La concejala de Turismo de San Bartolomé de Tirajana, Yilenia Vega, defiende la necesidad de reenganchar a las nuevas generaciones a una profesión que, asegura, «hace 20 años era un orgullo»
La concejala de Turismo de San Bartolomé de Tirajana, Yilenia Vega, se propone «devolver el orgullo» a la hostelería en Maspalomas-Costa Canaria y reenganchar a las nuevas generaciones a una profesión que, asegura, «hace 20 años era un orgullo» y hoy muchos ejercen «como si no les quedara otro remedio». En la entrevista con El Espejo Canario, la edil explica que el Foro Internacional de Turismo dedica su edición a la «gastronomía con alma» precisamente para poner el foco en la falta de personal cualificado en cocina y sala, en el cambio de mentalidad tras la pandemia y en la necesidad de encontrar «una fórmula de equilibrio» entre salarios, horarios y condiciones laborales que haga atractivo el sector para los jóvenes.
Un foro para encender la chispa de la vocación
Vega relata que las jornadas dejan «un día con unas jornadas muy productivas», y destaca la intervención de José Ramón Calvo, jefe de sala de Mugaritz, como ejemplo de hasta dónde puede llegar la excelencia en restauración. Cuenta que Mugaritz, un restaurante «bastante escondido» en una sierra del País Vasco, cierra seis meses al año, tiene trece mesas y 48 trabajadores, y ofrece menús en torno a los 300 euros. Lo presenta como un modelo «muy moderno» y radicalmente distinto al servicio tradicional al que están acostumbrados en Gran Canaria, que concibe cada mesa «como un lienzo en blanco» en el que se despliega una experiencia gastronómica completa.
La concejala subraya que el objetivo de traer a profesionales de ese nivel es inspirar tanto al alumnado como al tejido local: «Creo que este tipo de charlas, conferencias y acercamiento al sector les puede hacer que empiece esa chispa de amor y enamorarse un poquito más de esta profesión tan bonita». Recuerda que por el foro pasan más de 300 alumnos de cocina y sala y se muestra convencida de que «hay luz» porque «hay gente que todavía se puede enamorar de esta profesión» y consolidarse como profesional.
De orgullo a vergüenza: el cambio de mirada sobre la hostelería
Vega, que es docente de restauración, describe con preocupación el cambio de percepción social de la hostelería. «Hace 20 años era un orgullo decir que eras camarero en la zona turística», afirma, mientras que ahora detecta que muchas personas viven el trabajo en bares, restaurantes y hoteles «como una vergüenza» o un recurso provisional: «Es como no me queda otro remedio y me dedico a esto». Para ella, se trata de «una profesión maravillosa» en la que se nota cuando alguien disfruta haciendo su trabajo, y considera urgente recuperar ese orgullo y esa autoestima profesional.
La edil sitúa parte del problema en el cambio de mentalidad tras la pandemia. Afirma que la gente «quiere más tiempo para uno mismo, disfrutar más de la vida» y que, en cierto modo, «se ha convertido un poquito más egoísta, entre comillas» después del parón del COVID. Señala que ahora hay personas que incluso «se plantean no trabajar nunca en la vida» si encuentran la manera de sobrevivir sin «dar palo al agua», y alerta de que ese giro cultural tiene un impacto directo en sectores que exigen sacrificio de horarios y fines de semana.
Salarios altos que tampoco garantizan personal
Preguntada por la posibilidad de que el problema se resuelva con mejores sueldos, Vega descree de las soluciones simples. Explica que conoce empresarios que «aun poniendo un muy buen sueldo» y ofreciendo «unos horarios para hacer hostelería, vamos, maravillosos» no logran mantener al personal. Cuando se le plantea que con 2.500 euros mensuales cualquiera acudiría a trabajar, la concejala responde que «tampoco» y recuerda que, cuando ella terminó de estudiar, una oferta así le habría parecido irresistible.
«Por eso te digo que hay que descubrir la fórmula entre la parte económica, laboral, ambiente laboral, horario», insiste. A su juicio, la clave pasa por encontrar «ese equilibrio, para que la gente quiera mantenerse» en los puestos de trabajo. Reconoce que hay profesionales que llevan veinte años en el mismo restaurante u hotel y que siguen comprometidos con su oficio, pero observa que, «a lo mejor los menores de 30 o menores de 35» están «un poquito más perdidos», con mucha movilidad y cambios permanentes de empleo.
Cuando el personal no llega, el sector mira fuera
Ante la dificultad para captar y fidelizar mano de obra local, Vega constata una tendencia creciente: «Esa va a ser la otra solución, que está teniendo muchísimos hoteles, muchísimas empresas de restauración que están tirando de gente de fuera porque es imposible contar con un canario que se quiera dedicar y que, sobre todo, mantenerse en el puesto de trabajo». Subraya que no se trata solo de cubrir vacantes puntuales, sino de dar estabilidad a plantillas que los clientes acaban sintiendo como parte de su propia experiencia turística.
