y la construcción. Habían pasado 22 años. Ambos quedan enredados en la fronda de los malditos por el mismo ejecutor: José Carlos Mauricio.

Me temo que la duda sobre el comportamiento profesional de García en sus últimos años quedará para siempre en un interrogante, salvo que sus hombres de confianza, que tanto le temieron y lo aguantaron, se decidan a contar en público lo que dicen en privado. Aún así, las dos operaciones reseñadas, las de Eustasio López y Ángel Luis Tadeo, son paradigmas de que algo ya no iba bien.

2.- Ramírez pacta con García su liquidación en La Caja después de intentar meterlo en la cárcel: casi 4 millones de euros

Desde 1999 hasta 2011 quien se sienta en el trono de La Caja es Carmelo Ramírez. Él es el verdadero comandante en jefe. Es el que toma las decisiones, y el que determina dónde va el dinero. A Ramírez se le conocen escarceos con el mundo jurídico y poco más. Desde luego no tiene conocimiento alguno de economía ni nada que se le parezca. Ramírez, como todos sabemos, procede de Asamblea Canaria (el sur profundo de Gran Canaria), génesis de lo que luego sería (2015) Nueva Canarias. Por lo tanto, todo lo que sucede en La Caja desde el año 2001 hasta su adiós en 2011 es cosa de NC, en su versión original de Asamblea Canaria (cristianos de izquierda radical del sur de la isla de Gran Canaria)

En cualquier caso es necesario considerar la presencia como director ejecutivo de Ángel Luis Sánchez Bolaños en la primera hora, impuesto por Javier Moll y Guillermo García-Alcalde en compensación por su apoyo al golpe. Sánchez Bolaños fue un desastre en todos los sentidos. Abrió la hucha de la entidad y no paró hasta dejarla temblando. En un solo día concedió créditos por 170.000 millones de pesetas, algunos de ellos a amigos muy conocidos. Todo lo que no salía con García salía con él. Sin el menor rigor. Fue cesado por Ramírez cuando Mauricio alertó de que había cobrado una comisión de 100 millones de pesetas por el denominado “caso Sintel” (introducción de televisores en los hospitales públicos). Nunca supimos si Sánchez Bolaños cobró o no por aquel préstamo de conveniencia política en el que también andaba por medio el consejero de la Presidencia, Julio Bonis; lo cierto es que apenas duró 48 horas en el cargo. Sánchez no deslizó ni una palabra a su favor, no le respondió a Mauricio ni a la sociedad, dejó que la duda flotara, permitió que su reputación resbalara hasta llegar al desfiladero.

Ramírez fichó entonces a Antonio Marrero y Juan Manuel García Falcón. El cuadro que refirieron los dos al llegar era el de una casa gobernada por el caos y la ruina. Pero se suponía que un banco que disponía en sus cuentas del 60% de los ahorros de los ciudadanos de la provincia oriental sabría cómo recuperarse y encontrar un camino de salida lógico.

De repente encontraron un camino: ficharon a un consejero áulico. ¡Pues sí!, ese en el que estaban pensando. El ex director de La Caja de Canarias, Juan Francisco García González, desde su despacho en Canarias7, asesoraba, aconsejaba, daba órdenes. Pero, claro, aquello no era normal. García era enemigo declarado de Ramírez, el cual había ordenado querellarse contra él por distintos delitos societarios de envergadura. Ramírez le había denominado públicamente “delincuente de cuello blanco”. No era fácil resolver la controversia.

Por un lado García Falcón y Marrero precisaban ayuda para comprender con precisión una maquinaria demasiado compleja. En el pasado habían mantenido una buena relación con García, que en ese instante creían que podía ser fundamental. Por el otro lado empieza a intervenir Román Rodríguez. Román, que no había querido saber nada de la caída de García, empieza a mutar su opinión cuando nota que Canarias7 lo apoya como candidato repetidor a la Presidencia del Gobierno en 2003, mientras el periódico le dedica páginas y calificativos negativos a Mauricio, su enemigo dentro de ICAN.

