➤ «El que nos gusta a nosotros es el arte efímero, el que no va más allá de un día» ➤ «Ponemos el título a los espectáculos y luego los rellenamos.»
La compañía canaria Piedra Pómez, el dúo formado por Gregorio Figueras y Francisco Santana, vuelve a escena con «Yo me mato toa», un espectáculo nuevo que, tras una suspensión de última hora por la borrasca «Emilia», se reprograma para el 4 de julio en el Auditorio, en la sala Jerónimo Saavedra. Ellos mismos sitúan el origen del título en una idea que conocen «hace 40 años» y reivindican la libertad creativa de un formato que, aseguran, nace del juego verbal y se completa con el trabajo intensivo de los días previos.
Un estreno aplazado por el temporal
Piedra Pómez cuenta que la función estaba prevista en el Teatro Cuyás el sábado anterior, pero la meteorología obligó a cancelar cuando el equipo técnico y artístico ya estaba movilizado. «Nos llaman cuando ya estábamos todos con los técnicos, todos clavados», describen, y resumen el golpe con una mezcla de resignación y oficio: la frustración, dicen, dura «menos de 24 horas» antes de pasar a la pregunta práctica de qué hacer con el montaje y con el material ya preparado.
Humor de laboratorio y títulos como punto de partida
Figueras y Santana explican su método con una frase que funciona casi como manifiesto: «Nosotros ponemos el título a los espectáculos y luego los rellenamos». En esa lógica, el nombre no es un remate sino un motor: abre una vía de asociaciones y permite ordenar el material cómico en bloques, con espacio para lo imprevisto. En el diálogo, esa manera de trabajar aparece ligada a una tradición de juegos de palabras, referencias culturales y sátira de actualidad, una mezcla que el dúo utiliza para levantar escenas que mutan según la reacción de la sala.
«Un solo acto» y la apuesta por lo irrepetible
La decisión de ofrecer una única función no se presenta como estrategia de mercado, sino como estética: «Nosotros somos de un solo acto». Piedra Pómez defiende que el directo conserva una «frescura» que se diluye cuando se intenta fijar lo ocurrido, y por eso se inclina por lo que define como «arte efímero». En esa filosofía, el público no solo presencia el espectáculo: lo completa, porque cada noche —aunque sea una sola— condiciona el ritmo, los silencios, el grado de improvisación y hasta el tipo de remate.
Improvisación con red y memoria de repertorio
El dúo admite que su trabajo se sostiene en un equilibrio entre guion y deriva: «Improvisamos mucho, mucho», sostienen, aunque acotan que lo hacen dentro de un «minutaje por bloques» y de un marco temporal que obliga a cerrar escenas sin perder el hilo. Entre líneas, se dibuja una técnica de largo recorrido: recursos acumulados «de tantos años» y “golpes” que un día nacen espontáneos y, si funcionan, se incorporan a ese fondo de repertorio que les permite moverse con libertad sin desordenarse del todo.
Nada de gira y el debate sobre grabar o no grabar
Piedra Pómez insiste en que no concibe su propuesta como un producto reproducible: no habla de gira, ni de “dos o tres funciones”, y se muestra poco entusiasmado con la idea de que el espectáculo se consuma en pantalla. Aun así, reconoce que existen rastros de otras épocas —cintas, un DVD— y que la grabación es posible, pero plantea una objeción más práctica que ideológica: le incomoda que circule material «mal» registrado, sin sonido ni calidad, porque cree que desfigura lo que ocurre en vivo. En su visión, la solución es sencilla: ir al teatro.
Dos fechas y una pista sobre lo que viene
Además del reencuentro con «Yo me mato toa» el 4 de julio en el auditorio, el grupo sitúa ya otro hito en el calendario: el 12 de diciembre, con una propuesta distinta que anuncia «por primera vez» y titula «Posesa misma». La declaración funciona como anzuelo para su público habitual: terminar con ganas, provocar expectativa y sostener el pulso de una marca de humor que, cuarenta años después de ciertos hallazgos iniciales, sigue defendiendo que lo mejor ocurre cuando la sala y el instante mandan.