La concejala reivindica la importancia del vínculo humano entre el trabajador y el cliente habitual. Recuerda la sensación de ir a un local donde el camarero «ya te hace familia», sabe tu nombre, cómo te gusta el punto de la carne y «ya no tiene ni que preguntarte». «Parece una tontería», admite, pero cuando esas personas desaparecen y el personal cambia constantemente, «se pierde algo»: «Es como “hoy ya no está él, le falta ese push”».
El papel del Ayuntamiento: poner el foco y crear diálogo
Vega matiza que, como responsable municipal de turismo, su capacidad de intervención tiene límites claros. «Yo no puedo modificar un convenio, yo no tengo ese poder», recuerda, en referencia a las condiciones laborales pactadas entre patronal y sindicatos. Sin embargo, sí reivindica el papel del Ayuntamiento como catalizador: «A nivel municipal, yo pongo el foco de atención en esta problemática. Intentamos crear esa conversación entre los diferentes mundos, la parte institucional, la parte privada y la parte laboral, los empleados».
Su objetivo, dice, es «poner un punto intermedio, un punto de equilibrio» desde el foro y otros espacios de encuentro, de forma que el mensaje llegue a quienes tienen la capacidad de adaptar convenios, mejorar salarios o introducir cambios en la organización del trabajo. Mientras tanto, insiste en reforzar el componente vocacional entre el alumnado y en recordar a los profesionales que «tienen una profesión maravillosa, digna» y que «al final son señores que sirven a señores».
Gastronomía con alma como seña de identidad del destino
Más allá del empleo, la concejala subraya el peso de la gastronomía en la competitividad turística de Maspalomas. «Hoy en día, cada vez que eliges tus vacaciones buscas tener una combinación de todo», resume: buen tiempo, un hotel confortable y bonito, y «sobre todo que tú vengas a comer bien y a descubrir algo diferente, una cultura diferente». Defiende que la gastronomía es también cultura y que arrastra a otros sectores económicos como la agricultura y la ganadería, de modo que cada plato cuenta una historia del territorio.
Vega sostiene que, para muchos viajeros, una de las maneras más directas de conocer la cultura local es a través de la comida. Por eso insiste en que «no hay que dejarla de lado», sino «seguir invirtiendo y mejorarla» y ofrecer «esa profesionalidad que tenemos sin duda en Canarias». A su juicio, el lema «gastronomía con alma» resume la idea de que el destino no puede limitarse al sol y la playa, sino que debe ofrecer experiencias completas donde el servicio, el producto local y el relato cultural vayan de la mano.
Jaulas marinas, vertidos y una imagen que hay que proteger
Sobre el reciente episodio de vertidos de restos de pescado en la costa de Gran Canaria y al papel de las aulas marinas o piscifactorías, Vega admite que no conoce en profundidad su funcionamiento como para pronunciarse «a favor o en contra», pero sí traza una línea roja: «Algo que nos pueda dañar sí necesita más rigor, más control y que no pueda volver a ocurrir este desastre ecológico».
Recuerda que San Bartolomé de Tirajana tuvo «la suerte» de cerrar solo dos playas durante un día, pero advierte de que, si la situación se asemeja a la vivida en Mogán, Santa Lucía o Telde, «se notaría la imagen» del destino de manera mucho más grave. «Si hablo como concejala de Turismo, esto no nos beneficia para nada», afirma. Y añade que episodios de este tipo deben servir para tomar conciencia «de lo frágiles que somos ante este posible desastre que pueda ocurrir», tanto desde el punto de vista ambiental como económico.
Dunas de Maspalomas, entre la pedagogía y la falta de vigilancia
Preguntada por la protección del sistema dunar, Vega responde con cautela, pero deja entrever que las medidas actuales son insuficientes. Entre risas, se define como «un poco Rottermeyer, un poquito militar» y reconoce que «haría más». Señala que, cuando se plantea si existe una protección real o «política de maquillaje», ella prefiere reconocer que «lo están intentando» desde el Cabildo y Medio Ambiente, pero también apunta a carencias concretas, como la ausencia de vigilantes a partir de las cinco de la tarde, justo cuando más gente se concentra en la zona al atardecer.
La concejala insiste en que «no es fácil cambiar la mentalidad» de quienes llevan veinte años visitando Maspalomas «a hacer la croqueta» en las dunas y ahora se encuentran con una prohibición. Defiende la necesidad de «hacer esa pedagogía» con los visitantes y los propios residentes, mediante la presencia de agentes de Medio Ambiente, patrullas de Guardia Civil y Policía Local y Nacional, para que el mensaje cale. A pesar de las dificultades, se muestra optimista: «Yo estoy convencida de que llegaremos al punto en el que todo el mundo cuide, vigile, sobre todo cuidar y proteger nuestro entorno. Que la gente le entre en la cabeza».