Román se tira a la piscina y le echa una mano a García. La querella se va desarmando poco a poco gracias a la colaboración de Marrero, García Falcón y Román. Tadeo devuelve los 6.000 millones de pesetas de una sola tacada; García paga la boda de su hija que se la había endilgado a La Caja, tal como lo haría un cacique de principios del siglo XX; el comité de empresa se retira de la acusación particular gracias al dúo y a Ramírez, persuadido por Román; la querella se sobresee: al no haber partes en litigio el juez Luis Galván da por finalizada la película. La pésima situación económica de La Caja resulta clave. El fiscal, Ernesto Viera, convencido desde el principio de encontrarse ante una vendetta política, escribió un informe donde solicitó el archivo de las actuaciones.

Pasan más cosas, con sus pliegues y abundantes recovecos. Situaciones inverosímiles, pactos inconcebibles, mutaciones en los palacios de Justicia, intrigas palaciegas, decenas y decenas de conversaciones para lograr el milagro del sobreseimiento. Lo sustancial se ha contado; lo otro, lo verdaderamente interesante, sería materia de un libro.

Después ocurre un milagro. Román convence a Ramírez para que García cobre una liquidación discutible. Unos 700 millones de pesetas. Ramírez no quería: ¿cómo le voy a dar 700 millones a un señor que es “un delincuente de guante blanco”? ¿Cómo se los vamos a dar si lo echamos delante de todo el mundo como si fuera carne podrida? Se lo vas a dar, le dijo Román, porque a partir de ahora lo vamos a necesitar. Lo necesitaremos para darle la última estocada a Mauricio y para que el partido que vamos a formar tenga auténtica propaganda. Y eso fue lo que pasó: cuatro años después de haber sido fundido en La Caja García recibió uno de los grandes premios de su vida: 4 millones de euros por su “colosal” trabajo en La Caja, casi 700 millones de pesetas.

El acontecimiento llevaba consigo una chispa de humor negro. El abogado elegido por La Caja para fundir a García en los tribunales era Antonio González-Cuéllar, un número uno de la selva jurídica de Madrid. González-Cuéllar en la sesión preliminar con la que se inició el caso pidió, en nombre de Ramírez, Mauricio, Sánchez Bolaños, y Julio Bonis, entre otros, cárcel preventiva para el ex director general. El juez, con buen criterio, no la concedió.

3.- De ser la “más rentable” a valer sólo 40 millones de euros

La Caja de Canarias se funda en 1939 y termina sus días el 20 de junio de 2011, fecha de su disolución. Es un final que no se corresponde con su historia. A lo largo de mucho tiempo, desde los 80 más o menos, se vendía la imagen de una instalación popular, resiliente con el sentir de los canarios, alguien amigo con quien contar en momento de dificultades. En ese momento La Caja competía de verdad. Incluso su aparataje mercadotécnico defendía cosas asombrosas. “La Caja de Canarias, la más rentable de España”, leíamos en las portadas de Canarias7 y nos quedábamos como descuadrados. ¿Es la más rentable en proporción a su tamaño? ¿Es la más rentable porque es la que más dinero gana? ¿Es la más rentable porque es la mejor gestionada? No era la que más ganaba, no era la mejor gestionada, y en cuanto a su tamaño (chiquitito), ¿con quién se medía? Eso sucedió durante cinco años consecutivos. Era obvio que Juan Francisco García levitaba y de vez en cuando se encontraba con Dios en sus viajes celestiales.

Cuando Zapatero les dice a las cajas “sálvense quien pueda” quien tiene que mostrar los números es La Caja de Canarias. Se los muestra a Álvaro Arvelo, presidente de la Caja de Tenerife. Están manipulados, no dicen la verdad, como luego revelaría el presidente de la comisión de control, Juan Ramón Durán. Pero Arvelo, perro viejo, no compra el perrito. Al llegar a la discusión sobre el reparto de cargos, ahí estalló todo, otra vez el pleito insular. Arvelo se alegró. La Caja de Las Palmas pesaba como un muerto, no daba seguridad alguna. Entonces fue a guarecerse bajo el paraguas de Banca Cívica.

La pareja Antonio Marrero/Juan Manuel García Falcón hicieron un segundo movimiento bajo el consejo de García González. Formar una sociedad con la Caja Inmaculada de Aragón, con Caja Rioja, y con el Banco de Sabadell. García les había dicho que compartían algo más que una desesperación: un sistema logístico de organización empresarial muy parecido ya que utilizaban idéntico sistema informático.

La CAI ve los números manipulados. Y los comprende. Comprende que hay cosas que no casan. Dice que no.
Marrero, García Falcón, y García González, empiezan a desplomarse.

La Caja de Sabadell ve los números manipulados. Y los comprende. Comprende que está a punto de comprar un charco. Y dice que no.

García González les dice a Marrero y a García Falcón que la solución vendrá de la mano de la política.
Lo que iba a ser Nueva Canarias carecía de juego político. No tenía contactos en el mundo de las altas finanzas y, además, aquello lo llevaba el PP con Rajoy y Rodrigo Rato. Román Rodríguez era el vicepresidente de la institución. Estaba fuera de juego. Decía lo que le decían que tenía que decir. Igual que Pepa Luzardo. En este instante nadie sabía exactamente lo que se estaba fraguando en Madrid. Ni el propio García González, que creía que estaba en poder de la Verdad, y su verdad resultó ser otra estafa para la sociedad.

Es García González quien recurre a José Manuel Soria, unos cuantos meses antes de ser elegido ministro de Industria y Energía por Rajoy. Soria le hace el favor a su amigo, seguramente el último de sus favores. Habla con Rato y muy a última hora, cuando La Caja de Canarias estaba completamente sola en el centro de la pista, con la orquesta sonando, y con nadie bailando con ella, casi en un ejercicio de caridad, el ex ministro español de Economía la mete en un hatillo con Caja Madrid, Bancaja, Caja de Ávila, Caixa Laietana, Caja Segovia y Caja Rioja, menudas seis. Todas con sus bichos dentro, todas contaminadas, todas con las cuentas manipuladas, operación que se “vendió” para el mundo y para Canarias como uno de los grandes movimientos financieros de la historia. Se nos dijo que habíamos caído en el grupo de los imbatibles, que la presencia de Caja Madrid garantizaba días benditos para un futuro muy largo.

Eso lo dijo Soria, lo dijo Román, lo dijo Carmelo Ramírez, lo dijo Antonio Marrero, lo dijo Juan Manuel García Falcón, y lo dijeron los editoriales betuneros de Canarias7. ¡La mejor operación posible! ¡Qué grandes conexiones entre Gran Canaria y Madrid! ¡Qué gran error había cometido Tenerife al permitir que su Caja estuviese con tres pequeñitas y finalmente fuese tragada por La Caixa! Nada como la inteligente visión del poder grancanario sobre su Caja. Se había salvado. ¡Sólo en 2009 había gestionado 15.000 millones!

El 27 de junio de 2012 la Caja se disuelve para siempre. Casi un año antes, el 20 de julio de 2011, Bankia sale a Bolsa, poniendo en venta el 55% de las acciones. Todo dios fue llamado a filas. En Gran Canaria unos cuantos de los mencionados llamaron a los empresarios de referencia. Tienes que poner, les decían. Que no se sepa que no apoyas esta operación. Aquí nos la jugamos todos. Tienes que poner y poner una cantidad sabrosa. Y, no te preocupes, no hay riesgo. Con Rato al frente nos haremos millonarios.

Hasta que estalló la burbuja. Nadie sabía lo que había dentro menos Rato y su equipo, que engañaron al personal y por eso estamos hablando de un fraude. 3.000 millones de euros captados a los accionistas, con gran parte de ellos sin recuperar. Hubo un rescate de 4.500 millones y luego otro de 24.000, que supuso que a su vez España fuera rescatada por Europa, con visitas permanentes de la troika. El final de los finales ya lo conocen ustedes: hubo crimen sin castigo. Pero para la historia debe de quedar quiénes fueron los principales responsables del hundimiento de La Caja de Canarias

Cuando se disolvió La Caja tenía el siguiente valor en el mercado: 40 millones de euros. ¿Cómo era posible si era La Caja que más beneficios proporcionales presentaba; la que había gestionado 15.000 millones en 2009; qué artificios contables se hicieron para evitar que se supiera que era un conjunto casi vacío; en qué se fue el ahorro de un montón de canarios?